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Sara no quiere crecer.

Tema en 'Prosa: Infantiles' comenzado por ALYA, 26 de Marzo de 2013. Respuestas: 1 | Visitas: 1420

  1. ALYA

    ALYA Poeta fiel al portal

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    25 de Marzo de 2013
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    Mujer
    SARA NO QUIERE CRECER

    I

    Todo empezó la mañana del último día de 4to. Como un destello, una ráfaga de luz, el aletear de una mariposa. Parada frente a la puerta de su amado salón de clases, mientras veía alejarse victoreando con alborozo a sus demás compañeros, convirtiendo en tambora sus libros y cuadernos, bulliciosos y alegres, como en una especie de rito, dándole la bienvenida a las tan esperadas vacaciones.

    Inmóvil como una estatua de piedra, incapaz de dejarse sobornar por la desbordante emoción de sus compañeros, Sara contemplaba absorta, con los ojos perdidos en la nada, con un peso en el alma, la realidad que ahora le aguardaba. Sin un solo movimiento de su cuerpo, miró de soslayo a su amada maestra, la dulce señorita Luz, quien la consentía desde el primer grado. Con ella descubrió la magia de un libro que aguarda por ser leído, saboreando, amado, tocado por la alegría de un niño que lee, con ella aprendió sus primeras canciones: “ Pin pon era un muñeco
    muy grande y de cartón.”

    “ Brinca la tablita,
    Ya yo la brinqué”

    “Pájarito vino hoy”

    ”A la rueda, rueda de pan y canela”.

    En fin, la alegría de su niñez estaba entrañablemente unida a esa humilde maestra, que igual que su nombre, había sido la luz, de muchos niños como ella, que encontraban en la escuela un espacio alternativo donde era posible soñar.

    En esas cavilaciones estaba cuando tomó la decisión, no quiso pensar mucho ni siquiera lo consultó con Rino y Rex, sus amigos imaginarios desde el pre-escolar, por alguna extraña razón, ellos no estaban presentes y mejor aún, así se evitaba las discusiones inútiles en las que siempre incurría con .ellos. Lo decidió para sus adentros, en una expresión que explotó en sus entrañas, su cerebro y su corazón, retumbando como una especie de gritote batalla ¡NO QUIERO CRECER!.

    II

    La guerra comenzó ese mismo día, estaba convencida, tenía que hacerlo, pues no se imaginaba en otro salón, con otra maestra o maestro. No concebía tener que compartir su espacio de recreo con las odiosas chicas de 7mo. Y 8vo. y los atropellantes muchachos, que al no tener la menor idea de lo que significa ser cortés resultaba groseros a veces hasta hirientes con los más chicos como ella.

    Sara creía firmemente que si se comportaba como una niña menor, la dejarían en 4to. grado, no le importaba quedarse, con tal de no tener que abandonar ese espacio tan amado, su pupitre, su maestra, la biblioteca de su curso, los juegos y canciones, por eso planificó cada uno de sus movimientos, premeditó cada acción y en cuadro mental que fabricó con magistral astucia, escenificó lo que haría a partir de ese momento.

    III

    El sol brillaba fuertemente ese mediodía, parecía que dejaba caer pedacitos de luz que se posaban en forma de gotas de sudor en la frente de las personas. Sara llegó jadeante, tenía la ventaja de que la casa de su abuela, con quien vivía desde los 2 años cuando su madre se fue a Estados Unidos, quedaba a pocas cuadras de la escuela y podía ir y venir sin la compañía de un adulto. En el recorrido hasta su casa todo le pareció grotescamente diferente: la sonrisa del servicial portero, la interpretó como una mueca de burla, el saludo de doña Inés, la amable madrina de su amiga Rosa, una molestia que debía soportar al que respondió con un cortante hola, sin besos ni abrazos como acostumbrara, los pajaritos que revoloteaban en el parque no la embelesaron, ni siquiera los advirtió.

    Al llegar, entró por la cocina, pasó como una bala al lado de su abuela que ajetreada en preparar la comida, no advirtió la brusca llegada de Sara, que a su paso iba dejando su mochila, sus zapatos, su camisa y su lonchera, sin ningún cuidado, ni preocupación.

    Fue la tía Teté quien asombrada encrespó a Sara.

    ¿Y este desorden?

    ¿Sara, qué bicho te picó en la escuela?

    Justo hoy el último día, ¡A caso perdiste tus modales!, a lo que Sara contestó: “Dejé mis modales donde no te importan, y si no quieres ver desorden, recógelo tú.

    - Mamá, gritó Teté, la tía menor de Sara, quizás por ello, no la comprendía, pues apenas tenía 16 años y lidiaba con sus propios problemas… Ven a corregir a Sara, esa moscosa malcriada que ha hecho un gran desorden y no quiere recogerlo.

    La abuela siguió en su faena, como quien no se entera de nada, ya sazonaba la habichuela, ya preparaba los espaguetis, Sara, Teté y su mundo, en ese momento, les eran ajenas, pues cocinar para ella, era una actividad sagrada, en la que se esmeraba y ponía todo su talento.


    IV

    A la ½ hora justa, como siempre, sin un minuto de retraso, sin un minuto de adelanto, la abuela daba el aviso que retumbaba en toda la casa, parecía que llamaba a todo un ejército y no sólo a las únicas dos personitas que vivían con ella, Sara y Teté. “A COMER”

    Ese habitual aviso que Sara recibía con júbilo, hoy era una molestia más, a la que simplemente respondió con desgano, como una oportunidad más de llevar a cabo su plan.

    Ya en la mesa, y sin importar la mirada inquisidora de Teté, Sara estudio su campo de batalla.

    De un manoteo tiró al suelo su plato de comida, desparramando habichuela, arroz y espaguetis, por todo el suelo, sólo ante el sonido del planto al caer la abuela reaccionó ¿Qué pasó? ¿Sara, qué haz hecho? ¿a caso fue un accidente?

