Si escribiese una historia de amor.

Si escribiese una historia de amor, hablaría de dos personas, cualesquiera y dónde fuere, que por nombre tuviesen una “él” y la otra “ella”, aunque realmente narrase de “ello”, de eso que llaman amor, en donde poco importa el género. Pero no hablaría del Amor, ese que se escribe su primera letra en mayúscula, sino del amor en minúsculas, ese amor romántico, para todos tan igual y diferente.
Hablaría de un amor, de esos de andar por casa, de esos que se dan todos los días. Contaría que se conocieron en un lugar sin importancia, el metro, el Corte Inglés, a la salida de un “parking” o en una guagua. Desde donde pasaron horas sin dejar de hablar, entre miradas, cada vez más cerca sus labios de alguna tragedia. De alguna tragedia sin inventos, de una de esas del montón. Una traición, los celos o que no funcionaban en la cama. (En esta última escena, tal vez, “él”, o “ella”, diría que es normal, que no pasa nada y “él”, o “ella”, a la otra persona le mentiría diciendo que tiene razón, pensando que la culpa no es de ella.) Así, sería un amor de corta duración, e intenso, como sienten los niños, como el que se da casi en cualquier romance. Uno de esos que buscan ideales, que se mienten en el proceso de darse cuenta de que la luna no se puede regalar por muy grande que sea el deseo. Así, en el transcurso de unas semanas, caería sobre ellos una sádica espada de Damocles que les dijera que ninguno es un sueño, que los dos están hechos de carne y hueso, que son humanos, seres que coleccionan defectos. Y ya “ella”, o “él”, no añoraría tanto sus besos y “él”, o “ella”, ya no encontraría paz en su cuerpo, o al revés, tanto viene a ser. Pues igualmente estarían abocados a perder lo que nunca ganaron, el Amor, el de verdad, el de la mayúscula, el que perdura pese a que pasen los años. Pero esto ellos no lo saben, creen que el enamoramiento, lo único que en sus vidas han conocido, es todo lo que se llama amor, sin darse cuenta de lo equivocado de su absurdo. Por eso ambos, desde ese momento, desde que se digan adiós como quien escupe al cemento, odiarán el metro, el Corte Inglés, los “parking” o las guaguas, maldiciendo ese lugar en el que se conocieron y que ahora sólo les recuerda al fracaso. Como una historia más de amor, ese que se escribe con minúsculas, una historia de tantas, una del montón, que terminó, llena de pena y sin gloria.
Claro que eso si escribiese una historia de amor, pero no tengo ganas.

 

"Claro que eso si escribiese una historia de amor, pero no tengo ganas."

Nos lo cuentas otro día?
Pues yo tampoco me voy a poner del amor, porque ya csi está tod escrito y dicho,
nos queda vivirlo,
además me acabo de comer un pincho de huevo con patatas
y un botellín de cerveza sin alcohol (aunque pudiese parecer lo contrario) con limón,
y estoy muy llena

un saludito