Rostro de Arlequín

Y es que querer ser es tan díficil y me pregunto: ¿Hasta cúando viviremos usando máscaras?
Arlequín que me sonríes desde la penumbra con ojos cuajados de lágrimas, podría sentarme a tu lado ahora y contarte una historia, y entonces tus lágrimas rodarían junto a las mias y serían una sóla gota de rojo dolor.
Ya no tendríamos boca en el rostro para sonreir, ni ojos para llorar ni manos para tomar, seríamos sólo luz negra, sangre blanca, leucocitos y plaquetas coaguladas.
A veces los motivos parecen ser suficientes, otras veces son sólo excusas irreverentes....y otras solamente sacrificios sin recompensas. Y entonces me detengo a pensar sobre la vida, sobre lo que ella nos da y nos quita. Sobre la muerte, sobre lo que ella nos promete.
¿Y es que acaso una vida que no palpita, que no siente, que no es, que no se realiza, puede llamarse vida?, no llores Arlequín, no llores que tus lágrimas sostienen cristalizadas al mundo, y en ellas se tranparentan los días, los años vacios, la soledad eterna.
Hagamos un coro de silencio, con voces de duelos, con vestidos de cortejos, con sinfonías de letargo, con acordes de destiempo. Y cantemos, sí, cantemos al sinsabor de lo negado, a la tristeza y a la nostalgia de lo nunca sido, de lo no vivido, de lo jamás recordado.
Y no dejes de pintar tu cara de blanco, de lustrar tus zapatos, de entregar tu corazón de trapo, de creer y de reir, de llorar y sentir. Los duelos hay que vivirlos , asi dicen amigo Arlequín.
Y éste duelo que llevo grabado en mi alma es tan profundo, que no se viste, no se adorna, no se nota, es tan profundo que parece inexistente, parece que no es siendo, que no trasciende trascendiendo.
Ya llega la noche y nos cubre, arriba las estrellas sin puntas nos miran, el firmamento estático se mueve, los cometas sin cola sonrien y la luna callada se mece.
Dame la mano Arlequín, hagamos un trato, un pacto de amigos, solos tú y yo, en éste eterno encuentro, en ésta oscuridad, en éste Universo, juntemos nuestras lágrimas sin tono, unamos los trozos de espejo, recojamos las hojas marchitas, démonos las manos, tus dedos y mis dedos, entre céramica y carne, entre venas y sangre, entre hilos y lentejuelas.
Y asi serenamente soñemos, vaguemos aletargados, sin pensamientos ni deseos, sin anhelos, sin latidos, sin canciones ni esperanzas, sin luz ni sombras, asi, solamente asi, como si jamás nos hubieramos encontrado.

Kamila