Si tuviera la llave de olvidarla

Cuando esa chica tiró en la basura una fruta mordida, pensé tener cuidado con sus emociones, pues si no mostraba consideración con algo que le daba placer y alimento, haría lo mismo con todo aquello que le gustara.

Para sorpresa mía dijo que yo le gustaba, acertando otra manzana en un papelero. Me atropelló la duda con un frío gigantesco. Fue suya la iniciativa de declararme su amor y, después de pasado un tiempo, también de dejarme. Me pareció tan natural que creí superarlo, pero vacíos de soledad se han tornando más espesos.

Un hombre puede conocer más mujeres que años, pero no así, amores verdaderos. A mí ya me habrán olvidado aquellas que prometieron recordarme por siempre. ¡Ay! si yo también pudiera olvidarme de sus besos soñolientos.

Mis suspiros son pesares de un ensueño, son la brisa de un golpe doloroso que cierra mis puertas y ventanas.
No hay suspiros que hermanados superan el furor del viento, ni hay pesar más grande que recordar a un amor con todo el corazón y que no exista oportunidad para volver a tenerlo.


Arquímides V. Guillén