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Sí, Flaco.

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Elisalle, 3 de Noviembre de 2017. Respuestas: 1 | Visitas: 365

  1. Elisalle

    Elisalle Poetisa

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    Para quienes siguen mis historias vivenciales.
    Sí, para quienes me siguen desde hace algún tiempo y han leído alguna prosa para El Flaco. Les recuerdo un poco que este señor, a quien llamaba así por cariño, amistad y confianza. Alguna vez lo recordé como mi compañero de mucho tiempo para bailar el tango, afición que ambos teníamos y que tuve la suerte alguna vez que me eligiera como su partner en el dos por cuatro. Para quienes no entienden lo del dos por cuatro, digo que es una figura que se hace en el tango al bailar y los pasos son contados. Así se empieza a aprender. Es aburrido, para qué les digo nada. Muy aburrido cuando se empieza y si los maestros te tienen mala, es peor, más veces lo hacen repetir. No es lo que me convoca hoy a venir a esta página que tenía bien silenciosa por otros motivos. Bueno. Después hablé, en una carta creo, al Flaco, porque me contaron que andaba botado por las calles de la vida como un mendigo. Los vicios van apartando a la gente de sus seres queridos. Más es, cuando son duros para entender que es una enfermedad y que debe tratarse. Dicen que alguna vez lo internaron, no me consta y que desde allí se escapó. Para mí este hombre marca una etapa de mi vida porque con él aprendí a bailar más o menos bien. Fue mi mentor cuando daba los primeros pasos en esta danza, porque fui su admiradora. Asistía a las fiestas de este ritmo y él era el mejor, el destacado, el más elegante y un poco arrogante. Yo, más que admirar su persona, adoraba ver sus pies deslizarse sobre el piso cuando bailaba con su esposa Iris. Usaba ese calzado rico de los tangómanos y el elegía siempre el color blanco, charol blanco. La verdad es que se vestía entero de blanco y usaba una "humita" negra. Se llama de otra forma en el lenguaje tangüero. No recuerdo de qué manera se me iban los ojos a sus pies y ahora que lo escribo, vuelvo a visualizarlo. Parece que me sentaba en el piso. Es que apenas pisaba, pues. Es que era un gato. Algo así como Bruce Lee en sus movimientos de defensa. Este era de sensualidad. El Flaco era el mejor bailarín de tango y tuve la gran suerte de que alguna vez mirara un poquito más abajo y me viera. Que no se diera cuenta que lo admiraba y que bailar con él alguna vez, era mi sueño descartado. No. La vida tenía marcada otra cosa. Miró más abajo. De allí me sacó para invitarme a la aventura de bailar con él. Mucho trabajo. Trabajo. Trabajo. Trabajo. Paciencia. Ensayábamos los fines de semana en una sede social. En ese sencillo lugar limpio y con espacio grande me enseñó. Muchas veces lo vi secarse el sudor que manaba de su frente por tanto trabajo. Ahí no me recuerdo yo. No sé si sudaba igual. Quien más se desgastaba no era yo, dura como nuez y entonces, había que repetir. Alguna vez, no sé en qué instante, vi la luz y empecé a tenerme confianza, gracias a él. Y empezamos a mostrarnos, no, la verdad es que empezó a mostrarme porque yo era desconocida. Seguimos un camino largo en donde de su mano me hice conocida en el ambiente del tango. Sembramos, cosechamos, ganamos dinero, fama y yo fui la ganadora en este asunto porque de la nada salí y yo quería salir. Yo siempre fui una agradecida de una amistad tan bella en que primaba el respeto y fue así todo el tiempo. Cinco años. Fueron cinco años que bailé con él y hasta hoy, algunos me recuerdan, nos recuerdan... Dejamos de bailar por una circunstancia que es parte de los códigos de vida entre dos compañeros. Después no bailó más. Desapareció del ambiente. Yo tampoco volví a bailar.Hace poco tiempo me dijeron que andaba en las calles el Flaco. Que pedía limosna el Flaco. Que apenas conocía el Flaco. Que el Flaco dormía por unas monedas en el Hogar de Cristo. Yo fui por esos arrabales donde decían que se veía, pero nunca lo vi. También pensaba que no iba a conocerme. Qué iba yo a hacer por él si los demás compañeros no apoyaban. Que me hubiera visto y me hubiera reconocido, es posible que se hubiera avergonzado. Sé que me recuerdan por él, aunque yo me gané ese lugar también. Hace unos días, alguien llamó a mi teléfono de casa: "Hola Margarita. Te habla... Tú bailaste mucho tiempo con Osvaldo, ¿verdad?". Es que me entró de una. A nuestros años hay que tener cuidado con esos llamados de los amigos de antes, más, si no acostumbran a llamar. Ya no es para avisar de la fiesta del sábado. Ya no es para un cumpleaños de nosotros. No es para una presentación de última hora. No señor. Las etapas son las etapas y si alguien llama después de años a la casa y haciendo esa puta pregunta, no es para me prepare con un vestido lindo, tacos, medias caladas para presentarte en una sala con el ¿Flaco? No respondí a la pregunta del amigo, sólo dije: <Qué pasó. Creo adivinar. No me digas nada, mientras una lagrima se anudaba en mi garganta> Al Flaco lo habían encontrado en una calle de esas más oscuras, de esas más heladas en este tiempo en que no debería hacer frío. El rey de la Milonga había muerto. No fallecido, eso es muy elegante para alguien que muere solo, de frío, de alcohol. De pobreza. El Flaco se murió. Lo llevaron al Servicio Médico Legal para hacer autopsia ¿Qué quisieron saber? Acaso la tristeza del alma se descubre en una autopsia? Trámites de rigor. Hacerlo más mierda que la vida de mierda que tuvo por algunos años al margen de los amigos, olvidado por la sociedad. Yo te nombro a ti y posiblemente alguna vez me leas. No era cosa de lamentar que anduviera botado. Era cosa de levantarlo entre todos y me incluyo. No fui a su velorio, nadie avisó. No estuve en su abrazo con la húmeda tierra de nuestra región, pero sí, hice un minuto de silencio a la hora de la bajada y recé un Padrenuestro. La ciudad ha perdido a uno de los mejores bailarines. El mundo tangómano está de duelo, pero a algunos no les duele; otros no lo saben. A otros no les importa. ¡Era un borracho! A mí se me va una parte de la vida con el Flaco. Y fue tan perfeccionista que hasta eligió El Día de los muertos para morir.
    Flaco, te enterraron lejos, pero iré a verte. Te echaron en un hoyo negro, muy negro y ojalá no lo hayas visto. Que se quede el blanco de tus trajes primeros de exhibición y que tus zapatos del mismo color, pero en charol, hayan sido tus alas que te llevaron ya, a un mundo mejor porque el infierno ya lo viviste aquí.

    *
    flaco.jpg flaco1.jpg





    Elisalle
    03/11/2017
    El Flaco es el caballero que está detrás de mí en la fotografía
    La otra es de talleres que impartimos muchas veces.
     
    #1
  2. nomar

    nomar Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Wow, triste, pero maravilloso relato, de esos que te exprimen el corazón de impotencia y de por qués sin respuestas, y es que hay actitudes y sentimientos que no pueden explicarse, solo sentirse. Un gusto leerte otra vez. Mis saludos y aplausos para tí y tu trabajo. Lindo fin de semana.
     
    #2

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