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Se acabó

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por Callejero60, 17 de Septiembre de 2025 a las 6:16 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 18

  1. Callejero60

    Callejero60 Sé agua ... o nada.

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    Hombre
    Vas diciendo por ahí
    que lo nuestro sa cabáo,
    que en la botella caí
    por no tenerme amarráo,
    yo le digo a tó que si
    pa no ponerme enfadao
    y a nadie norte le dáo
    de que si bebo es por ti.
    Tó lo que un día te di
    por despecho has olvidáo...
    Que el mañana empiece aquí
    y ca uno por su láo.

    Viá decirte dos cosillas
    ahora que te veo de paso;
    que no hay ropa tendía
    y no llevo encima un vaso:

    No maldigas tanto al vino,
    que a ti no te duelen prendas,
    cuando se pierde el camino
    hay que buscarse otra senda;
    ca uno tié sus razone
    si se echa a la bebía,
    pa aliviá los corazone
    no es tan mala la salía;

    quien vive soliviantáo
    medicina encuentra en él
    y hasta se siente amparáo
    aunque no sepa el por qué.

    Ná tiene que ver conmigo,
    me emborracha la razón,
    ni es mi compare el vino
    ni viá pedirte perdón.

    Seguro que en mi veréa
    se quean las cicatrices,
    como en las entrañas quéa
    lo que una boca no dice.

    Sin la mirada del ebrio
    ni jechura de indecente,
    ná viá quedarme por dentro,
    ahora que te tengo en frente.

    Ni lo bueno fue tan bueno
    ni lo malo fue tan malo,
    por eso quiero que hablemos
    antes de liarno a palos,
    que si tú tienes lo tuyo
    lo mío lo llevo yo,
    vamo a dejarnos de orgullo
    que el tiempo lo cura tó.

    Por poco que valga un tío
    que en la botella se ampara,
    cuando me viste bebío
    ni me miraste a la cara;
    te hubiera fijáo en ella,
    que en seguía te habría dicho,
    que me comía la pena
    por no darte tus caprichos,

    ¡Si mujé, los que tu tiene!
    ¡Los que te hacen felí!,
    como el reló de pulsera
    que parecía de rubí,
    esa mantilla de encajes
    que por el ojo te entró,
    fíjáte tu qué malage
    que otra se la llevó;

    y aquel vestío de feria,
    y zarcillos de corales,
    de seda fina unas medias
    de las que se hacían antes;
    yo me comía por dentro
    por no poderte decir:
    ¡Pide guapa lo que quieras
    que pa eso estoy yo aquí!

    No digas que es un borracho
    el que a tabernas se agarra,
    que en la calle busca el macho
    lo que no encuentra en su casa;

    a mi me fartába el blanco,
    no el de las cuatro paredes.
    ¡No pongas cara de espanto!,
    que la verdad siempre duele.

    El blanco de mano amiga
    cuando mi altura era el suelo,
    cuando yendo a la deriva
    en ti no veía puerto;
    El blanco de una sonrisa,
    el blanco, de algún lucero,
    que iluminara un poquillo
    al que venía del infierno;
    blanco, de la confianza,
    blanco, de querer sincero,
    ¡Blanco que tú no tenías
    ni por fuera ni por dentro.!

    No fue nunca una mentira
    que si poco arrima el hombre,
    a la cara se le tira
    la mala suerte del pobre.

    Deja ya a un láo las manías
    de las espinas sin rosa
    que ajondando en la jería
    se vuerven más dolorosa.

    Te traté como una reina
    sabiendo que no podía,
    por saltarme las barrera
    entre tu vida y la mía;
    tú, de alcurnia distinguía
    y yo de poco parné
    que como un tonto creía
    que tó lo podía tener,
    que me miraba en tus ojo
    -como un hombre a una mujé,-
    grasia te hacían mis piropos
    y yo me sentía Marqués.

    Pero pasó como siempre;
    que lo bueno pronto acaba,
    cuando no toca en tu aldaba
    eso a lo que llaman suerte.
    Con la estocá de la muerte
    hasta el aire me faltaba,
    cuando otro día pasaba
    sin sacá los pies del plato,
    y aguantando el arrebato
    otra noche me acostaba.

    No vengo de condenáo
    ni a echarte la culpa a ti
    si mucho o poco he lloráo
    eso se quea pa mi;

    que si se acaba, se acaba
    pero sin malo y sin buena,
    cuando se enseña una faca
    la otra no se quéa quieta.

    Lo mismo por otra calle
    un día me ves pasar
    con algún traje elegante
    y jurdeles pa guardar;
    ese día -yo te digo-
    que me clavaré en la cruz,
    antes que ser el mendigo
    que por dentro llevas tú.

    Sigue ahora con el cuento
    que le sueltas a la gente,
    dicen que a los dichos necios
    los oídos son tenientes.
    ••
    ¡La penúltima, compare!
    ¡Que ya mismo son las diez!,
    y to esto viá soltarle,
    cuando llegue, a mi mujé.
    ~•~

     
    #1

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