Si pudiera...

Si pudiera…
Si pudiera, cogería tu mano entre mis manos y dejaría que mi boca besase tu combada palma, hundiendo mi rostro en ella… ofreciéndose mi cara a tus caricias.
Pasaría mis dedos por tu boca dibujando los besos pretendidos y los deslizaría por tu cuello hasta tu nuca abriendo rutas para mis labios.
Acicalaría tus mechones para dibujar con ellos el perfil de tu cara recolocándolos en tus sienes o sujetándolos tras tus orejas, dejando que tu rostro quedase libre de sombras, esplendoroso y franco.
Peinaría con mis labios tus cejas acariciando levemente tus párpados cerrados para luego pedirte tu mirada y ahogarme en ella, luz de miel donde me adormecería.
Recorrería con mi lengua las aristas harmoniosos de tus dientes buscando el lugar exacto en el que se funden con tus encías y desafiaría allí a tu lengua a un ejercicio de choques y caricias.
Haría de tu cuello la morada de mis dientes, suaves pinzas en busca de sustento.
Reclamaría tus dedos en mi pelo, en mi boca, en mis orejas, en mi cuello.
Abierta tu camisa, tu pecho haría mío con trémulos abrazos, amarres que ataría para desatar después y poderme perder en tu cordillera, inicio de montaña, ladera delicada y cima jugosa y deliciosa.
Tus valles y tus bosques ocuparían mis manos y cubriría con mi piel para fundirte en sus calores.
Tus pies serían mis pies, tus piernas mis caminos, tu espalda el lienzo en donde dibujen mis manos sus caricias hasta cubrirte toda, hasta vestirte entera, hasta hacer que tu cuerpo se apriete hacia mis venas.
Serías la morada donde alcanzar mi cielo. Serías las ideas para encontrar mis sueños.
Serías el inicio, el mientras y la meta.
Serías tú mi vida, mi premio, mi tan querida muerte… mi esperada condena.
Si pudiera…
Si pudiera, devoraría tu corazón para hacerlo mío y tenerlo en mí.
Si pudiera, te daría mi alma para que viviera dentro de ti.
Si pudiera…
Si pudiera, te amaría completamente, absolutamente, visceralmente, eternamente, para no necesitar hacer las cosas individuales que suman el amarte.