Se internó en la transparencia

Se internó en la transparencia de los sueños y de las ideas que nacen en la noche. Se introdujo en esas ideas de perfume increado y de lenguaje sin habla tan imposibles de enumerar… Sintió, al fin, por primera vez, esa frescura y esos sonidos difusos, -casi más bien un zumbido-, que, incansable, desmayaba sus notas sobre una partitura más,-como muchas otras-, de luz lenta, y que jamás puede ya dejarse de soñar.

Pareciera como si Dios resbalara invisible y perezoso por el Cosmos, ocupado en revisar el buen estado de la eternidad. Algo me contaron sobre todo esto, pero sigo siendo incapaz de recordar nada al respecto.

De lo que no cabe la menor duda es que, aquella noche, al menos pudo acariciar, - o creyó que pudo acariciar-, las armonías celestes más oscuras y tomar nota de sus distancias para poder volver, cualquier otro día, a visitar aquellos fantásticos parajes. ¡Qué iluso!, ¡pobre hombre!... Pero no queremos que sufra por sentirse decepcionado. Dejaremos que siga creyendo que todo esto es así, pues no es nada agradable experimentar amargura por tan poca cosa. Dejaremos que, al despertar, como cualquier otro día, mientras su consciencia se activa, vuelva a sentirse un tanto mustio, que sienta ese mínimo toque de tristeza, de melancolía que nace al ser consciente de la descomposición, de la evaporación, de la desintegración irremediable de la magia que tiene el soñar.