Se me va la vida

Me miro en el espejo, pero la reflexión no es mía, dentro de mí aparece el miedo que envía un dolor insoportable por mi espina dorsal. Siento que mis poros comienzan a filtrarse, como si estuviera atrapado dentro de mí mismo, mi voz no fluye y es difícil hablar. Temo por mi salud y mi estabilidad emocional.
Mis nudillos se vuelven lastímeros cuando aprieto mis puños a los lados de mi lavabo, mis músculos se contraen al comenzar a deslizarse cuando están más cerca del borde. Cierro los ojos y trato de concentrarme, noto mi respiración y la desaceleración de mi corazón como la furia y la ira que podría obligarme a ir a ciegas, y rasgar todas mi vestiduras de riguroso luto.

El dolor en el pecho me hace morir y mi corazón comienza a latir más lento, mis pulmones se ínflan y noto que mi respiración aumenta el consumo de oxígeno, es como si cada fibra de mi cuerpo comienza a saber que la tensión se ha ido y la presión de mis manos en el fregadero disminuye. Me desplomo en el suelo y me convierto en una bola de huesos y carne, siento que me quiero morir, mi montaña rusa emocional está en caída libre, mi cuerpo tiembla y empiezo a llorar.

Es el fin, ya todo da igual, mis propositos se cumplieron, y mis noches de soledad e hinsopnios ya no serán tormentos ni montañas que me precionen el alma para pulgar mi cuerpo impuro de pensamientos perversos.

Antonio Calvo Fernández