    -Accidente, respondió Teté, no la vez, esa niña se vuelto loca. Está insoportable, caprichosa y desorganizada.

    - No te alarmes Teté, respondió la abuela, quizás Sara está enferma.

    - Dinos Sara, ¿Qué te pasa? Como respuesta Sara se levantó de la mesa y corrió a la habitación que compartía con Teté, dejando tras de ella un rastro de arroz y habichuela, cual pulgarcito en el bosque.


    V

    Nadie la siguió, así eran las cosas en su casa, así eran las cosas en su mundo ¡Cuánto extrañaba a su mamá! ¡Cuán sola se sentía!, por eso resultaba tan triste aceptar que ya no estaría en 4to. grado con la señorita Luz, lo más parecido a su madre que hasta el momento había tenido. Ella sabía que su abuela la amaba, pero ella era una mujer un poco desconectada del mundo, parecía que se había quedado atrapada en el tiempo 4 años atrás cuando el abuelo murió, Sara sabía que la manera de amar de la abuela se traducía a tenerle su ropa limpia, su comida lista. A cuidarla si se enfermaba, pero ella sabía que amar era también acariciar el pelo, dar besos en la frente, palmaditas en el hombro , acurrucar en las piernas hasta que uno se duerma , esas cosas ella no las tenía, sólo algunas proporcionadas por la señorita Luz, no eran sólo con ella, aunque quisiera, la señorita Luz es así con todos sus niños y niñas como los llamaba. La abuela era tarda para el afecto y presta para el cuidado, por eso a la media hora llegó a la habitación de Teté y se acercó a Sara que simulaba dormir, succionando su pulgar derecho, costumbre que había superado a los 5 años –Sarita- Sarita, ¿Estás enferma?, ¿Te duela la cabeza? ¿Tienes cólicos? ¿Quieres que te prepara un té?
    - Sollozando Sara contestó: - Estoy enferma del corazón, me duele aquí- dijo, señalando el pecho y no quiero crecer, no quiero ir a 5to. no quiero dejar a la señorita Luz, ¿Por qué siempre la gente que amo me abandona? Mamá, el abuelo y ahora la señorita Luz.

    La abuela se enterneció, por primera vez desde que su esposo murió , se permitió llorar de nuevo, ella sabía lo desgarrante que era asumir una pérdida, por eso pudo entender la angustia que envolvía a la pequeña Sara, se le acercó acomodó sus largos cabellos, la acurrucó en sus piernas y la cantó una canción: “duérmete mi niña, duérmete mi amor, pedacito lindo de mi corazón”. Duérmete querida, mañana veremos que se puede hacer.


    VI

    Sara durmió toda la tarde, soñó que estaba en su escuela, que la señorita Luz le entregaba una medalla y le regalaba el libro de las Aventuras de Tom Sawijer de Mark Twain, ese de lomo dorado y letras rojas que parecía un hermoso cofre de regalo, y que ella había visto en el escaparate de la librería tantas veces.

    Se despertó a eso de las 6:00, estaba aún triste pero de mejor ánimo, Teté no estaba, así que cenó sola, mientras la abuela regaba las flores del jardincito trasero. Después de cenar volvió a la habitación aún tenía varias revistas de Memín sin leer, eran las del viaje a Acapulco, cuento disfrutaba de las aventuras de ese personaje y sus inseparables amigos: Carlangas , Ernestillo y Ricardito, leyendo a Memín, volvió a quedarse dormida a eso de las 8:00 soñó toda la noche que se encogía y se ponía pequeñita y que la señorita Luz, volvía a enseñarla a leer, era extraño, todos sus amigos tenían 11 años, pero ella tenía sólo 5, la miraban extrañados y no comprendían qué hacía una niña tan pequeña en el salón de 5to curso. De repente todo le parecía extraño, ya no estaba la señorita Luz, ni sus amigos, ni su salón y ella apenas tenía 5 años, y no sabía que hacer. Empezó a llorar, lloró, y lloró hasta que se despertó. ¡Oh que susto!, sólo soñaba. Volvió a dormir y esta vez soñó con su madre, su abuela y una nueva maestra tan linda y buena como la señorita Luz. Despertó feliz a las 6:30, era día de buscar sus notas. Su abuela le prometió ir con ella, al llegar a la escuela. Pudo observar que toda la escuela estaba reunida, ese día se entregarían los premios a los mejores estudiantes, y se presentarían también los nuevos profesores.

    Sara estaba feliz, alcanzó a ver a la Señorita Luz, la cual le sonrió de lejos, mientras conversaba con otra joven maestra de amplia sonrisa y ojos alegres.

    Prepararon el acto de entrega de notas y medallas, en orden iban llamando a los alumnos más sobresalientes cuando tocaba el turno de 4to grado, el director nombró a Sara Almonte, parecía que soñaba, acompañada de su abuela subió a recibir su medalla de manos de la señorita Luz y un libro plateado con letras azules, parecido al de su sueño, solo que este se titulaba: “El principito” de Saint Exaupery, mientras volvía a sus asiento la amable maestra amiga de la señorita Luz, la saludó y felicitó, Hola, soy Estrella tu maestra de 5to grado.

    Feliz, regresó ese mediodía a su casa, no había de que preocuparse, ya no temía a crecer, sabía que cada día es una nueva oportunidad para conocer gente nueva y aprender a disfrutar de las maravillas de la creación.

    Hoy todo era más hermoso. Sara comprendió que en el cielo siempre habrá luces y estrellas para iluminar nuestros días, no importa la edad que tengamos. Comprendió también que todos tenemos una forma de amar única y se propuso en lo adelante cuando un beso o un abrazo le hiciera falta en lugar de esperarlos ella también podía darlos. En fin todo sigue su curso, crecer es hermoso y nos enseña a ver el mundo con ojos nuevos.











