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Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 25 de Junio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 443

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Había olvidado por varios años lo que sucedió después de que Ximena saliera del cuarto de hotel. Fuimos a la Riviera Maya para festejar mi cumpleaños. Nos inventamos diferentes excusas para salir cada uno de su mundo familiar. A mi esposa le dije que iba a un curso de ventas para gerentes senior’s. Ximena se inventó una entrevista para un puesto en un despacho de abogados, que duraría dos días. El primer día era para conocimientos generales y el segundo para la entrevista con una psicóloga de selección y reclutamiento. Salimos de Mérida el martes por la mañana. El ADO estaba atestado de gente porque era agosto y en vacaciones de verano la gente viaja mucho. Compré los boletos con tres semanas de anticipación. Ella prefirió ventanilla. Echamos un vistazo para cerciorarnos de que nadie conocido estuviera en el mismo camión que nosotros. No había ninguno. Resoplamos aliviados. Se entregó a mis besos, caricias y obscenidades. Las cuatro horas y media de viaje nos la pasamos agasajándonos. Ya la tienes dura, dijo lascivamente, me encanta excitarte, eres un exhibicionista. Sólo un poco, dije, me encantas. Metía la mano entre su mezclilla azul y el vientre. Estás rasurada, dije jadeando. Le mordí los labios. Sé que te encanta que lo deje así, susurró en mi oído lamiéndolo. Un jovencito, de unos quince años, nos estaba observando por momentos. Ese cabroncito nos está mirando, dije, ya tiene con qué masturbarse cuando llegue a Cancún. Ximena se empezó a reír. Deja que mire, dijo, te excita mucho que te vean, ¿no? Asentí con la cabeza.

    Llegamos a Cancún. Carmelo nos estaba esperado en el ADO. Que gusto verte de nuevo puto, dijo efusivamente, ya estás más gordo cabrón. No he ido a cagar mucho, dije y nos empezamos a reír. Te presento a Ximena. Carmelo extendió la mano y le dio un beso en la mejilla. En lo acordado hermano, dijo, me dejas en la oficina y el carro es todo tuyo. Nos subimos al TIIDA blando y me dirigí a las oficinas de Carmelo que estaban a unos metros del Mercado 28. Ximena estaba en el asiento del copiloto. Tiene una suerte Carlos, dijo, me voy cuatro días a Mérida a ver a mi tía por una herencia, así que si te apetece quedarte más tiempo no hay pedo. Gracias, dije, pero sólo nos quedaremos un par de días y le sacaremos todo el jugo posible. Nos empezamos a reír todos. Lo dejé en las puertas de entrada de la oficina. Cuidas mucho a este cabrón, le dijo a Ximena. Nos vemos. Pisé el acelerador y me dirigí a la Riviera Maya. Se ve que Carmelo es a toda madre, dijo Ximena. Es un hijo de la chingada, dije, pero es a toda madre conmigo. Lo conocí en la carrera y desde entonces nos hicimos maridos. Se carcajeó Ximena. Es la verdad, dije, somos maridos. Nos ayudamos mutuamente en las buenas y en las malas. Es mi hermano postizo, el que nunca tuve. Sí, ya sé, dijo, ustedes son tres: tus dos hermanas y tú.

