Reproche a una Rosa

Soberbia decoración para el más lujoso jardín, la rosa. Aquella que sin permiso se apodera de tu amor y tu atención y a cambio te brinda la gratitud de admirarla afirmarse al suelo del que nosotros mismos, aveces pareciera que nos caemos.
A diferencia de nuestras alegrías, Sus pétalos de rubí se multiplican y sus tallos se abren paso con intrépida fiereza, Cuando deja de ser rosa, para ser manada deslumbra su hipnótica belleza. ¿Quién acaso mostraría mas fidelidad que una rosa? Aquella que el rocio del riego matutino como joyas atesora, quién valora como nadie la caricia de un suspiro. Y aunque, a diferencia del amor, la belleza de la rosa no le pertenece a la eternidad, no pasa por eso lo que a gritos le suelen reprochar. Deberíamos aprender de ellas que nunca se olvidan de florecer de nuevo y una vez mas, aunque, en pleno otoño, incluso la mas bella se entrega al marchitar. Eso no es lo malo de las rosas, todos tenemos malos dias.
Lo malo de las rosas es que, aunque las amenos, cada tanto y sin quererlo, nos lastiman, defienden su pureza con lo hacen las ortigas, pero peor es lo nuestro que no nos damos cuenta de nuestras propias espinas. ¡Qué habrán de pensar de nosotros las rosas?, que de cuidarnos entre nosotros poco entendemos, que amar sin lastimar ya casi no sabemos, que a veces incluso dolió como amor sincero y no fue mas que un insulso juego. Seguramente tenga espinas que aún con voluntad, nunca habré de notar, preferiría ser rosa. Disculpa si acaso tanto te lastimo, quizás no sea la flor mejor para compartir tu cama. Auque en compañía de mi rosa no hay herida que duela, quizás tal vez haya espinas que valgan la pena.