    SARA NO QUIERE CRECER



    I



    Todo empezó la mañana del último día de 4to. Como un destello, una ráfaga de luz, el aletear de una mariposa. Parada frente a la puerta de su amado salón de clases, mientras veía alejarse victoreando con alborozo a sus demás compañeros, convirtiendo en tambora sus libros y cuadernos, bulliciosos y alegres, como en una especie de rito, dándole la bienvenida a las tan esperadas vacaciones.



    Inmóvil como una estatua de piedra, incapaz de dejarse sobornar por la desbordante emoción de sus compañeros, Sara contemplaba absorta, con los ojos perdidos en la nada, con un peso en el alma, la realidad que ahora le aguardaba. Sin un solo movimiento de su cuerpo, miró de soslayo a su amada maestra, la dulce señorita Luz, quien la consentía desde el primer grado. Con ella descubrió la magia de un libro que aguarda por ser leído, saboreando, amado, tocado por la alegría de un niño que lee, con ella aprendió sus primeras canciones: “ Pin pon era un muñeco

    muy grande y de cartón.”



    “ Brinca la tablita,

    Ya yo la brinqué”



    “Pájarito vino hoy”



    ”A la rueda, rueda de pan y canela”.



    En fin, la alegría de su niñez estaba entrañablemente unida a esa humilde maestra, que igual que su nombre, había sido la luz, de muchos niños como ella, que encontraban en la escuela un espacio alternativo donde era posible soñar.



    En esas cavilaciones estaba cuando tomó la decisión, no quiso pensar mucho ni siquiera lo consultó con Rino y Rex, sus amigos imaginarios desde el pre-escolar, por alguna extraña razón, ellos no estaban presentes y mejor aún, así se evitaba las discusiones inútiles en las que siempre incurría con .ellos. Lo decidió para sus adentros, en una expresión que explotó en sus entrañas, su cerebro y su corazón, retumbando como una especie de gritote batalla ¡NO QUIERO CRECER!.



    II



    La guerra comenzó ese mismo día, estaba convencida, tenía que hacerlo, pues no se imaginaba en otro salón, con otra maestra o maestro. No concebía tener que compartir su espacio de recreo con las odiosas chicas de 7mo. Y 8vo. y los atropellantes muchachos, que al no tener la menor idea de lo que significa ser cortés resultaba groseros a veces hasta hirientes con los más chicos como ella.



    Sara creía firmemente que si se comportaba como una niña menor, la dejarían en 4to. grado, no le importaba quedarse, con tal de no tener que abandonar ese espacio tan amado, su pupitre, su maestra, la biblioteca de su curso, los juegos y canciones, por eso planificó cada uno de sus movimientos, premeditó cada acción y en cuadro mental que fabricó con magistral astucia, escenificó lo que haría a partir de ese momento.



    III



    El sol brillaba fuertemente ese mediodía, parecía que dejaba caer pedacitos de luz que se posaban en forma de gotas de sudor en la frente de las personas. Sara llegó jadeante, tenía la ventaja de que la casa de su abuela, con quien vivía desde los 2 años cuando su madre se fue a Estados Unidos, quedaba a pocas cuadras de la escuela y podía ir y venir sin la compañía de un adulto. En el recorrido hasta su casa todo le pareció grotescamente diferente: la sonrisa del servicial portero, la interpretó como una mueca de burla, el saludo de doña Inés, la amable madrina de su amiga Rosa, una molestia que debía soportar al que respondió con un cortante hola, sin besos ni abrazos como acostumbrara, los pajaritos que revoloteaban en el parque no la embelesaron, ni siquiera los advirtió.



    Al llegar, entró por la cocina, pasó como una bala al lado de su abuela que ajetreada en preparar la comida, no advirtió la brusca llegada de Sara, que a su paso iba dejando su mochila, sus zapatos, su camisa y su lonchera, sin ningún cuidado, ni preocupación.



    Fue la tía Teté quien asombrada encrespó a Sara.



    ¿Y este desorden?



    ¿Sara, qué bicho te picó en la escuela?



    Justo hoy el último día, ¡A caso perdiste tus modales!, a lo que Sara contestó: “Dejé mis modales donde no te importan, y si no quieres ver desorden, recógelo tú.



    - Mamá, gritó Teté, la tía menor de Sara, quizás por ello, no la comprendía, pues apenas tenía 16 años y lidiaba con sus propios problemas… Ven a corregir a Sara, esa moscosa malcriada que ha hecho un gran desorden y no quiere recogerlo.



    La abuela siguió en su faena, como quien no se entera de nada, ya sazonaba la habichuela, ya preparaba los espaguetis, Sara, Teté y su mundo, en ese momento, les eran ajenas, pues cocinar para ella, era una actividad sagrada, en la que se esmeraba y ponía todo su talento.





    IV



    A la ½ hora justa, como siempre, sin un minuto de retraso, sin un minuto de adelanto, la abuela daba el aviso que retumbaba en toda la casa, parecía que llamaba a todo un ejército y no sólo a las únicas dos personitas que vivían con ella, Sara y Teté. “A COMER”



    Ese habitual aviso que Sara recibía con júbilo, hoy era una molestia más, a la que simplemente respondió con desgano, como una oportunidad más de llevar a cabo su plan.



    Ya en la mesa, y sin importar la mirada inquisidora de Teté, Sara estudio su campo de batalla.



    De un manoteo tiró al suelo su plato de comida, desparramando habichuela, arroz y espaguetis, por todo el suelo, sólo ante el sonido del planto al caer la abuela reaccionó ¿Qué pasó? ¿Sara, qué haz hecho? ¿a caso fue un accidente?



    -Accidente, respondió Teté, no la vez, esa niña se vuelto loca. Está insoportable, caprichosa y desorganizada.



    - No te alarmes Teté, respondió la abuela, quizás Sara está enferma.



