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Sacrificio de Amor

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Kein Williams, 16 de Agosto de 2021. Respuestas: 0 | Visitas: 311

  1. Kein Williams

    Kein Williams Poeta fiel al portal

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    Dormido en su cuna está mi bebé. 51 cms y 3.1 kg.

    Es tan hermoso. Tan perfecto. Lo sé porque ya lo revisé como 435 veces para ver si tiene todos sus deditos. Su nariz podría dar clases de geometría. Sus cachetitos tienen la forma del mundo. Él es mi mundo. Él es mi vida.

    Su madre me espía y sonríe al verme tan enamorado de mi hijo. Es algo indescriptible que jamás pensé sentir. Es mío, yo ayudé a hacerlo. Tiene mis genes. Y afortunadamente la belleza de la madre. Bueno, un poquito ayudé ahí.

    Entre sueños sonríe a quién sabe qué. Mi madre me dijo que es a los angelitos que cuidan sus sueños.

    Apago la luz y le doy un nuevo vistazo antes de ir a acostarme.

    De pronto percibo algo raro. Una sombra está en la puerta. Y en cuestión de segundos se acerca a mi hijo y toma su mano.

    De repente llora, salto sobre la sombra e inexplicablemente me detiene en el aire. Siento su hoz en la yugular y lucho para que se aleje de mi niño.

    De pronto mi cuerpo siente un estremecimiento profundo al escuchar su voz gutural:

    -Yo, soy la Muerte.

    La desesperación se apodera de mí y el escucharlo llorar saca fuerzas de mis adentros e insisto en mi lucha.

    - ¡No, es mi hijo, no lo toques!

    De pronto me encontraba allí luchando contra la Parca con todas mis fuerzas.

    -Lo siento—me dijo—¡Ya le puse mi marca!

    Pero nada, absolutamente nada, evitaría que prosiga en mi defensa por mi pequeño bebé.

    -Llévame a mí—le espeté—¡Doy mi vida por la suya!


    El Seol quedó pensativo unos segundos. De pronto soltó la mano de mi hijo.

    -Me conmueve tu sacrificio—respondió—y aunque no puedo cambiar su vida por la tuya podemos hacer un trato. ¡Un año tuyo a cambio de cuarenta años para él!

    No demoré ni un segundo en hacer una contraoferta.

    -¡Que sean dos. Dale ochenta años de vida a él!

    La muerte sonrío. Alejó la hoz de mi yugular y acercándose tomó mi mano y selló el trato. Luego de eso, se esfumó.

    Caí al suelo y corrí hacia la cuna junto a mi hijo quien había dejado de llorar y que a pesar de tener 39° de calentura poco a poco se fue estabilizando y la fiebre desapareció.

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    -Muerte, ¿por qué lo hiciste?

    -¿Por qué hice qué, Maximiliano?

    -¿Por qué aceptaste ese trato?

    -Si te soy sincera, me pareció gracioso. Pero vi que lucharías conmigo hasta el final, y yo no puedo tomar la vida de nadie por voluntad propia, así que no tenía más opción.

    ¿Tú sabías cuánto de tiempo me quedaba?

    -Por supuesto. Tengo todo anotado en mi lista.

    Dos años y tres meses. Solo me quedaban dos años y tres meses, y aún así aceptaste el trato.

    -¿Qué acaso no valió la pena?

    -¡¿Qué si no lo valió?! ¡Valió cada maldito segundo!

    La muerte sonrió y le mostró una imagen.

    -Ahora ya sabes que cumplo los tratos. Mira, tu hijo acaba de graduarse.


    -"¡Quiero dedicar estas palabras a mi padre que está en el cielo. Él falleció cuando yo solo tenía tres meses de nacido. Y aunque no pude conocerlo, su memoria vive en mí y lo he adorado cada día de mi vida!”.

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    Papi, ¿quién es este señor?

    -¡Él es tu abuelo, Rodolfo. Se llamaba Maximiliano!

    ¿Y por qué no lo conozco?

    -¡Lo mismo me pregunto yo!—respondió con cierta melancolía—Él se durmió una mañana y nunca más volvió a despertar.

    ¿Está en el cielo con mamá?

    -Sí. No tengo dudas de que nos cuidan desde arriba.

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    “Matías. Despierta, Matías. ¡Ve a ver a Rodolfo!”.

    -¿Qué cara--?—no consigue terminar la frase mientras escucha un lígero ruido desde el interior de la casa.

    Rápidamente se levanta de la cama y sin nada de precaución se dirige a la habitación de su pequeño.