    Llegamos al hotel. Nos registramos y al entrar al cuarto nos desnudamos mutuamente. Me hizo gemir como nunca. Casi no salimos. Pedíamos servicio al cuarto. Nos dimos la gran vida. Todo a dieciocho meses sin intereses, que pagaría por dos años. Malditos bancos. Quieres vino, dije, va con unas fresas frescas. Mejor pide una charola de frutas, dijo emocionada, quiero jugar un rato contigo. Guiñó el ojo derecho y me apretó la verga. Jugamos, bebimos, comimos y cogimos como desesperados; parecíamos actores porno filmando una película. El check out era a la una de la tarde del jueves. Cogimos dos veces esa mañana. Para recobrar fuerzas pedimos un ceviche mixto de maricos y camarones empanizados. Está delicioso el empanizado, dijo, pero tú lo estás más. Me dio un beso en los labios y siguió comiendo. Me voy a bañar antes de irme, dijo, estoy toda sudada. Al salir del baño noté que estaba hinchados sus ojos, había llorado. Sé que no debo llorar, dijo. Hubiera preferido que ese momento cursi no hubiera pasado. La vi hermosa, una desnudez excitante, una docilidad envidiable y el amor escurriendo por todos sus poros. Cerré los ojos para captar esa imagen y lamí las lágrimas para llevarla dentro de mí y tener de ella algo minúsculo, un recuerdo para aferrarme en tiempos de soledad. Te amo, articulé por fin. Jamás te olvidaré y sé que debes marcharte sin dejar nada de ti en este cuarto. Me iré de Mérida unos años, continué, será mejor para mí y la tranquilidad de mis angustias. Las lágrimas colmaban sus ojos anegándolos. No pude detener mis palabras. Los años contigo serán un motor a medio morir, un sueño que se evaporará de cuando en cuando, continué, será un tatuaje en mi piel. La voz se me quebró en esos momentos. Apreté el alma para mitigar el dolor. Ya no digas nada, dijo, es mejor dejar las cosas así, sin palabras. Me dio un beso en la frente. Se vistió en silencio y se marchó. De súbito entró un hombre fornido y se me abalanzó. Me empezó a golpear. Quedé todo madreado. El hijueputa me fracturó varias costillas y la nariz. Sólo escuché que, casi etéreamente, Don Gilberto Iuit me mandaba sus saludos. Era el esposo de Ximena. Me lleva la chingada, nos descubrió el pendejo ese. Y no te mato porque no quiere Don Gil cargar en su conciencia con una muerte de un pelaná que no vale ni puta madre. Me dejó medio muerto en el cuarto. Una gringa que pasaba por ahí vio todo y avisó a recepción. Llegó el administrador del hotel y le dije que no pasaba nada. Llegaron los paramédicos y me vendaron las costillas. Debe ir al hospital, señor, dijo el paramédico más joven, es mejor que avise a un familiar suyo. Pesé en Carmelo, pero me acordé que estaba en Mérida por lo de la herencia de su tía. Le hice señas de que luego llamaría. Me subieron a una camilla y trasladaron al Sector Salud. El administrador del hotel me hizo firmar un pagaré como responsiva. No quería que me fuera sin pagar. Es penoso lo que estoy haciendo señor, dijo el administrador del hotel, pero si no hago esto a mí me cobrarán los gastos generados en su estancia en el hotel. No te preocupes, dije lastimosamente, lo entiendo.

    Estuve treinta y seis horas en el Sector Salud. Una doctora me atendió amablemente y me dio el alta. Ya está mejor y se puede ir, dijo, pero tenga mucho cuidado. Pedí un taxi y fui al hotel a pagar lo que debía. Era otro administrador el que me atendió. Soy el señor Carlos Montalvo, dije, vine a pagar. Lo estábamos esperando señor Montalvo. Saqué la tarjeta de crédito HSBC Oro y se la di al administrador. A cuantos meses, preguntó. A dieciocho, dije agarrándome las costillas que aún me dolían un poco. Firmé el boucher y rompió el administrador la responsiva ante mis ojos. Es todo señor, dijo, es un placer haberle servido, vuelva pronto. Le sonreí con dolor. Fui al estacionamiento y me subí al TIIDA blanco de Carmelo. Con algo de dolor manejé hasta la casa de su primo Fernando. Qué te pasó, me preguntó asustado. No le conté la verdad. Un cabrón me quiso asaltar y nos agarramos a madrazos, dije, no se fue limpio el hijueputa. Tienes huevos cabrón, dijo, te pudieron haber matado. Le pedí el favor que me llevara al ADO para regresar a Mérida todo tullido. El viaje fue algo incómodo por el dolor que aún tenía en las costillas. Al llegar al ADO me estaba esperando mi esposa. Cuando me vio casi le da un infarto. Qué te pasó amor, dijo con preocupación. Le conté la misma mentira que al primo de Carmelo. No se la creyó del todo. Esperó a que me recuperara del todo para pedirme el divorcio. Se enteró que estuve en la Riviera Maya con una mujer. Mis amigas me dijeron, desgraciado, que estuviste de vacaciones con una puta. Viejas culeras. No intenté defenderme. Me largo a casa de mis papás en este instante, finalizó. Una semana después, en la oficina, fue un licenciado a llevarme los papeles del divorcio. La hija de la chingada se quedaría con la casa, uno de los dos carros y la custodia de Mauricio y Javier, nuestros hijos. Es mejor que aceptes, Carlos, dijo el Licenciado, para no afectar a tus hijos. No le cedí la custodia total, logré convencerla de que fuera compartida. Accedió cuando le dije que se quedaría con la casa de Uaymitún. Coño.