    - Dinos Sara, ¿Qué te pasa? Como respuesta Sara se levantó de la mesa y corrió a la habitación que compartía con Teté, dejando tras de ella un rastro de arroz y habichuela, cual pulgarcito en el bosque.





    V



    Nadie la siguió, así eran las cosas en su casa, así eran las cosas en su mundo ¡Cuánto extrañaba a su mamá! ¡Cuán sola se sentía!, por eso resultaba tan triste aceptar que ya no estaría en 4to. grado con la señorita Luz, lo más parecido a su madre que hasta el momento había tenido. Ella sabía que su abuela la amaba, pero ella era una mujer un poco desconectada del mundo, parecía que se había quedado atrapada en el tiempo 4 años atrás cuando el abuelo murió, Sara sabía que la manera de amar de la abuela se traducía a tenerle su ropa limpia, su comida lista. A cuidarla si se enfermaba, pero ella sabía que amar era también acariciar el pelo, dar besos en la frente, palmaditas en el hombro , acurrucar en las piernas hasta que uno se duerma , esas cosas ella no las tenía, sólo algunas proporcionadas por la señorita Luz, no eran sólo con ella, aunque quisiera, la señorita Luz es así con todos sus niños y niñas como los llamaba. La abuela era tarda para el afecto y presta para el cuidado, por eso a la media hora llegó a la habitación de Teté y se acercó a Sara que simulaba dormir, succionando su pulgar derecho, costumbre que había superado a los 5 años –Sarita- Sarita, ¿Estás enferma?, ¿Te duela la cabeza? ¿Tienes cólicos? ¿Quieres que te prepara un té?

    - Sollozando Sara contestó: - Estoy enferma del corazón, me duele aquí- dijo, señalando el pecho y no quiero crecer, no quiero ir a 5to. no quiero dejar a la señorita Luz, ¿Por qué siempre la gente que amo me abandona? Mamá, el abuelo y ahora la señorita Luz.



    La abuela se enterneció, por primera vez desde que su esposo murió , se permitió llorar de nuevo, ella sabía lo desgarrante que era asumir una pérdida, por eso pudo entender la angustia que envolvía a la pequeña Sara, se le acercó acomodó sus largos cabellos, la acurrucó en sus piernas y la cantó una canción: “duérmete mi niña, duérmete mi amor, pedacito lindo de mi corazón”. Duérmete querida, mañana veremos que se puede hacer.





    VI



    Sara durmió toda la tarde, soñó que estaba en su escuela, que la señorita Luz le entregaba una medalla y le regalaba el libro de las Aventuras de Tom Sawijer de Mark Twain, ese de lomo dorado y letras rojas que parecía un hermoso cofre de regalo, y que ella había visto en el escaparate de la librería tantas veces.



    Se despertó a eso de las 6:00, estaba aún triste pero de mejor ánimo, Teté no estaba, así que cenó sola, mientras la abuela regaba las flores del jardincito trasero. Después de cenar volvió a la habitación aún tenía varias revistas de Memín sin leer, eran las del viaje a Acapulco, cuento disfrutaba de las aventuras de ese personaje y sus inseparables amigos: Carlangas , Ernestillo y Ricardito, leyendo a Memín, volvió a quedarse dormida a eso de las 8:00 soñó toda la noche que se encogía y se ponía pequeñita y que la señorita Luz, volvía a enseñarla a leer, era extraño, todos sus amigos tenían 11 años, pero ella tenía sólo 5, la miraban extrañados y no comprendían qué hacía una niña tan pequeña en el salón de 5to curso. De repente todo le parecía extraño, ya no estaba la señorita Luz, ni sus amigos, ni su salón y ella apenas tenía 5 años, y no sabía que hacer. Empezó a llorar, lloró, y lloró hasta que se despertó. ¡Oh que susto!, sólo soñaba. Volvió a dormir y esta vez soñó con su madre, su abuela y una nueva maestra tan linda y buena como la señorita Luz. Despertó feliz a las 6:30, era día de buscar sus notas. Su abuela le prometió ir con ella, al llegar a la escuela. Pudo observar que toda la escuela estaba reunida, ese día se entregarían los premios a los mejores estudiantes, y se presentarían también los nuevos profesores.



    Sara estaba feliz, alcanzó a ver a la Señorita Luz, la cual le sonrió de lejos, mientras conversaba con otra joven maestra de amplia sonrisa y ojos alegres.



    Prepararon el acto de entrega de notas y medallas, en orden iban llamando a los alumnos más sobresalientes cuando tocaba el turno de 4to grado, el director nombró a Sara Almonte, parecía que soñaba, acompañada de su abuela subió a recibir su medalla de manos de la señorita Luz y un libro plateado con letras azules, parecido al de su sueño, solo que este se titulaba: “El principito” de Saint Exaupery, mientras volvía a sus asiento la amable maestra amiga de la señorita Luz, la saludó y felicitó, Hola, soy Estrella tu maestra de 5to grado.



    Feliz, regresó ese mediodía a su casa, no había de que preocuparse, ya no temía a crecer, sabía que cada día es una nueva oportunidad para conocer gente nueva y aprender a disfrutar de las maravillas de la creación.



    Hoy todo era más hermoso. Sara comprendió que en el cielo siempre habrá luces y estrellas para iluminar nuestros días, no importa la edad que tengamos. Comprendió también que todos tenemos una forma de amar única y se propuso en lo adelante cuando un beso o un abrazo le hiciera falta en lugar de esperarlos ella también podía darlos. En fin todo sigue su curso, crecer es hermoso y nos enseña a ver el mundo con ojos nuevos.


















