Reflexión de un cerebro que hoy se siente diferente

Punzada.
Punzada grande y certera, justo, en el medio del alma.
Alma, que acto seguido, pasa a no setir nada.
Nada, solo un dolor ensordecerdor que no te deja oir, pero tampoco ver ni sentir.
Sentir, ¿para qué sentir, si precisamente sentir ha sido lo que me ha traido hasta aquí?

Miren, les diré algo. Yo no se nada de eso que ustedes llaman amor. Y es por eso que tampoco me quejo mucho, cuando por ello siento dolor.
El dolor, como el amor, forman parte de la vida.
Muchos buscamos un secreto, una ayuda, una frase mágica que nos haga dejar de sentir amargura.
Amargura por sufrir.
Pero dejar de sufrir, es también dejar de sentir. Y señoras y señores, sentir es lo único que tenemos, que nos hace como somos y que es realmente nuestro.

Quizá esta sea sólo una estúpida reflexión de un cerebro que hoy se siente diferente. Pero, aunque así lo crean, háganme una favor. Hagan lo que hagan no de sentir, porque al final sentir, es equivalente a vivir.