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Silvestre

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Orfelunio, 19 de Abril de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 460

  1. Orfelunio

    Orfelunio Poeta veterano en el portal

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    Silvestre








    Yo soy la que lava
    Yo soy la que seca
    Yo soy la señora
    Que soy la que limpia

    Yo soy la que estaba
    lavando las prendas
    Yo soy de la vida
    la gran lavadora,
    la misionera perdida
    en vueltas traspuesta.






    Exasperado por la extravagancia y por la música discorde de los hechos, incluso después de muchos arreglos, no le quedó la menor duda de que aquella bella señorita, además de puta, era retrasada mental. En los mares azules y en verdes campiñas, en los fuegos dorados de los exóteros tules, y por sus ojos, mis niñas, y entre sus labios rosados, el zumo erótico es piña, sus formas trópico alado, y yo un verano que arde, y que quiere ser dueño del cofre, frescor de su desparpajo.

    Aquel día acudieron todos a ver el milagro. Unos iban sin camisa porque estaban en el campo trabajando; otros, abrigados… Las mujeres trajeron comida, los niños vinieron con sus juguetes; los viejos y viejas con sus años acuestas; los mozos y las mozas llegaron de la mano del amor primero. La mujer y el marido, por el compromiso, asfixiados llegaron con montones de niños y en su deber castigados. Los solteros no querían venir, pero al final también estuvieron presentes, por aquello de que probar no cuesta nada si se va vestido de organdí. Estaban todos reunidos, cuando el milagro habló: “Ahora que estáis todos juntos tenéis la oportunidad de conoceros”. Pero se quedaron esperando el milagro sin conocer a nadie, porque del milagro, bajo el sombrero, no era consciente de los seres descubiertos.

    Tú eres niño, o niña, después serás mayor, o peor. Llegarás a viejo y tendrás nietos si tuviste hijos que tuvieron otros…

    ¡Oh, plantar un árbol! ¡Oh, escribir un libro! ¡Oh, subir a un globo! ¡Oh, si nada de ello degustaron quisieron! Los males deben ser amnesia porque sois hijos del oscuro viento, y esos vientos que producen claros están contaminados por el magro clero. Quise estar, pero sin entrar, y al final entré sin querer; y cuando quise salir, no pudo ser, porque difícil es pasar, y más aún sin poder.

    Aun mortero, cuánto diría de un mazazo. A ti, pantera… Cual tarde, cual noche, cual día y soria entre toledos. La flama que arde por esas tiernas se queda ardiendo desde los bornes de tu pandero, y un son de arcángeles vuelan campanas con sus plumeros.
    Desde la luna llegaron dos fundando Humo. Humano fue que en mi doler, sin corazón no hubiera sol ni de tu bruma. Tan solo estoy en esta fiera, que ni un millón de manos sobre la tierra, dieran la cuenta de ese porqué, sin un porqué.

    Monjes y caballeros son vasos sagrados, conventos y templos de cantares fermentados. Mármoles y huesos bajo tierra, montes de horizontes desterrados; compañías de los presos, lapidados y leprosos de esperanzas fusilados. Se retiran entre salmos y arrinconan la mal vida, que la buena está en los palcos fornicando entre cortinas. El cilicio es escultura de impresiones marinando; en las tardes las espaldas, y en las carnes maquinando, las noches horadadas que en el alba es sexo hablando.

    Cuando Silvestre entró en la casa pasó comedido. Le presentaron a las niñas Marilasa, Codelasa, Formalasa… Y por olvido, no encontró Silvestre el debido, buscaba mujer que fuera sin tasa, y se marchó por donde había venido. Durante la vuelta, sin saber de su destino fue rodando sin rumbo, y entre tierras de una huerta que aroma un no rotundo, tuvo hambre su alma muerta y se comió el melón vecino. Adúltero lo llamaban, y al marido de aquella, cornudo. Debió ser por la misma fecha, que bendiciendo a los santos felpudos, entró descalzo en la fiesta y le pusieron calzado tozudo. No contento con la ofrenda la dio para todos los usos, y le nacieron trozos de tierra, porque sembró la tierra de lujos. Reunió a una prole cualquiera que es llamada los hijos del mundo; porque si hubo hijos del cielo, Silvestre fue uno, y los demás sucedieron.

    Las redes invisibles, sobre los mares de sal infinita, son la trampa y el arte como las sombras de la noche en los nautas de fuego. ¡Oh de las esferas infernales cuya luz siempre es rebelde!, donde la vida se apaga y en cuya luz permanece. No seas esquiva ni vaga, que soy energía sin verte, que tan oscura es la mirada, que debe ser tuya la muerte; pues siendo mía la vida, lo soy del tiempo que acaba cuyo fin no puede tenerte. Y encontró una buena casa en las rutas. Limpia era la casa, limpia y no bruta. Que no todas son guarras, sino que hubo que hacerlas; y aunque muy limpia sea la masa no deja de ser una casa de putas… Por allí andaba el que se esconde, y aún se le veía la cartera. ¡Pobre hombre!, que compró sólo un billete y no era de ida y vuelta.

    Y Silvestre ni va ni viene protagonista de su ópera prima, y como autor de semejante morfina, sabe que la verdad está en si se abstiene de la mentira que sola fornica. La naturaleza es tan natural, que hasta dios es, en necesaria mente, naturalmente artificial.
     
    #1
    Última modificación: 24 de Abril de 2012

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