    SARA NO QUIERE CRECER



    I



    Todo empezó la mañana del último día de 4to. Como un destello, una ráfaga de luz, el aletear de una mariposa. Parada frente a la puerta de su amado salón de clases, mientras veía alejarse victoreando con alborozo a sus demás compañeros, convirtiendo en tambora sus libros y cuadernos, bulliciosos y alegres, como en una especie de rito, dándole la bienvenida a las tan esperadas vacaciones.



    Inmóvil como una estatua de piedra, incapaz de dejarse sobornar por la desbordante emoción de sus compañeros, Sara contemplaba absorta, con los ojos perdidos en la nada, con un peso en el alma, la realidad que ahora le aguardaba. Sin un solo movimiento de su cuerpo, miró de soslayo a su amada maestra, la dulce señorita Luz, quien la consentía desde el primer grado. Con ella descubrió la magia de un libro que aguarda por ser leído, saboreando, amado, tocado por la alegría de un niño que lee, con ella aprendió sus primeras canciones: “ Pin pon era un muñeco

    muy grande y de cartón.”



    “ Brinca la tablita,

    Ya yo la brinqué”



    “Pájarito vino hoy”



    ”A la rueda, rueda de pan y canela”.



    En fin, la alegría de su niñez estaba entrañablemente unida a esa humilde maestra, que igual que su nombre, había sido la luz, de muchos niños como ella, que encontraban en la escuela un espacio alternativo donde era posible soñar.



    En esas cavilaciones estaba cuando tomó la decisión, no quiso pensar mucho ni siquiera lo consultó con Rino y Rex, sus amigos imaginarios desde el pre-escolar, por alguna extraña razón, ellos no estaban presentes y mejor aún, así se evitaba las discusiones inútiles en las que siempre incurría con .ellos. Lo decidió para sus adentros, en una expresión que explotó en sus entrañas, su cerebro y su corazón, retumbando como una especie de gritote batalla ¡NO QUIERO CRECER!.



    II



    La guerra comenzó ese mismo día, estaba convencida, tenía que hacerlo, pues no se imaginaba en otro salón, con otra maestra o maestro. No concebía tener que compartir su espacio de recreo con las odiosas chicas de 7mo. Y 8vo. y los atropellantes muchachos, que al no tener la menor idea de lo que significa ser cortés resultaba groseros a veces hasta hirientes con los más chicos como ella.



    Sara creía firmemente que si se comportaba como una niña menor, la dejarían en 4to. grado, no le importaba quedarse, con tal de no tener que abandonar ese espacio tan amado, su pupitre, su maestra, la biblioteca de su curso, los juegos y canciones, por eso planificó cada uno de sus movimientos, premeditó cada acción y en cuadro mental que fabricó con magistral astucia, escenificó lo que haría a partir de ese momento.



    III



    El sol brillaba fuertemente ese mediodía, parecía que dejaba caer pedacitos de luz que se posaban en forma de gotas de sudor en la frente de las personas. Sara llegó jadeante, tenía la ventaja de que la casa de su abuela, con quien vivía desde los 2 años cuando su madre se fue a Estados Unidos, quedaba a pocas cuadras de la escuela y podía ir y venir sin la compañía de un adulto. En el recorrido hasta su casa todo le pareció grotescamente diferente: la sonrisa del servicial portero, la interpretó como una mueca de burla, el saludo de doña Inés, la amable madrina de su amiga Rosa, una molestia que debía soportar al que respondió con un cortante hola, sin besos ni abrazos como acostumbrara, los pajaritos que revoloteaban en el parque no la embelesaron, ni siquiera los advirtió.



    Al llegar, entró por la cocina, pasó como una bala al lado de su abuela que ajetreada en preparar la comida, no advirtió la brusca llegada de Sara, que a su paso iba dejando su mochila, sus zapatos, su camisa y su lonchera, sin ningún cuidado, ni preocupación.



    Fue la tía Teté quien asombrada encrespó a Sara.



    ¿Y este desorden?



    ¿Sara, qué bicho te picó en la escuela?



    Justo hoy el último día, ¡A caso perdiste tus modales!, a lo que Sara contestó: “Dejé mis modales donde no te importan, y si no quieres ver desorden, recógelo tú.



    - Mamá, gritó Teté, la tía menor de Sara, quizás por ello, no la comprendía, pues apenas tenía 16 años y lidiaba con sus propios problemas… Ven a corregir a Sara, esa moscosa malcriada que ha hecho un gran desorden y no quiere recogerlo.



    La abuela siguió en su faena, como quien no se entera de nada, ya sazonaba la habichuela, ya preparaba los espaguetis, Sara, Teté y su mundo, en ese momento, les eran ajenas, pues cocinar para ella, era una actividad sagrada, en la que se esmeraba y ponía todo su talento.





    IV



    A la ½ hora justa, como siempre, sin un minuto de retraso, sin un minuto de adelanto, la abuela daba el aviso que retumbaba en toda la casa, parecía que llamaba a todo un ejército y no sólo a las únicas dos personitas que vivían con ella, Sara y Teté. “A COMER”



    Ese habitual aviso que Sara recibía con júbilo, hoy era una molestia más, a la que simplemente respondió con desgano, como una oportunidad más de llevar a cabo su plan.



    Ya en la mesa, y sin importar la mirada inquisidora de Teté, Sara estudio su campo de batalla.



    De un manoteo tiró al suelo su plato de comida, desparramando habichuela, arroz y espaguetis, por todo el suelo, sólo ante el sonido del planto al caer la abuela reaccionó ¿Qué pasó? ¿Sara, qué haz hecho? ¿a caso fue un accidente?



    -Accidente, respondió Teté, no la vez, esa niña se vuelto loca. Está insoportable, caprichosa y desorganizada.



    - No te alarmes Teté, respondió la abuela, quizás Sara está enferma.



    - Dinos Sara, ¿Qué te pasa? Como respuesta Sara se levantó de la mesa y corrió a la habitación que compartía con Teté, dejando tras de ella un rastro de arroz y habichuela, cual pulgarcito en el bosque.