    -¡RODOLFO!—grita desde el dintel de su puerta mientras se dirige a toda velocidad con un mal presentimiento en el pecho que le recorre todo el cuerpo—¡¿QUIÉN ANDA AHÍ?!

    La puerta de su habitación está abierta. El mal presentimiento crece. Sin pensarlo irrumpe como una tromba, y ve a su niño dormido en un sueño profundo. En medio de un sueño apacible, el pequeño Rodolfo no se ha dado cuenta de que hay un hombre de negro en frente suyo buscando hacerle daño.

    Tiene un pasamontañas en la mano. Se lo había quitado en su petulancia. No pensó ser descubierto. Un cardigan y unos pantalones negros jean desgastados. Botas de construcción. No es la primera vez que lo hace, ya que el sonido de sus pasos fue apenas perceptible. Jamás lo hubiese descubierto si no hubiese sido por esa voz—“la voz en sus sueños”.

    Al verse sorprendido hace el ademán de sacar un revólver de la parte trasera, ajustado al pantalón.

    Matías atina a sostener una pelota de béisbol que estaba sobre la mesita de noche. Rodolfo no había guardado todos sus juguetes. ¡Bendito sea Dios por hacerlo desobediente!

    En medio de este duelo western moderno ambos se preparan para disparar.

    -¡¿Qué haces aquí, hijo de pu--?!—dice mientras lanza la pelota de beísbol con todas sus fuerzas. Aquel ser perverso había desenfundado y disparado a la cabeza. Lo dicho, no era su primera vez y estaba dispuesto a matar para no dejar testigos. El disparo había cortado la frase.

    Dos cuerpos yacen caídos. Aquel individuo recibió un golpe a 130 km/h que le rompe la mandíbula, trata de levantarse pero está atontado y con sangre saliendo por uno de sus oídos.

    Matías está ileso. Se levanta y se toca la cabeza y no hay más humedad que el del sudor frío que le recorre por su cuerpo. Al lanzar la pelota sintió que su brazo era dirigido, y fue tal la fuerza que en ese momento no era solo él sino alguien más en pleno lanzamiento. El movimiento lo desestabilizó y lo hizo irse de bruces. Eso mismo fue lo que hizo que la bala pase a milímetros sobre su cabeza.

    Pateó la mano en la que llevaba el arma y rápidamente levantó a su hijo que despertó a los gritos luego de todo el ruido en su habitación. En cuestión de minutos logró calmarlo, llamar a la policía y encargarse de que el intruso no se moviese al apuntarle con el arma que guardaba en el escritorio de su habitación. Los vecinos se amontonaban afuera queriendo saber qué sucedía.

    «¡ÚLTIMA HORA! Detienen al violador de niños. Fue hallado in fraganti por el padre del niño, luego de que este irrumpiera en su habitación. Luego de enfrentamiento afortunado—aunque no para el intruso—el padre del niño consiguió lanzarle una pelota de beísbol con la misma fuerza de un lanzador profesional. Ante tal movimiento se desestabilizó, lo que fue un salvavidas para él ya que ello lo salvó ante el disparo que logró efectuar el malhechor. El abogado defensor informa que presentarán una demanda por lesiones graves y 115 días de incapacidad laboral. Una fractura de mandíbula que ha imposibilitado hacerle una nota al susodicho, el tímpano roto, factura de pómulo, luxación de tobillo y hernia discal. La fiscalía ha desestimado cualquier acusación e insta a las familias perjudicadas a presentar las denuncias en su contra para realizar justicia por aquellos niños que han sufrido en carne propia la pesadilla de haberse encontrado con este ser infame. Hasta el momento se han registrado 15 denuncias de violación, 8 de intento de violación, y 10 casos de violación y desaparición y/o muerte. Se presume que ha habido al menos 35 casos más. Ante una breve consulta con nuestros televidentes en la cual se les preguntó: En caso de hallarlo culpable de los cargos, ¿qué sentencia creen que debería recibir? Un 45% ha respondido que debe recibir la pena máxima, 51% indica que debería recibir la pena de muerte, y un 4% asegura que es inocente. El juicio se realizará dentro de dos meses en la corte suprema. Este canal cubrirá todo el caso y tratará mantenerlos informados. En otras noticias…».

    ¿Por qué empujaste a Matías?

    -Porque nadie puede hacerle daño?—respondió Muerte—su padre le consiguió 80 años de vida y debo cumplir con el trato. A cambio de eso él murió a los tres meses. En realidad, es curioso ahora que lo pienso. Tú y tu suegro hicieron tratos similares para salvar a sus hijos, ¿lo recuerdas?

