¡Respira!

¡Respira!...

Fue la palabra que leí en los labios de mi hermano... yo no lo oía... no entendía que hacía en el suelo, el porque mis piernas se habían doblado bajo mi cuerpo que parecía no responder a ningún comando que no fuese automático.

Mi cabeza daba vueltas a diestra y siniestra, se me perló la frente y la camisa se pegó a mi espalda, quería clavar las uñas en la base del mostrador e intentaba enfocar las palabras impresas en el papel que estrujaba en mis manos.

Me giraron la cabeza y me tendieron de espaldas... soplaron en mi boca y... el aire no pasó a mi garganta, solo lograron inflar mis labios.

Llego personal médico e hicieron a mi familia a un lado... yo los veía, detectaba el aliento rancio del tabaco del seudo doctor que trabajaba hincado a mi lado... sin embargo nada oía.

Mi corazón empezó un trabajo pausado, si eso era morir no parecía tan malo.

¡Respira!...

Dejé de verlos y en mi cabeza solo se escuchaba, una y otra vez... una y otra vez: “Lamentamos informarle que su hijo C...”

¡Respira!, maldita sea... ¡Respira!.

 

Excelente, me gustó, Un final agreste, pero sensato. Un abrazo.

 

Gracias Reltih por leerlo y comentarlo.

Un abrazo.

 

My interesante relato cesar, me parece maravilloso como comienzo de un cuento, sería una muy buena introducción.
Me gustó.
Piénsalo, quizá puedas convertirlo en cuento.

Abrazos,
Diego.

 

Gracias Diego. Valdría la pena capotear la idea.

Gracias por leerlo y comentarlo.

Un abrazo.

 

¡¡¡¡No dejes de respirar!!!!!
besos,
Rosario

 

Excelente tema, regalos de luz a tu talento,
cuidate siempre y es un gusto leerte, me
encantó tu escrito, el final, regio...

 

Cada vez con más brio. Cada vez con más amor a mi vera.

Gracias Rosario por leerlo y comentarlo.

 

Gracias Blanca, por leerlo y comentarlo.

Un abrazo.