    V



    Nadie la siguió, así eran las cosas en su casa, así eran las cosas en su mundo ¡Cuánto extrañaba a su mamá! ¡Cuán sola se sentía!, por eso resultaba tan triste aceptar que ya no estaría en 4to. grado con la señorita Luz, lo más parecido a su madre que hasta el momento había tenido. Ella sabía que su abuela la amaba, pero ella era una mujer un poco desconectada del mundo, parecía que se había quedado atrapada en el tiempo 4 años atrás cuando el abuelo murió, Sara sabía que la manera de amar de la abuela se traducía a tenerle su ropa limpia, su comida lista. A cuidarla si se enfermaba, pero ella sabía que amar era también acariciar el pelo, dar besos en la frente, palmaditas en el hombro , acurrucar en las piernas hasta que uno se duerma , esas cosas ella no las tenía, sólo algunas proporcionadas por la señorita Luz, no eran sólo con ella, aunque quisiera, la señorita Luz es así con todos sus niños y niñas como los llamaba. La abuela era tarda para el afecto y presta para el cuidado, por eso a la media hora llegó a la habitación de Teté y se acercó a Sara que simulaba dormir, succionando su pulgar derecho, costumbre que había superado a los 5 años –Sarita- Sarita, ¿Estás enferma?, ¿Te duela la cabeza? ¿Tienes cólicos? ¿Quieres que te prepara un té?

    - Sollozando Sara contestó: - Estoy enferma del corazón, me duele aquí- dijo, señalando el pecho y no quiero crecer, no quiero ir a 5to. no quiero dejar a la señorita Luz, ¿Por qué siempre la gente que amo me abandona? Mamá, el abuelo y ahora la señorita Luz.



    La abuela se enterneció, por primera vez desde que su esposo murió , se permitió llorar de nuevo, ella sabía lo desgarrante que era asumir una pérdida, por eso pudo entender la angustia que envolvía a la pequeña Sara, se le acercó acomodó sus largos cabellos, la acurrucó en sus piernas y la cantó una canción: “duérmete mi niña, duérmete mi amor, pedacito lindo de mi corazón”. Duérmete querida, mañana veremos que se puede hacer.





    VI



    Sara durmió toda la tarde, soñó que estaba en su escuela, que la señorita Luz le entregaba una medalla y le regalaba el libro de las Aventuras de Tom Sawijer de Mark Twain, ese de lomo dorado y letras rojas que parecía un hermoso cofre de regalo, y que ella había visto en el escaparate de la librería tantas veces.



    Se despertó a eso de las 6:00, estaba aún triste pero de mejor ánimo, Teté no estaba, así que cenó sola, mientras la abuela regaba las flores del jardincito trasero. Después de cenar volvió a la habitación aún tenía varias revistas de Memín sin leer, eran las del viaje a Acapulco, cuento disfrutaba de las aventuras de ese personaje y sus inseparables amigos: Carlangas , Ernestillo y Ricardito, leyendo a Memín, volvió a quedarse dormida a eso de las 8:00 soñó toda la noche que se encogía y se ponía pequeñita y que la señorita Luz, volvía a enseñarla a leer, era extraño, todos sus amigos tenían 11 años, pero ella tenía sólo 5, la miraban extrañados y no comprendían qué hacía una niña tan pequeña en el salón de 5to curso. De repente todo le parecía extraño, ya no estaba la señorita Luz, ni sus amigos, ni su salón y ella apenas tenía 5 años, y no sabía que hacer. Empezó a llorar, lloró, y lloró hasta que se despertó. ¡Oh que susto!, sólo soñaba. Volvió a dormir y esta vez soñó con su madre, su abuela y una nueva maestra tan linda y buena como la señorita Luz. Despertó feliz a las 6:30, era día de buscar sus notas. Su abuela le prometió ir con ella, al llegar a la escuela. Pudo observar que toda la escuela estaba reunida, ese día se entregarían los premios a los mejores estudiantes, y se presentarían también los nuevos profesores.



    Sara estaba feliz, alcanzó a ver a la Señorita Luz, la cual le sonrió de lejos, mientras conversaba con otra joven maestra de amplia sonrisa y ojos alegres.



    Prepararon el acto de entrega de notas y medallas, en orden iban llamando a los alumnos más sobresalientes cuando tocaba el turno de 4to grado, el director nombró a Sara Almonte, parecía que soñaba, acompañada de su abuela subió a recibir su medalla de manos de la señorita Luz y un libro plateado con letras azules, parecido al de su sueño, solo que este se titulaba: “El principito” de Saint Exaupery, mientras volvía a sus asiento la amable maestra amiga de la señorita Luz, la saludó y felicitó, Hola, soy Estrella tu maestra de 5to grado.



    Feliz, regresó ese mediodía a su casa, no había de que preocuparse, ya no temía a crecer, sabía que cada día es una nueva oportunidad para conocer gente nueva y aprender a disfrutar de las maravillas de la creación.



    Hoy todo era más hermoso. Sara comprendió que en el cielo siempre habrá luces y estrellas para iluminar nuestros días, no importa la edad que tengamos. Comprendió también que todos tenemos una forma de amar única y se propuso en lo adelante cuando un beso o un abrazo le hiciera falta en lugar de esperarlos ella también podía darlos. En fin todo sigue su curso, crecer es hermoso y nos enseña a ver el mundo con ojos nuevos.






















    SARA NO QUIERE CRECER



    I



    Todo empezó la mañana del último día de 4to. Como un destello, una ráfaga de luz, el aletear de una mariposa. Parada frente a la puerta de su amado salón de clases, mientras veía alejarse victoreando con alborozo a sus demás compañeros, convirtiendo en tambora sus libros y cuadernos, bulliciosos y alegres, como en una especie de rito, dándole la bienvenida a las tan esperadas vacaciones.



