Solo me sé quejar sobre lo pálido de la hoja…

Ay de ti, presa a solo recibir la punta del lápiz, algunas veces como ligero masaje que transmite el deseo, el sentimiento que el amor provoca, que cuando toca se transforma en poesía.

Ay de ti, que tienes el castigo de recibir la mierda de poetas inexpertos que van entrelazando palabras, una tras otra, tontas frases melosa que enamoran solo corazones analfabetos.

Cualquiera es bueno si se rodea de ingenuidad, si se rodea de ineptos. Hoja, guarda el trabajo que arde como una hoguera, luminosa, que alcanza el vuelo de las aves y las transforma en pétalos de crisantemos, pasando a ser ceniza que entorpece el acto de mirar.

Ay de ti ¡pobre hoja!, que antes eras árbol y vacilabas con el candor del canto matutino, con la brisa que mojaban tus hojas.

Ay pobre de ti, que ahora el líquido son lágrimas falsas, encaprichadas por la necedad de no querer superar un momento. Soportar lo amargo del alcohol, la respuesta fácil del poeta hipócrita.

Ay, pobre de ti hoja, que tuviste que ver por primera vez mi cara confundida, después de desprenderme de los primeros avistamiento del amor en vida.

Ay de ti hoja, que rompes las leyes de la física y permites al poeta escapar más allá de tus márgenes, más allá de tus límites físicos para alcanzar la respuesta que tanto busca el corazón intranquilo, encarcelado en un amasijo de dudas e incertidumbres.

Pobre de ti, que pasaste de ser la hoja más cuidada, conservando palabras colocadas con delicadeza, resultado del desvelado, del cansancio, del dolor transformado en arte.

Ay, pobre de ti hoja maldita que de pasar a ser el objeto preciado, te encorvaste hasta encontrar esquinas con esquinas y rodar del escritorio hasta el cesto de basura.

Pobre de ti que te consumiste en fuego del poeta, y enamoraste a los oídos mas pretenciosos, provocando malestar en tibios, enardeciendo masas, encausando al vitoreo, exiliando al escritor.

Ay de ti hoja, que solo contigo platico, ¡dime, dime! ¿acaso no me odias?
no tienes fobia, cuando se acerca la noche y abro la puerta, despeinado, arrastrado mis pies, estando casando de una rutinaria vida que hace que mis zapatos se vuelvan uno con el concreto de las calles y conviertan cada paso en un esfuerzo descomunal.

Dime, no te pone nerviosa la idea de ser incapaz de permanecer blanca, llenarte de tinta y pasar a ser amarilla… ¿qué es lo que te da ese color?

¿El deseo? ¿el tiempo? ¿el malestar de no poder gritar lo que llevas dentro? ¿entonces compartimos algo en común?

Ay pobre de ti hoja mía, que hay miles como tú, y todas hechas para el mismo fin… repito ¿acaso no compartimos algo en común?

Dime hoja, ¿por qué te resignas a escucharme?

Amiga mía… No, no soy la pluma más pulcra del planeta, ni la iluminada. No tengo más, te necesito dispuesta, dispuesta a soportar el olor del cafe y mirar conmigo el desahogo en el vapor que danza con las ideas en madrugada, te necesito dispuesta.

Porque al igual que tú, yo también tengo miedo, tú a mí, yo a la inspiración. Nos convertimos en un triada que comparte una práctica viciosa; aquella, tú, yo.

¡Y lo que nos rodea que les joda!

Dime hoja, dime ¿por qué doblas mi espalda? ¿cómo soportas el peso de mis palabras siendo tan delgada?

 

Abizao, mientras te motive, viva la inspiración!! saludos.