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Radiante Rojo

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Nýcolas, 14 de Noviembre de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 505

  1. Nýcolas

    Nýcolas Poeta asiduo al portal

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    26 de Febrero de 2012
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    Aún no ha muerto, radiante rojo que a la luz de viento y noche escojo. Aún no es lento, latente rojo que viajante viajero espera entre esperos un vil despojo. ¡Oh, cruel sombra de sombras, más no espéres tu albo antojo! Pues la doncella, eterna bella, inmortal ha de ser: ella. Mediante letra, acento y enunciado, mi adamantio sangrante has penetrado. Pero primero yo a ti te he encontrado, te he visto y me has deslumbrado. Allí estaba yo, en aquella casita de ardientes llamas cristalizadas contemplándote a través de aquellas dos ventanitas que de cristales he de haber construido. Estabas asaz hermosa. Seria y solitaria, alígera y calmada andabas. Bajo el espeso manto celeste del éter pude sentir la tristeza y el amor, la grandeza y el temor. ¡Oh, fuego entre sombras! ¡Sombras andantes, sombras vacías! Mas que suerte que por ellas has pasado desapercibida. Tú, ardiente rosa roja, que tan llena estabas de vida; aunque hubieran querido, haberte herido no habrían podido. Luego, de la noche avernal apariencia, desplazó la cálida bóveda hacia la antigua Valencia. ¡Oh, magnífica ciudad de las mil torres!, si no habré tiempo de tiempos allí estado. Oscuro violáceo ya el techo, aún sin ningún ojo ventanal espiando desde lo eterno desconocido; te habías ido. Luego fué cuando, entre distancias oceánicas, a pulso de cálamo me has esplendecido, me has asesinado, me has presentado a la muerte. ¡Oh, atónito bajo la dulce muerte, el dulce crímen! En ese momento me dí cuenta que siempre había deseado ser su víctima. Desde que no había nacido lo anhelaba, desde mucho antes de ver la luz, desde allí, donde no existía la luz, ni la media luz. Fue en esos ténues, oscuros y dorados tiempos, que me has devuelto la luz, la oscura luz; que me has enviado a donde pertenezco. Aún recuerdo, y por siempre recordaré, esos chiquillos de metal, esas agujas suicidas que jamás retrocedían; almas mortales de sus presentes, del futuro y de lo ausente. Como aire de alígero cementerio yacía esplendente la divina muerte. ¡Y allí estaba! y ¡Oh, qué placer y qué maravilloso! ¡Qué fantástico! Sus profundos ojos rutilaban a las obscuras llamas del misterio y cuando insertó sus adamantinos caninos por sobre mi frágil cuello comprendí la transparencia y lo paradisíaco del incendio, bello incendio, ¡Gran Incendio! ¡Hora suprema! Delicada y amada muerte que como tíbia mademoiselle me has sacado a bailar en medio del azabache océano sobre este humilde bajel de papel, tan hostilado por las crudas olas y las crudas tormentas. Deseado y anhelado por las turbias profundidades y las más nocturnas deidades, mas aún aquí estoy, y ella está. Ella siempre estará y yo siempre estaré, aunque estemos separados y siempre así lo hayamos estado. ¡Oh, fuego de fuegos, y pasión de pasiones! Avernal etéreo, ahora escucho tus susurros, pintas sombrías sombras aquilinas con auras y par de auras, más aquí yo me encuentro, acompañado por mi fiel aura, desde apaciguado antro, mi fiel austro. ¡Y me sumerjo! ¡Me sumerjo! El eritreo me traga, mientras yo le penetro como daga. Lo profundo clama mi nombre anónimo y lo trágico sella mi fátum como parca sella reluciente féretro. El claro se destiñe hacia lo escarlata y comienzo ver a los antiguos bardos como parnaso escribiendo para los dioses, ¡Ah! pléyade perdida, no ha de faltar mucho para que los acompañe y ya pronto seamos más los perdidos. Allí sí que seremos lo que no fuimos, somos ni seremos. ¡Ay, lira nocturna, me lastímas! Las nubes blancas y grises me compadecen y lloran lluvia frígida, rejuvenecen flores, embellecen el paisaje y amamantan el puro amor de la sacra natura. Y voy penetrando el fondo y éste inunda en masas y masas de silencio mis oídos. He de viajar, he de finar. Transcurre el viaje y mi cuerpo muere. Fallece. Perece. Fontana de suspiros llaman. Sobre fuste de corcel viaja mi sangre sobre sus colmillos. El hálito de este cruel y dulce estigio desvanece mi alma en perlas, y la abstracta belleza peregrina la reconstruye de sus mil pedazos con sus frágiles y suaves manos cual transparente vidrio de cuarzo. ¡Oh! Rubescente cuitada, la parca me ha guiado hacia usted. ¿En dónde nos encontramos? Es acaso ésto un pénsil en medio del rojizo ponto; que hermosura... efímero lampo danza ante mis ojos, que acechan la contemplación. Así que así es la última hora: destello de tormenta, electrizante relámpago, fugaz y resplandeciente cual lluvia de recuerdos que viajan a la par de la luz. Adiós a la vida, bienvenida a la muerte; un parpadeo y el cielo se cayó, y allí estaban los ángeles, tejiendo lágrimas con sus alas escondidas y ¡Oh, qué dichoso sea el poeta de la noche al que le otorguen éstos seres divinos una mágica pluma de sus añoradas alas! Maestrías formas tomarían las tintas de sueños a pulso del ya convertido a demiurgo. ¡Ah! se ha ido la vida, antigua vida como alma de paloma volando hacia el más allá; para así renacer como el Ave Fenix desde las rabiosas llamas. ¡Ah, paisaje de ensueño! Esplín nemoroso, viejos sabios árboles sin hojas, armoniosa cascada afluente de reluciente río límpido, y clima sin mácula adornan ésta fantástica selva tal y como la limpidez de la nieve adorna al abeto. Y así lo recuerdo todo..., el resto, no se puede explicar con palabras. Talvez con música, con pintura o con silencio. Fue tan onírico como vampírico. ¡Oh, sentimiento surrealista que estallas en un millón de fragmentos de penas y tristezas!, y aún así, aquí estoy. Aquí y ahora estoy. Muerto. Pero mi alma aún está viva...; y siempre lo estará mientras ella lo esté. Porque ella me convirtió y yo de ésta manera, le seré fiel por el resto de la eternidad. ¡Ah!, aún recuerdo el auriga ledo en su carruaje, fué el último a quien asesiné. Vasto tiempo ha pasado desde aquel entonces. ¡Ay, maldición de maldiciones! ¡Qué profundo dolor viviré eternamente muerto del amor! Como anacrónico suicida sondearé estas emociones tan vacías como llenas. Entre prontos y despedidas me alejo y distorsiono como reflejo de roto espejo, por sobre sensaciones e iluminaciones floto como botella mensajera en mar azulino, que la corriente decida el declive de mi destino, su vertiente. «Mientras tanto estoy maldito». Pero siempre, sin importar las circunstancias, seré fiel a mí mismo. Sólo así podré serle fiel a ella, ¡Oh! gran honor ser su humilde servidor. Hasta nunca y hasta siempre, mi Vella Doncella, llama viviente... fuego personificado, obscura radiante pasión rojiza. Talvez algún día en una eternidad nos crucemos. No importa dónde. De ésta manera lidiaré, por efímero momento infinito: inmortal.


    [Escrito el viernes, 30 de Julio de 2010 a la(s) 13:40]
     
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    Última modificación: 14 de Noviembre de 2012

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