Sobre secretos

¿Tienes algún secreto al que nadie has contado? Supongo que sí, supongo que todos tenemos algo en nuestro pasado de lo que avergonzarnos, secretos que no contamos a nadie, cosas que preferiríamos olvidarlas. Como si no hubieran existido. Y es que nadie es perfecto, no podemos serlo. Aunque, tal vez, la diferencia entre tus secretos y los míos, entre tu pasado y el mío, es que mi pasado es tan sórdido, tan escandaloso, que poseo secretos que, muy posiblemente, me llegue antes la muerte que la posibilidad de encontrar a alguien a quien contárselos. Pues, a sabiendas de que no me vas a creer, te diré que tengo ciertos secretos que a cierta gente mata, y otros para todos mortales. Por eso los callo y no digo, por aquello de no matar y seguir vivo, aunque sea solo y en silencio.

No, al menos yo, de mis secretos nunca nada digo, pese a que en ocasiones se me escape el humor negro y los aluda, cual misterio, de un chiste que sólo yo entiendo. Pues los que me oyen creen que con humor exagero o miento, pese a que la realidad sea que, sencillamente, por humor comento parte de ese algo de mi pasado, ese algo tan negro.

Por eso me he hecho un experto ocultador, que no mentiroso, pues rara vez miento. Aunque muchas veces elija decir una parte de la verdad, y no otra. Aunque de mí, realmente, nada cuento. Aunque a veces simplemente callo, nada digo, y hasta mis ojos, silentes, enmudecen, por mis duros recuerdos, y mi falta de olvido.

Así la gente se lleva por las apariencias, nunca nadie adivina que mi infancia fue muy corta o que varias veces han tratado de quitarme la vida. Ellos ven lo qué quieren ver, y, tal vez, por aquello de que soy amable, me imaginan bien tranquilo e inocente, con poca calle, sin dobleces. Y yo rara vez me molesto en sacarlos de su error. Pues, realmente, desde siempre, me ha dado absolutamente igual lo que piensen. Es algo que nunca me ha importado.

Pero vivo en sociedad, y soy consecuente. Por eso, en los momentos que de secretos reviento, en los que se me endurece la mirada, se me ladea la sonrisa y en mis fracturados nudillos me duelen viejas heridas; ni despego los labios. Pese a que mire a los ojos, pese a que no tema a la muerte. Callo porque no entiendo que llorando dos la pena sea diferente, porque no conozco quien aguante un disparo a bocajarro, de improviso, y en su mente. Porque es verdad que hay que secretos que matan, porque hay multitud que duelen, como si te clavasen un puñal, o un ser querido muere.

Lo cierto es que tengo muchos y graves secretos sobre los que a nadie puedo contar. Y, la verdad, aunque te parezca extraño, no siento la necesidad de contarlos. Sólo tengo un anhelo, que rara vez recuerdo, un caprichoso deseo, el de encontrar a alguien que, si se los contase, los entendiese, sin mucho explicar. Y no por contárselo a alguien en pocas palabras, sino por dar con alguien que entendiese que existen, mas que ni sé cómo, ni se los quiero contar.

Sólo por compartir algunos silencios, algunos simples silencios, sin incomodar...

P.S.: ¿Qué me dices de ti? ¿Tienes secretos?