Ritual sacrílego

Cuando los rayos del sol, finalmente se cansan de quitarle la belleza original al mundo, me arrodillo ante tu sacrílego altar.
Decorado con esqueletos descompuestos bajo los pilares, velas negras alrededor del altar inundan el ambiente de un aroma nigromante.
En el centro el cáliz de nuestra salvación; me apresuro a beber la sangre que contiene, tan hermosamente decorado y recubierto de plata.
En las velas veo tu reflejo, y te doy a probar la última gota de sangre.
Tus negras vestiduras ocultan tu pecaminoso rostro.
El rostro que me prometió su sangre hasta la eternidad.
Te quito la capa y te entrego la daga de mi vida, mi más preciada reliquia material.
Mi vida empieza a consumirme y la muerte me quiere regalar su descanso eterno.
Yo solo deseo una muerte placentera junto a la vida hecha doloroso placer.
Necesito sangre, necesito mi sangre, ¡Necesito tu sangre!
Te incito a clavarme la daga y probar mis cicatrices.
Te devuelvo el placer y beso tu boca sangrante aliviando a tus insaciados ojos de dolor.
Las velas se apagan, el ritual se acaba, regreso a mi ataud esperando a la noche para saciar mi vida.