Semillas.

Y es que son los momentos de soledad los que más temen los hombres. ¿Por qué? Porque no hay ruido alrededor para acallar sus pensamientos. Nada que les despiste. Nada que les distraiga. Solo ellos, ellos mismos y sus ideas.

Aterrador.

Sienten como cada una germina cual semilla de su subconsciente. Sienten cómo crecen, poco a poco, y son ellos los que las alimentan con la angustia de saber que no pueden detenerlas. Las riegan. Les dan vida. Crecen en su interior, se alimenta de su sangre, sus lágrimas, incluso de sus propias ideas. Y lo saben, son conscientes. Van creando túneles en el interior de cada ser, como lombrices, hasta que llegado el momento todo se derrumba. Y es entonces cuando entran en pánico. Silencio en la noche. Estallido de agua salada sin consuelo.

 

Y quién en su intimidad no ha tenido de estos momentos... aterradores, que nos recuerdan que somos humanos. Muchísimas gracias por leerme, ¡el hecho de que algo mío te de que pensar hace que me sienta orgullosa! Un abrazo.

 

A veces la soledad es mala consejera pero buena compañera cuando somos conscientes. Un placer leer y dejar mis cordiales saludos.