Respiro a medias

Respiro a medias, porque el aire ya no sabe a ti. Desde que te fuiste, el oxígeno tiene la textura del vacío, y cada inhalación es un intento fallido de recordarte sin dolor. No es asma, es nostalgia respiratoria: el cuerpo aprende a sobrevivir con la mitad del aire cuando el alma pierde su razón de latir.

Entre inspiración y exhalación hay un abismo, una pausa donde vivías tú, suspendida como una palabra que el tiempo no quiso pronunciar. Y es ahí donde me quedo, en esa frontera invisible donde amar y olvidar se confunden con la misma sed.

Respiro tu ausencia, la disuelvo en el pecho, la dejo circular por mis venas como si fuera el último recuerdo líquido que me queda. Cada bocanada trae tu nombre deshecho, tu voz volviendo a morir en mi garganta.

Vivir ahora es un acto de equilibrio: inhalar esperanza, exhalar despedida. El corazón late a medias, el aire entra a medias, y el mundo sigue, completo, mientras yo permanezco fragmentado entre el deseo y el silencio.

Quizá respirar a medias sea la única forma de seguir vivo cuando el amor —ese que era aire y fuego— decidió no volver.