Si le dejo a un lado

De mi ego jamás he sacado ninguna conclusión.
Las gaviotas siguen queriendo que el cielo les cubra, pero lo que les pierde es el horizonte.
Soy ateo practicante o prácticamente.
Mi surrealismo mana de múltiples fuentes.
Todas son fiables, me digo, con la conciencia amenazada.
Existen todo tipo de utensilios de tortura.
Mis obsesiones son abruptas, abrumadoras.
He salido con una mano delante y otra detrás.
Pero la calle no ofrece nada a los déspotas.
Ni siquiera las vistas o el paisaje.
Un exorcismo es una vía de escape para mí.
Me he untado de mis síntomas.
Manía persecutoria, ideas suicidas, megalomanía, ansiedad.
Y no he sido capaz de endiosarme.
Qué pretendía.
No tengo ya oscuras intenciones.
Ni siquiera interrogantes.
Pueden preguntarme lo que quieran.
Les remito a mis poemas.
A su aleatoriedad.
El hombre camina recto y erguido.
Yo no asumo mi trastorno.
No creo del todo en él.
Pero debo sacarme a Dios de encima.
Me he jurado romper la encrucijada en la que estoy inmerso.
Nadie puede ayudarme.
Tengo conciencia de enfermedad.

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El eterno debate.
Locura o cordura.
Las calles me arrugan la frente.
Tengo algo dentro que no sé cómo expresar.
Sensaciones, emociones.
No quiero hablar de mi diagnóstico.
Cuando me quedo a solas se dobla la silla en la que estoy sentado, y se retuerce hasta atraparme.
En ese momento soy rienda suelta.
Y camisa de fuerza.
Nadie me ha pagado un billete de ida y vuelta.
Estoy estancado.
No en el mismo sitio de antes.
Ni en el mismo tiempo.
Nada me retiene.
Mi mente no siempre es una montaña rusa.
Elijo la realidad que me conviene.
Pero no me amoldo a ninguna de ellas.
Mi mundo es paralelo al suyo.
Su mundo ideal es un paradigma del pensamiento.
Un inalcanzable.
No pienso ni actúo.
No soy inerte.
Asumo la inactividad de los sentimientos.
No me descolocan.
Ni me mueven a otros sentimientos.
No los rechazo.
Mi bucle es mi manifiesto.
No vivo en una burbuja.
Vivo en el desgaste emocional.

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Realidad.
Cuántos preguntan por ti.
Cuántos sentidos preguntan por ti.
Pero nada es lo que parece.
Ni siquiera lo que escribo.
Algo parece llevarme en la dirección correcta.
A mí, que soy un manojo de nervios.
Y un saco de huesos.
Porqué mi realidad es la buena.
Cómo explicarlo.
Digamos que no busco mi realidad, sino que me asalta.
La suya también lo hace.
Pero solo a través de lo que escribo.
Es decir, escribo por cumplir.
Por evitar la realidad.
En mi realidad no cabe nadie.
No es contradictorio.
La contradicción se da cuando dos realidades convergen.
No es contradictorio, repito.
O sí.

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Porqué soy como soy.
Cómo soy.
No tengo explicación ni remedio.
Hacer de tripas corazón.
Quizá eso sea lo más encomiable de mí.
Antes de mencionar cosas "irreales".
Pero antes de asumir que nada existe y que ninguna creencia es real, debo hacer algo.
Quizá lo más profundo y trascendente.
Nadie ha podido sacarme a Dios de las entrañas.
Ni médicos ni psicólogos.
Es esto una disociación.
Cuáles son mis pretensiones.
Mis entelequias cobran vida propia.
He de reconocerlo.
Me encantaría ser como soy.
Quizá ya lo haya hecho.
Debo canalizar toda esta energía.
Lo que quiero decir con esto es que no imito a nadie y tampoco tengo donde descargarme.
No se me puede conocer en cuatro chorradas transcritas a través de la puta RAE.
Me cago en los significantes y el sentido común.

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No voy a llegar a ninguna parte con la escritura.
Los estados de comodidad del ánimo son inauditos para mí.
¿Cómo iba a suponerse por el hombre que no se puede hacer nada en dos direcciones?
No me refiero a la verdad.
Solo quiero hacer papilla todos los conceptos suyos que he hecho míos.
Eso sí es una locura.