    De pronto en una fracción de segundo pasó por su cabeza aquel momento en la carretera cuando un conductor impestuoso invadió el carril en que iba con su familia y que obligó a Matías a pegar un volantazo que los hizo girar 40 metros hasta acabar estrellados contra una valla publicitaria. Ella abrió sus ojos u sintió que un líquido caliente y espeso le rodeaba el cuello como una serpiente en busca de su garganta. Habían quedado en sentido vertical. Su pecho estaba apretado entre el tablero y el asiento, el cinturón de seguridad le cortaba la mejilla, había cumplido su función de protegerla pero a la vez la estaba lastimando.


    Muhtías—dijo mientras ordenaba sus ideas—¿eshtás bien?


    Observando de reojo vio que su esposo estaba con el rostro inundado en el airbag en una especie de abrazo desesperado por la vida. Asustada extendió su mano tratando de sostener la suya. Había pulso. Estaba vivo. De pronto algo se le vino a la cabeza. Un estallido que al igual que un terremoto la hizo temblar por dentro… ¡Rodolfo!

    Sus ojos aterrados no querían girar presintiendo lo peor. Su pecho y aquel instinto que solo tienen las madres habían armado un alboroto interno, ella lo sabía, pero no se atrevía a comprobarlo. Entre lágrimas y luchando consigo misma miró por el retrovisor y entre los nubarrones que se formaban en sus globos oculares por la humedad del llanto vio a su hijo tirado sobre el techo del carro que ahora estaba volcado. Quiso gritar pero algo la dejó muda… ¡a través de la ventana vio a la misma Muerte acercarse!

    Vestido cual monje dominico, vio como estiraba su mano izquierda y sostenía a su hijo quien empezó a flotar en el aire como si estuviese levitando, al igual que un fénix antes del ciclo de las cenizas.

    De repente, cual leona giró y gritó—¡No te lo lleves! ¡Deja a mi hijo!

    La Muerte haciendo caso omiso siguió retirando el cuerpo de tal manera que parecía que el tiempo se había puesto en cámara lenta. ¡Déjalo!—insistió ella—¡Llévame a mí! ¡LLÉVAME A MÍ!

    Matías había despertado y buscó la forma de liberarse mientras entre gritos de desesperación al ver a su esposa histérica por la muerte de su hijo—aunque en este caso le era imposible ver la escena irreal al estar atrapado de cara al airbag—solo atinaba a gritar histérico que si Dios le había quitado a su hijo él se quitaría la vida.

    Tal vez la Muerte se compadeció ante el ruego de ella, o tal vez fue el hecho de que Matías lo pondría en serios aprietos ya que tenía un trato, pero el libre albedrío estaba muy por encima de él.

    Entonces colocó suavemente a Rodolfo en la superficie nuevamente, y de forma telepática le dijo a ella:


    ¡No temas! Tengo una propuesta para ti. La vida de tu hijo a cambio de la tuya.

    -Acepto—respondió sin pensar.

    Tenemos un acuerdo—dijo mientras se dispuso a rodear el carro para ir a por ella.

    Iuuuuhhh—exhaló vida Matías; mientras Rodolfo consiguió liberarse solo para notar que su hijo estaba vivo y entre lágrimas de felicidad pudo tener el último momento junto a su esposa.

    Vámonos—dijo la Muerte.

    -Adiós, amor. Los am…









    --Sí, lo recuerdo perfectamente. Gracias por permitirle llevar una vida feliz.

    No hay de qué.

    -¿Puedo preguntarte algo?—le dijo mientras observaban un monitor. En la escena estaban Rodolfo y Matías acostados en un quirófano.

    Sí, dime.

    -¿Cuántos años le diste de vida?

    La Muerte se quedó en silencio unos segundos.

    Sobre ello…

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    Allí estaban ambos acostados lado a lado mientras el óxido nitroso empezaba a hacer efecto. Matías sonreía sintiéndose Darth Vader con su mascarilla mientras hablaba a su hijo Rodolfo, cual Luke, tentado a decirle, ¡Yo soy tu padre!

    -Veo que estás alegre, papá.

    Sostenidos de la mano—sin lightsaber de por medio—Matías sintió con mucho orgullo que había vivido una gran vida al lado de su hijo. Crecieron y aprendieron todo juntos, fueron inseparables, incondicionales, fueron amigos, fueron confidentes, fueron todo. Hoy, su hijo está allí para donarle un riñón.

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    ¿Hijo?—se escucha a voz en coro.


    ¿Papá?—pregunta emocionado Matías. ¿Mamá?—responde Rodolfo casi al unísono.

    En memoria de mi padre, William (+) 19/06/51 – 27/05/20

    Kein Williams
     
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