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Seis metros

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por durgell, 17 de Octubre de 2005. Respuestas: 3 | Visitas: 1012

  1. durgell

    durgell Poeta recién llegado

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    23 de Septiembre de 2005
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    SEIS METROS


    Como el mar de la ranchera, desde mi ventana el muro no se ve. Dicen los que lo han visto, que son seis metros de metal, coronados de la más sofisticada filigrana de cuchillas –vulgo alambre de espino–, y que no es uno, sino tres, los que se yerguen hacia las nubes, estableciendo una suerte de finisterre contemporáneo que limita la razón de los que piensan y entrecorta el camino de los miserables.

    Custodiado por lo mejor de nuestras mentes y lo peor de nuestras facultades, provisto de visión nocturna y sensores de movimiento, distancias de seguridad, vías de servicio, torretas de control y una turba de inurbanos que lo habita… duplica y endurece su altivez;  símbolo de permanente división… constriñe y garantiza diferencias que no son verdad.

    Treinta mil –dicen–, acechan a nuestro gigante de metal, lo sabemos porque les han visto. A decir verdad, yo también he visto sus miradas perdidas. Les vi ayer, en el desayuno y creo que otra vez durante la cena –en el parte, de refilón–, entre los anuncios de gente y una promoción de salsa rosa. ¡Treinta mil!

    Intento imaginármelos: de noche, agazapados entre la maleza… treinta mil personas reducidas a bestias. Bestias asustadas por la inmensa nada y el gran quizá, que se abre ante sus ojos… embriagados por un suelo que la brisa parece revestir de lluvia, el zumbir de los grillos y esas luces –tan distintas a las de Nador–, que no alumbran calles ni plazas, sino solo acero… y blindados.

    Aquí no hay banda sonora: murmullo de misa y el ir y venir de los viejos camiones de la gendarmería. De vez en cuando, la tos de un niño y algún que otro llanto sordo. Se diría que nos han oído… O no. Pongamos que no. Vale que no me oias ¿eh?

    Y las luces nos lo descubren: helos ahí, sus seis metros. El alambre que entreteje sus flancos alcanza tal nivel de perversión, que incluso permite que las imágenes fluyan a través de si, mostrando a unos el rostro de los otros y a los otros… ¡ay!, los otros… no quieren mirar.

    Fragor de pasos. Alguien tiene prisa en la oscuridad, marcha veloz hacia el desenlace, sea el que sea. Después de todo, cada minuto no es más que sesenta segundos… y lo que haya después… peor no puede ser.

    No muy lejos, oigo el crujir de hojas en cuyo corazón el rocío todavía no ha conseguido hacer mella y también alguna señal estudiada… ¿o es solo un pájaro?... no, diez o doce reaccionan a una. No hay tiempo para pensar. El punto de no retorno se lo habíamos establecido mucho antes de nacer.

    Escaleras en ristre, se dirigen hacia el primero de los muros, el empeño nubla la mente: el instinto somete a la razón. Ahora es el animal quien trata de sobrevivir, por encima de los artificios de la civilización, el fenómeno antropológico deja paso al puramente biológico: los ejemplares mejor capacitados acometen el primer ataque, el objetivo es vencer la altura y neutralizar cualquier posible resistencia. Detrás: la manada; compacta y aterrorizada, pero sin alternativas.

    La principal garantía del grupo, es el grupo. La mayoría sabe que algunos no lo conseguirán. Se trata de una carnicería… un auténtico proceso de selección natural. Lucha animal entre seres humanos en pleno septiembre de dos mil cinco.

    Unos disponen de abundante material antidisturbios: pelotas de goma en las que la proporción de hierro quintuplica a la de caucho, botes de humo que no contienen humo, defensas mortales, falta de instrucción y miedo. Los otros… solo tienen miedo. Miedo y arrojo, en proporciones parecidas.

