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Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por xantos123, 3 de Septiembre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 709

  1. xantos123

    xantos123 Poeta recién llegado

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    El grito desgarró el silencio penetrando en todos los rincones del oscuro habitáculo, su ocupante acurrucado en la esquina más apartada de la entrada temblaba, mientras su mente luchaba por encontrar alguna forma de escapar a la locura que se colaba poco a poco en su interior. El escalofriante chillido de agonía y terror cesó tan abruptamente como surgió y aunque sintió alivio al recuperar la paz silenciosa, se preguntó cuando volvería a oír otro y si sería él quien lo emitiera. Mejor es morir pensó, antes de enfrentarse a la agonía de un final incierto. Repaso el estrecho cuarto, una vez más, por si veía una salida que sabía que no existía, recogió la barra de metal que había arrancado de una mesa y deseo haber tenido una pistola láser escondida en su cuarto. Los protocolos de la nave impedían que los tripulantes tuvieran armas propias, sólo seguridad tenía acceso a ellas. Maldita sea, ¿qué había salido mal?. Les ordenaron que se refugiaran en sus camarotes mientras durara la crisis. Todos confiaron en que la seguridad de la nave resolvería el problema, pero algo había salido mal, terriblemente mal y ahora todos los tripulantes estaban aislados en sus cabinas, solos e indefensos, sin saber a que se enfrentaban.

    La nave llamada Intrépida realizaba la ruta comercial de la Vía Arturia del Sistema Maresio, tripulada por el capitán, dos ingenieros, tres guardias, cinco tripulantes, cinco mercaderes y cuatro pasajeros. Su destino el planeta Sites V, un importante centro comercial del sector, la ruta era la habitual, se había recorrido cientos de veces no deberían haber tenido ningún problema, ninguno. Aunque en el espacio los sucesos más extraños pueden darse y así una llamada de emergencia de una nave maturita fue el detonante del desastre. Tras su recepción se produjo una discusión en la nave, el capitán deseaba acudir a la llamada de socorro, pero los mercaderes no estaban dispuestos a retrasar su llegada al planeta Sites V, dentro de tres días debían estar en él para tratar ciertos asuntos importantes. En aquel momento, todos simpatizábamos con la postura del capitán, pero los mercaderes pagaban la nave y contra eso poco se podía hacer. Entonces el capitán enfocó el asunto desde otro punto de vista, según una ley no escrita, el salvamento de una nave hacía que se tuviera derecho al cargamento de la nave salvada si en ésta no se hallaba tripulación y visto que el mensaje era de hacía varias semanas y los intentos de comunicarse no habían tenido resultado, había una posibilidad de obtener un sustancioso beneficio al hacer el rescate. Esto despertó la avaricia de los mercaderes que accedieron al rescate por motivos “humanitarios”, como se apresuraron a aclarar. Todo fue bien al principio, si se puede decir eso a encontrar una nave a la deriva, en perfecto estado, sin rastro de la tripulación. Los análisis indicaban la inexistencia de signos de vida en la nave y los mercaderes se frotaron las manos cuando se les informó que la mercancía que transportaba la nave era tatenio, un material empleado en la construcción de naves y por tanto, muy cotizado en el mercado interestelar. No todo fueron alegrías ese día, un ambiente raro se podía percibir en el animo de la tripulación, todos estábamos nerviosos, alterados, los que habían entrado en la nave abandonada hablaban de un silencio aterrador, un vacío que tensaba los nervios, una sensación extraña de que no estaban solos en la nave, que algo o alguien los vigilaba en las sombras. Nadie deseaba regresar a ella, algunos insinuaron que deberíamos marcharnos al no haber supervivientes e informar a las patrullas estelares de la Federación. Los mercaderes que sentían, lo mismo que cualquiera de nosotros, un miedo que iba creciendo, exigieron compensaciones por haberse apartado de la ruta comercial y ordenaron al capitán que traspasara el tatenio a nuestra nave. El proceso duraría varios días, el capitán fue convencido por la promesa de un diez por ciento del beneficio obtenido en la venta del tatenio. Eso nos condenó a todos. La primera muerte sucedió al segundo día de encontrar la nave maturita, aunque no lo descubrimos hasta el tercer día. El tripulante Actoe Uvin desapareció misteriosamente cuando trabajaba con un deslizador magnético. Los esfuerzos realizados en su búsqueda no tuvieron resultados, un barrido con el escáner de las dos naves determinó que el tripulante ya no se hallaba en ninguna de las dos. Lo que dejaba dos opciones o se había lanzado por una escotilla al espacio o estaba muerto, pero si estaba muerto su cuerpo debía aparecer. Lo encontraron cerca de los reactores de la nave maturita, si se puede llamar así a los restos de un brazo y una pierna desgarrados y sangrantes. Fueron tres los que lo hallaron, sólo uno regresó de aquel lugar. Apareció corriendo como un loco, gritando, delirando, llorando, sangrando, una horrible herida le recorría todo el brazo derecho. Se precipitó en la Intrépida y selló la puerta de atraque tras él gritando que habían encontrado un brazo y una pierna del tripulante desaparecido, que un monstruoso ser había matado a sus compañeros y le perseguía, que debíamos irnos y destruir aquella maldita nave. Tuvieron que sedarlo para que se calmara, un error, pues cayó inconsciente al instante y no llegamos a oír toda la explicación de lo ocurrido. La puerta de atraque estaba cerrada podríamos haber huido de allí en aquel momento, pero el capitán era un hombre que no dejaba atrás a su gente sin luchar, en la nave maturita habían quedado atrapados tres mercaderes, dos tripulantes y un guardia, no podía abandonarlos. Ordenó que el resto de la tripulación se metiera en sus cabinas hasta que pasara el peligro, algunos protestaron pero el capitán había cogido un rifle láser y había armado a los dos guardias que le quedaban con pistolas láser. Es sólo una suposición, yo ya estaba en mi cabina, pero debió abrir la maldita puerta de atraque y la atravesó para salvar a sus hombres de algo que no conocía, algo que sin duda acabo con él y sus hombres, algo que entró en nuestra nave y ahora se pasea por sus pasillos buscando a sus siguientes víctimas.
     
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