    Inmóvil como una estatua de piedra, incapaz de dejarse sobornar por la desbordante emoción de sus compañeros, Sara contemplaba absorta, con los ojos perdidos en la nada, con un peso en el alma, la realidad que ahora le aguardaba. Sin un solo movimiento de su cuerpo, miró de soslayo a su amada maestra, la dulce señorita Luz, quien la consentía desde el primer grado. Con ella descubrió la magia de un libro que aguarda por ser leído, saboreando, amado, tocado por la alegría de un niño que lee, con ella aprendió sus primeras canciones: “ Pin pon era un muñeco

    muy grande y de cartón.”



    “ Brinca la tablita,

    Ya yo la brinqué”



    “Pájarito vino hoy”



    ”A la rueda, rueda de pan y canela”.



    En fin, la alegría de su niñez estaba entrañablemente unida a esa humilde maestra, que igual que su nombre, había sido la luz, de muchos niños como ella, que encontraban en la escuela un espacio alternativo donde era posible soñar.



    En esas cavilaciones estaba cuando tomó la decisión, no quiso pensar mucho ni siquiera lo consultó con Rino y Rex, sus amigos imaginarios desde el pre-escolar, por alguna extraña razón, ellos no estaban presentes y mejor aún, así se evitaba las discusiones inútiles en las que siempre incurría con .ellos. Lo decidió para sus adentros, en una expresión que explotó en sus entrañas, su cerebro y su corazón, retumbando como una especie de gritote batalla ¡NO QUIERO CRECER!.



    II



    La guerra comenzó ese mismo día, estaba convencida, tenía que hacerlo, pues no se imaginaba en otro salón, con otra maestra o maestro. No concebía tener que compartir su espacio de recreo con las odiosas chicas de 7mo. Y 8vo. y los atropellantes muchachos, que al no tener la menor idea de lo que significa ser cortés resultaba groseros a veces hasta hirientes con los más chicos como ella.



    Sara creía firmemente que si se comportaba como una niña menor, la dejarían en 4to. grado, no le importaba quedarse, con tal de no tener que abandonar ese espacio tan amado, su pupitre, su maestra, la biblioteca de su curso, los juegos y canciones, por eso planificó cada uno de sus movimientos, premeditó cada acción y en cuadro mental que fabricó con magistral astucia, escenificó lo que haría a partir de ese momento.



    III



    El sol brillaba fuertemente ese mediodía, parecía que dejaba caer pedacitos de luz que se posaban en forma de gotas de sudor en la frente de las personas. Sara llegó jadeante, tenía la ventaja de que la casa de su abuela, con quien vivía desde los 2 años cuando su madre se fue a Estados Unidos, quedaba a pocas cuadras de la escuela y podía ir y venir sin la compañía de un adulto. En el recorrido hasta su casa todo le pareció grotescamente diferente: la sonrisa del servicial portero, la interpretó como una mueca de burla, el saludo de doña Inés, la amable madrina de su amiga Rosa, una molestia que debía soportar al que respondió con un cortante hola, sin besos ni abrazos como acostumbrara, los pajaritos que revoloteaban en el parque no la embelesaron, ni siquiera los advirtió.



    Al llegar, entró por la cocina, pasó como una bala al lado de su abuela que ajetreada en preparar la comida, no advirtió la brusca llegada de Sara, que a su paso iba dejando su mochila, sus zapatos, su camisa y su lonchera, sin ningún cuidado, ni preocupación.



    Fue la tía Teté quien asombrada encrespó a Sara.



    ¿Y este desorden?



    ¿Sara, qué bicho te picó en la escuela?



    Justo hoy el último día, ¡A caso perdiste tus modales!, a lo que Sara contestó: “Dejé mis modales donde no te importan, y si no quieres ver desorden, recógelo tú.



    - Mamá, gritó Teté, la tía menor de Sara, quizás por ello, no la comprendía, pues apenas tenía 16 años y lidiaba con sus propios problemas… Ven a corregir a Sara, esa moscosa malcriada que ha hecho un gran desorden y no quiere recogerlo.



    La abuela siguió en su faena, como quien no se entera de nada, ya sazonaba la habichuela, ya preparaba los espaguetis, Sara, Teté y su mundo, en ese momento, les eran ajenas, pues cocinar para ella, era una actividad sagrada, en la que se esmeraba y ponía todo su talento.





    IV



    A la ½ hora justa, como siempre, sin un minuto de retraso, sin un minuto de adelanto, la abuela daba el aviso que retumbaba en toda la casa, parecía que llamaba a todo un ejército y no sólo a las únicas dos personitas que vivían con ella, Sara y Teté. “A COMER”



    Ese habitual aviso que Sara recibía con júbilo, hoy era una molestia más, a la que simplemente respondió con desgano, como una oportunidad más de llevar a cabo su plan.



    Ya en la mesa, y sin importar la mirada inquisidora de Teté, Sara estudio su campo de batalla.



    De un manoteo tiró al suelo su plato de comida, desparramando habichuela, arroz y espaguetis, por todo el suelo, sólo ante el sonido del planto al caer la abuela reaccionó ¿Qué pasó? ¿Sara, qué haz hecho? ¿a caso fue un accidente?



    -Accidente, respondió Teté, no la vez, esa niña se vuelto loca. Está insoportable, caprichosa y desorganizada.



    - No te alarmes Teté, respondió la abuela, quizás Sara está enferma.



    - Dinos Sara, ¿Qué te pasa? Como respuesta Sara se levantó de la mesa y corrió a la habitación que compartía con Teté, dejando tras de ella un rastro de arroz y habichuela, cual pulgarcito en el bosque.





