R.I.P.-Capítulo 1: el primer encuentro

"Descanse en paz, amén".

La sotana se alejó un poco del agujero recién cavado en el suelo de mi lugar de pasatiempo favorito. Cuatro hombres comenzaron a tapar con tierra blanda y húmeda el féretro bellamente decorado.

Los familiares, muy serios y todos de negro, permanecían impasibles mientras terminaban de sepultarlo a varios metros del suelo.

Me fijé en las caras de los presentes en el entierro. El único que parecía afligido, cosa que no me sorprendió porque formaba parte de su trabajo era el cura.

Se marcharon todos sin arrojar una sola flor ni derramar una sola lágrima, e incluso algunos conversaban y reían.

Me senté en la tumba de al lado y los observé desaparecer tras las altas rejas de hierro que abrían o cerraban el paso a los vivos.

El atardecer estaba en su plenitud, y lo contemplé por unos instantes, esperando la llegada de la noche, mi parte favorita.


Cuando el Sol terminó de esconderse, me levanté y me acerqué a la tumba. Un hombre de 18 años exactos, pues había muerto el mismo día de su nacimiento. ¡Qué coincidencia!

Di un par de golpecitos en la lápida.

-Eh... -miré el nombre escrito en ella- ...Roberto. Me llamo Sandra, encantada. Verás, estaba un poco aburrida y me preguntaba si te gustaría venir a dar un paseo conmigo.

Esperé. Nada.

Volví a dar un par de golpes.

-¿Roberto?

Nada.

-Roberto, ya sé que esto al principio es difícil, pero ya verás como cuando te acostumbres la cosa no es tan mala -sonreí.

Estaba a punto de darme por vencida cuando me dieron un par de toquecitos en el hombro. Al fin se había dignado a salir.

Me di la vuelta y me encontré con el hombre más maravilloso que pudiera haber en la faz de la tierra, o mejor dicho... bajo ella.

Se rascó la cabeza, aturdido, y echó un vistazo alrededor.

-Que panorama tan encantador -dijo en tono sarcástico, con la voz más maravillosa que he escuchado en mi vida.

-Sí, eso parece -respondí con una risa nerviosa, que muy a mi pesar seguía siendo una de las más reconocibles de mis características.

-Vaya, al menos hay gente con quien hablar.

-Sí, de eso aquí sobra -expliqué-. Hay gente que lleva aquí tantos años que todos conocemos su historia, y gente que acaba de llegar, como tú.

-Eso parece -susurró.

Comenzamos a andar entre las tumbas y las lápidas con inscripciones. Le señalé algunas: las de mi familia, que había fallecido mucho después que yo pero hacía ya mucho, las de algunos amigos, y después las de los personajes más ilustres del cementerio.

-Aquel es Adolf Mühler, alemán. Vino durante la Segunda Guerra Mundial a refugiarse de los nazis. Todas las noches justo antes del amanecer se sienta en su lápida y cuenta sus historias de guerra a quien quiera oírlas.

> Y ese es Carlos Pacheco. Lo mató su mujer cuando se enteró de que le había puesto... tú me entiendes... con su hermana. Cuenta unos chistes geniales, que vienen perfectos por si te aburres mucho.

> Y ese de ahí...

-¿Cómo... tú...? -me interrumpió, balbuciendo.

Lo miré sorprendida. No se andaba con rodeos.

-Me atropelló un coche. ¿Y tu cómo...? -dejé la frase a medio acabar.

-Pues...

Continuará...

 

...Porqué cortas cuando está la lectura en lo más interesante? :S

ME dejas en suspenso...

 

Tranquilo, Arturo, que intentaré ir subiendo capítulos en cuanto pueda. Gracias por leer.

Saludos

 

Hola Selene, mi nombre es Mauro.

Interesante relato, cargado de una mística ya bastante trillada, pero en la que pegan muy bien esos toques burlescos. Empleas muy bien el quiebre de capítulo, generando espactación y suspenso.

Una pequeña recomendación, claro, con tu permiso: Esfuérzate un poquitín más en el aspecto descriptivo.

Un gusto haberte leído. Saludos.

Espero seguir leyéndote por aquí.

 

Interesantes líneas σελενε

Gracias por compartirlas.

 

Gracias por el consejo, Mauro, lo tendré en cuenta en proximos textos.

Y gracias también a tí, Cesarfco, por haber leído.

Saludos.