Recordar es volver a vivir.

No. Nunca he estado de acuerdo con que recordar es volver a vivir. No es cierto. Se puede vivir sólo en el presente. El pasado siempre nos parece asombroso y romántico, y nos suele hacer difícil ver con claridad la belleza del presente. Pero es conveniente, y a veces muy útil apelar a la memoria.

Con su físico imponente Alderete era una de nuestras cartas de triunfo en los Encuentros Integrales. Era más alto y fuerte que todos los muchachos de Ceballos 2, nuestros enconados rivales, y nos garantizaba gran cantidad de puntos en las competencias deportivas. Pero ese día, en la carrera de 1500 metros un profesor de Ceballos 2 ideó la forma de derrotarlo: le soltaron una liebre, es decir un corredor que se iría delante a gran velocidad, para que Alderete lo siguiera, se agotara persiguiéndolo y no pudiera terminar la carrera. Y la estrategia en contra nuestra dio resultado. Luego de vuelta y media a la pista, Alderete comenzó a desfallecer tratando de capturar la liebre, que en ese punto abandonó la carrera. Pero Alderete sabía lo que significaba esa carrera para la escuela, tenía que terminar, y no podía, las rodillas se le doblaban, y todos a coro le gritábamos, dale, tu puedes, dale, llega….pero no pudo. Dio un último traspiés, y cayó de bruces cuan largo era en la pista, justo frente a donde yo me encontraba. Corrí hacia él y entre dos o tres lo cargamos y lo tendimos en la hierba. Y mientras él se recuperaba lentamente de su desmayo, yo le pasaba la mano por la cabeza y le alentaba: “no importa negro, perdimos ésta, pero tú eres el mejor”. Demás está decir que es una de las derrotas deportivas que más me ha dolido en la vida, mayor quizás que cuando pierde un cubano en una olimpiada. Porque éstas últimas se me olvidan cuando se acaban los juegos, pero aquella derrota de Alderete todavía me duele un poquito.

Han pasado más de 40 años, y ya sé que hay recuerdos y experiencias que resultan insobornables, y que ni el tiempo, ni los cambios sociales son capaces de matar. Es un legado que llevamos para toda la vida. Que eso pasó, y que volver atrás no sólo es imposible, sino que intentar vivirlo de nuevo puede resultar hasta perverso: los recuerdos deben ser recuerdos, y cualquier esfuerzo por traerlos a nuestro tiempo actual suele ser devastador y frustrante.

Pero ahora, al rememorar estos hechos, y poder agradecer a tanta gente que me ayudó a vivir con plenitud, recibo desde mi memoria la luz y la alegría juvenil de aquellos días, y siento en mi espíritu y en mi piel la satisfacción y el privilegio de haber vivido aquellos años compartidos, y en ese sentido si estoy de acuerdo: Recordar es volver a vivir.