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Sábado en Prosa Cortazariana

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Jose Anibal Ortiz Lozada, 22 de Febrero de 2025. Respuestas: 0 | Visitas: 69

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    El sábado entra por la ventana con las patas de un felino descalzo. Son las nueve, o quizá las once: el reloj de la cocina derrite sus números en un charco de luz amarilla. Tú, ahí, con la taza de café que humea como un mensaje en clave morse, descifrando las sombras que el sol dibuja en la pared. Son rostros, dicen, o países imaginarios. Un avión cruza el cielo y su ronquido es la frase que nunca le escribiste a aquel amor de verano en Mar del Plata.

    La tostadora escupe migajas que caen sobre el mantel como asteroides. Te inclinas, casi religioso, y ves constelaciones: *Orión se ha refugiado en las migas*, piensas, *y la Vía Láctea es un hilo de mermelada*. El silencio se enreda en el tic-tac del ventilador, que repite *París-Buenos Aires-París-Buenos Aires* en un idioma de aspas y polvo. La silla de enfrente está vacía, pero guarda el calor de alguien que nunca llegó, o que se fue hace siglos en un tranvía fantasma.

    Abres un libro y las páginas susurran anécdotas de otros sábados: hojas secas guardadas entre líneas, manchas de vino que son puertas a bares de Lisboa, una carta escrita en tinta invisible donde solo se lee *"los cronopios bailan tango a las tres de la madrugada"*. El tiempo, ahora, es una serpiente que se muerde la cola en el borde del mantel. Las horas se diluyen: la mañana tiene sabor a limón, la tarde a almendra amarga.

    Te levantas para cerrar la cortina, pero la tela azul se te adhiere a los dedos como piel mojada. Ahí, en ese gesto trivial, el sábado revela su trampa: el pasillo que conduce al baño es un túnel de espejos que reflejan tus doce versiones posibles. Una tose, otra silba un blues, la última sostiene un paraguas abierto aunque no llueva. Regresas corriendo —¿o fue en cámara lenta?— y encuentras la taza de café aún caliente, pero con un poso de sal en el fondo.

    Afuera, los pájaros discuten filosofía en el árbol de la vecina. Un niño grita *¡ya!* y el eco se convierte en una pelota de goma que rebota contra los balcones. Tú, cómplice de este caos ordenado, escribes en el aire con el dedo: *"El sábado es un dios menor que se alimenta de silencios y gatos perezosos"*. La tarde cae como un mazo de naipes, y entre las figuras que se desparraman, crees ver a Cortázar guiñándote un ojo desde el rey de corazones.

    Al final, solo queda el ritual de apagar las lámparas una por una, mientras el sábado se escabulle por la rendija de la puerta, dejando atrás un rastro de pisadas húmedas y versos sin puntuación. Mañana será domingo, pero eso —piensas, mientras la luna lame el vidrio— es otra historia para otro bolsillo del tiempo.
     
    #1
    A luna roja le gusta esto.

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