    Un mes después me fui a vivir a Villahermosa, Tabasco. Me ofrecieron la dirección académica de la UVG. Me llevó seis meses adaptarme al puto calor de mierda y al tráfico desquiciante. Un par de veces fueron Mauricio y Javier a pasar unos días conmigo. Mamá está saliendo con otro hombre, dijo Javier, no me cae bien. Es mejor que tu madre rehaga su vida con otro hombre, dije, no debes juzgarla duramente. Se encogió en hombros y siguió comiendo unas papas fritas. Mauricio estaba muy molesto conmigo, quería mucho a su mamá y el divorcio no le venía bien. Debes comprender hijo que estas cosas pasan y debemos seguir adelante con nuestras vidas, dije, cuando necesites algo sabes que estoy aquí. Intenté agarrarle la cabeza y se arrebató. Decidí darle su espacio y esperar a que asimilara la situación. Pasaron tres largos años para que me decidiera regresar a Mérida. Tuve algunas citas con tabasqueñas calentonas, pero no quería nada serio. Alicia me quiso joder. Si no te casas conmigo le voy a decir a mi tío que te cape, dijo molesta. Estuvo bien por un rato coger con ella, pero de ahí a formar otra familia había mucha diferencia. Instalado de nuevo en Mérida, en casa de mis papás, conseguí unas horas como maestro en el Universidad Marista. El miedo me impedía buscar a Ximena, Don Gil era un tremendo hijueputa y no se andaba con rodeos. A los tres meses salió en el periódico Por Esto! que Don Gilberto Iuit, el dueño de una cadena de restaurantes de comida rápida de Mérida, había matado a su esposa a golpes por un desliz que tuvo con otro hombre. Luego salió a luz que ese hombre era yo. No la pudo perdonar. Se está pudriendo en la cárcel. Me cuestionaron por el rector de la Universidad Marista. Carlos, este tipo de situaciones no son permitidas en esta Universidad, dijo, no podemos tolerarlas. Eso fue hace cinco años, dije intentando dar explicaciones y excusas. Le valió madre al rector, hizo que firmara mi renuncia voluntaria. Vaya moralina pendeja. Hablé con Carmelo. Carmelo, estoy jodido, dije por teléfono, me corrieron de la Marista. No te preocupes, coño, aquí te busco algo y te aviso. Quince días después me consiguió unas horas en el Colegio de Bachilleres Plantel Cancún Uno. Decidí irme a vivir a Cancún y empezar de nuevo.

    Esta mañana, en la Riviera Maya, no hay sol, está nublado. Mauricio y su novia están en la piscina del hotel. Ya nos llevamos mucho mejor. Javier se fue a Chiapas con su tía Mercedes, mi hermana mayor. Mi ex-esposa se fue de crucero a Miami con su actual esposo, su segunda luna de miel según me dijo Mauricio casi riendo. Estas vacaciones tú te harás cargo de ellos, me dijo, el año pasado te fuiste al dichoso Carnaval de Río de Janeiro. Es justo, dije, ya me chingaste. Aún estoy pagando el viajecito y debo sumarle estos días en la Riviera Maya; otros dieciocho meses sin intereses. Estoy en el mismo cuarto de hotel en donde estuve por última vez con Ximena. Me entró la nostalgia. En un par de horas llegará Antonella, una brasileña que conocí en el carnaval. Estará una semana con nosotros y luego regresará a Río de Janeiro con su esposo y sus tres hijos. La convencí de que pagara su viaje para que conociera las playas mexicanas. Accedió sin chistar, su esposo el debía un viaje por el tercer hijo que le dio. Me recuerda un poco a Ximena, pero coge mucho mejor.
     
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