    V



    Nadie la siguió, así eran las cosas en su casa, así eran las cosas en su mundo ¡Cuánto extrañaba a su mamá! ¡Cuán sola se sentía!, por eso resultaba tan triste aceptar que ya no estaría en 4to. grado con la señorita Luz, lo más parecido a su madre que hasta el momento había tenido. Ella sabía que su abuela la amaba, pero ella era una mujer un poco desconectada del mundo, parecía que se había quedado atrapada en el tiempo 4 años atrás cuando el abuelo murió, Sara sabía que la manera de amar de la abuela se traducía a tenerle su ropa limpia, su comida lista. A cuidarla si se enfermaba, pero ella sabía que amar era también acariciar el pelo, dar besos en la frente, palmaditas en el hombro , acurrucar en las piernas hasta que uno se duerma , esas cosas ella no las tenía, sólo algunas proporcionadas por la señorita Luz, no eran sólo con ella, aunque quisiera, la señorita Luz es así con todos sus niños y niñas como los llamaba. La abuela era tarda para el afecto y presta para el cuidado, por eso a la media hora llegó a la habitación de Teté y se acercó a Sara que simulaba dormir, succionando su pulgar derecho, costumbre que había superado a los 5 años –Sarita- Sarita, ¿Estás enferma?, ¿Te duela la cabeza? ¿Tienes cólicos? ¿Quieres que te prepara un té?

    - Sollozando Sara contestó: - Estoy enferma del corazón, me duele aquí- dijo, señalando el pecho y no quiero crecer, no quiero ir a 5to. no quiero dejar a la señorita Luz, ¿Por qué siempre la gente que amo me abandona? Mamá, el abuelo y ahora la señorita Luz.



    La abuela se enterneció, por primera vez desde que su esposo murió , se permitió llorar de nuevo, ella sabía lo desgarrante que era asumir una pérdida, por eso pudo entender la angustia que envolvía a la pequeña Sara, se le acercó acomodó sus largos cabellos, la acurrucó en sus piernas y la cantó una canción: “duérmete mi niña, duérmete mi amor, pedacito lindo de mi corazón”. Duérmete querida, mañana veremos que se puede hacer.





    VI



    Sara durmió toda la tarde, soñó que estaba en su escuela, que la señorita Luz le entregaba una medalla y le regalaba el libro de las Aventuras de Tom Sawijer de Mark Twain, ese de lomo dorado y letras rojas que parecía un hermoso cofre de regalo, y que ella había visto en el escaparate de la librería tantas veces.



    Se despertó a eso de las 6:00, estaba aún triste pero de mejor ánimo, Teté no estaba, así que cenó sola, mientras la abuela regaba las flores del jardincito trasero. Después de cenar volvió a la habitación aún tenía varias revistas de Memín sin leer, eran las del viaje a Acapulco, cuento disfrutaba de las aventuras de ese personaje y sus inseparables amigos: Carlangas , Ernestillo y Ricardito, leyendo a Memín, volvió a quedarse dormida a eso de las 8:00 soñó toda la noche que se encogía y se ponía pequeñita y que la señorita Luz, volvía a enseñarla a leer, era extraño, todos sus amigos tenían 11 años, pero ella tenía sólo 5, la miraban extrañados y no comprendían qué hacía una niña tan pequeña en el salón de 5to curso. De repente todo le parecía extraño, ya no estaba la señorita Luz, ni sus amigos, ni su salón y ella apenas tenía 5 años, y no sabía que hacer. Empezó a llorar, lloró, y lloró hasta que se despertó. ¡Oh que susto!, sólo soñaba. Volvió a dormir y esta vez soñó con su madre, su abuela y una nueva maestra tan linda y buena como la señorita Luz. Despertó feliz a las 6:30, era día de buscar sus notas. Su abuela le prometió ir con ella, al llegar a la escuela. Pudo observar que toda la escuela estaba reunida, ese día se entregarían los premios a los mejores estudiantes, y se presentarían también los nuevos profesores.



    Sara estaba feliz, alcanzó a ver a la Señorita Luz, la cual le sonrió de lejos, mientras conversaba con otra joven maestra de amplia sonrisa y ojos alegres.



    Prepararon el acto de entrega de notas y medallas, en orden iban llamando a los alumnos más sobresalientes cuando tocaba el turno de 4to grado, el director nombró a Sara Almonte, parecía que soñaba, acompañada de su abuela subió a recibir su medalla de manos de la señorita Luz y un libro plateado con letras azules, parecido al de su sueño, solo que este se titulaba: “El principito” de Saint Exaupery, mientras volvía a sus asiento la amable maestra amiga de la señorita Luz, la saludó y felicitó, Hola, soy Estrella tu maestra de 5to grado.



    Feliz, regresó ese mediodía a su casa, no había de que preocuparse, ya no temía a crecer, sabía que cada día es una nueva oportunidad para conocer gente nueva y aprender a disfrutar de las maravillas de la creación.



    Hoy todo era más hermoso. Sara comprendió que en el cielo siempre habrá luces y estrellas para iluminar nuestros días, no importa la edad que tengamos. Comprendió también que todos tenemos una forma de amar única y se propuso en lo adelante cuando un beso o un abrazo le hiciera falta en lugar de esperarlos ella también podía darlos. En fin todo sigue su curso, crecer es hermoso y nos enseña a ver el mundo con ojos nuevos.
     
    #1
  2. Engel

    Engel SOÑADOR TOCANDO CON LOS PIES EN TIERRA

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    El tejido de esta prosa infantil es el de un encaje minucioso, empapado de orden y desorden, de fantasías, de experiencias, sueños, ilusiones, desengaños. La historia alcanza un equilibrio en ese tránsito de una etapa de la vida que concluye hacia otra que comienza, dominado por la resistencia de Sara a verse crecer. Manifiesta una apuesta por la esperanza en el futuro.

    Me gustó pasar a leerte. Un abrazo.



    (Permiso para sugerirte que intentes borrar las copias del escrito, seguramente por error, se ha multiplicado por cuatro.)
     
    #2
    A Maldonado le gusta esto.

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