Se llamaba verÓnica

La última vez que la vi fué en el mismo bar en que nos conocimos, iba con un tipo de esos que parecen haber nacido con una mancuerna de 10kilos en cada brazo. No me vió o sencillamente no quiso hacerlo. Iba yo cargado de bourbons hasta la médula. Hasta el último átomo de mi cuerpo rezumaba alcohol, hediondo, pestilente, de ese que te hace parecer ante los demás un borracho baboso.

Ella meneaba su melena de fuego y se contoneaba orgullosa, sabedora de los estragos que era capaz de provocar en los débiles de ánimo y de bragueta, ajena, por supuesto a esa sombra que la deseaba, que la adoraba, a ese borracho baboso que ella misma había creado.
No pude resistir más su visión y salí tamabaleándome del local que por entonces estaba atestado de gargantas ávidas de licor. Hacía frío y llovía, los noctámbulos de turno se guarecían bajo las marquesinas del bus y los portales se prestaban generosos a ello, tanto que no había sitio para mí.
En un momento dado empecé a correr, no sé porqué, ni como, pues todos los elementos estaban en mi contra, el viento, la lluvia, el frío y mi sangre partida, rota por el licor y la vida desordenada, entonces quise escapar, convertirme en aire, ser aire, confundirme con la nada, para así dejar de sentir.

La lluvia había sufido una leve mutación, cristalizándose en una nive finísima, que empezaba a coronar mi cabeza y a vestir mis hombros con su albo manto, mi boca vomitaba el humo blanco de la noche y mis manos, ya no me pertenecían, insensibles .

Caminé hacia el parque y me acomodé en un viejo banco vestido de amarillo, cerré los ojos, y mis sueños se volvieron fuego y mis pesamientos se tornaron rojos, y mi mente se volvió a inflamar con la visión de su pelo.
Se llamaba Verónica, nunca un nombre fue tan acertado, todas las pelirrojas de largas piernas deberían así llamarse.
Se llamaba Verónica y sueño que estoy sobre ella, que sus piernas abrzan mi espalda, que mis labios besan esa melena del color del peligro, que mi cuerpo y su cuerpo son una sola carne.

Se llamaba Verónica y me abandonó cuando la plata se fué una mañana muy de temprano, con la equivocación de un broker novato. Ella era todo lo que yo había deseado, mi alimento, mi sangre, pero cuando la pobreza entra por la puerta....

Oigo sirenas, se acercan, cada vez más, tanto que parecen estar en mi cabeza, y están aquí, por mi, para mí, pero yo no puedo hablar, ni moverme, ni pestañear, y mi corazón tampoco late, mis pulmones no respiran, hay mucha gente que me toca, gente que habla dice que estoy muerto, que llevo aproximadamente cuatro horas muerto, ¡Anda! y yo sin saberlo.

Ven Verónica, pequeña quiero decirte un poema, y mientras me envuelven en una bolsa que se me antoja de plástico, yo le recito a Neruda:

PUEDO escribir los versos más tristes esta noche.
El viento de la noche gira en el cielo ycanta
Escribir, por ejempo: "la noche está estrellada,
y tiritan, azules los astros, a lo lejos".


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas beses bajo el cielo infinito

 

Excelente prosa, muy fluida y con buenas metáforas, además el poema de Neruda al final le da un toque muy especial.
Un gusto, saludos.

 

Gracias amigo, me alegra que te guste. Te leeré. Un saludo

 

Interesante propuesta con buenas metáforas karenin, concuerdo con viten, el Neruda del final lo hace especial.

Beso.
Diego.