    La estrategia de grupo parece ser decisiva. Uno a uno no tendrían ninguna posibilidad. Por tanto, según parece, llegan a intentarlo en grupos de hasta trescientas personas, que –digo yo, son un buen número, habida cuenta de que un grupo de treinta, ya supone una buena concurrencia–. Imaginemos diez veces más. Y cada uno de esos grupos, no es más que un uno por cien de los supuestos treinta mil.

    ¿Treinta mil personas? ¿Alguien cree que se trata de solo treinta mil personas? ¿Hablamos de una población similar a la de Galdakao, Vilafranca del Penedès o Colmenar Viejo? ¡Por favor!, treinta mil personas no generarían la alarma social a la que estamos asistiendo –y no porque lo reducido del número lo haga más humano; una sola muerte un número infinito de vidas–, sino porque un somero vistazo al mapa, nos aclara mucho las cosas: no hablamos de treinta mil, ni siquiera de tres cientos mil, como tampoco hablamos de tres millones de personas.

    La historia llama a la puerta de Europa. Nadie puede abstraerse a su pasado. Esto cada día se asemeja más a una película americana de ciencia ficción, en la que la civilización alcanza solo a una parte del planeta, más allá de los límites de la cual se extiende la zona oscura, llámesele Mordor, Marte o África.

    En realidad, la propia realidad es cada vez más parecida a una película americana de ciencia ficción, en la que los hotentotes de los bien estantes protegen su parcela de confort frente a los mordiscos de unas bestias que no lo son, que viven lejos, que amenazan su “libertad” prostituida, su “democracia” iletrada y sus variables macroeconómicas. En esta película incluso los dioses se ven reducidos a simples pedos: los propios embriagan y los ajenos repugnan… la teología misma se redefine al servicio de la política: corren los tiempos del “in God we trust”, del “Dios está con nosotros”, del “su Dios es incultura, terrorismo y antidemocracia”.

    Lamentablemente, todavía hay quien se empeña en creer que la solución a las diferencias Norte-Sur, consiste en crear un ecuador fortificado de seis metros de altura, venderles refrescos de cola, camisetas de los jugadores de las empresas deportivas asentadas en nuestras ciudades y cobrarles en concepto de royalties por las medicinas, armarles con cargo a su deuda exterior. Todavía habrá quien piense que en este artículo se aborda más de un asunto… como si se tratara de hechos desconexos.

    Entretanto, treinta mil personas sobreviven en tierra de nadie, en los cinco kilómetros que rodean la línea imaginaria que define la frontera de Marruecos con Algeria.

    Personas de entre dos meses y sesenta años, sin cultura ni medios, misteriosamente francófonos, deprimidos, ex soldados de diecisiete años, exhaustos, derrotados y cautivos. Personas. Que en el momento álgido de su más honda vergüenza demostraron ser en realidad, los seres humanos más dignos del Planeta. Absolutamente inocentes. Víctimas supremas de nuestro bienestar, de nuestro pasado, de nuestro dominio y nuestra avaricia. Les hemos reducido a no poder existir. Nos sobran.

    Ojala pudiera conjugar un “nosotros, me sobramos”.


     
    #1
  2. palini

    palini BRUJA PIRUJA

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    30 de Octubre de 2005
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    IMPRESIONANTE. No encuentro adjetivos para describir semejante escrito. No los encuentro, de verdad. Tu manera de escribir, ME IMPACTA. Este alto en el camino, para felicitarte, y nada!!! a seguir aprendiendo de tus pensamientos. Hasta ahora.
     
    #2
  3. MP

    MP Tempus fugit Miembro del Equipo ADMINISTRADORA

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    29 de Diciembre de 2004
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    Una denuncia a gritos, una injusticia que clama al cielo, un escrito magistral.
     
    #3
  4. Rafael Chavez

    Rafael Chavez Poeta adicto al portal

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    8 de Agosto de 2005
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    Si nos quedamos callados, otros hablaran. Bien por expresar lo que sucede.
     
    #4

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