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Sombricidio

Tema en 'Prosa: Ocultos, Góticos o misteriosos' comenzado por tyngui, 27 de Febrero de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 979

  1. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    sombricidio.jpg
    caminamos hasta el cementerio, marchamos las 2 cuadras en silencio, estaba algo nublado, la humedad de las veredas parecía entumecer mis pasos para no dejarme llegar.
    Después de anunciarnos en la dirección, nos acompañó un sujeto de mirada gélida, que nos guió hasta la tumba de mi madre.
    Eran casi las 10 de la mañana.
    La rectitud de las callejuelas, daban un marco tétrico y escasamente henchido, por donde debíamos continuar la marcha.
    Domingo lúgubre de sollozos y exequias por dondequiera.
    Sombricidio de imágenes breves de rígida necritud.
    Cerca de las canillas, junto a algunos desechos de flores muertas, había un grupo de sepultureros, de los cuales se nos fue asignado uno para la exhumación.
    Se presento como Luis.
    Las nubes negras consagradas a acompañar el paisaje gótico, de fondo sobre los sórdidos palacios de inquilinos silenciosos.
    De mirada álgida y de pala ancha en mano, aquel obrero de la muerte, marcho delante nuestro, como deshojando en su andar los últimos minutos previos al hibrido momento de emociones encontradas.
    Tempestuosa sensibilidad abdominal, sentí al observar al peón detenerse.
    Cuando Luis chequeo la numeración del osario, dijo con cierto placer,
    ¡Es ésta!
    Fue tan tenebrosa la sensación cuando tuve de frente la sepultura hundida donde estaba alojada mi vieja, que el escozor tomó forma gestual en mi rostro, nadie me lo dijo, yo lo advertí.
    Conozco mi cuerpo, el escalofrío fue total.
    Con cada palada de tierra, mi taquicardia contribuía en la consternación de cada fracción de segundo, mi pulso daba rienda suelta a su celeridad.
    En eso Luis dijo
    ¡Ayuda un poco que llovió ayer, y esta mas blanda la tierra!

    Esta reflexión no tubo eco en nosotros, solo asentimos moviendo tenuemente la cabeza
    En un santiamén comenzó a carpir como con ganas.
    Hasta toparse con la tapa del féretro, según dijo.
    Entonces replicó
    AHÍ VA
    Y siguió con precaución.
    La faena se volvió tan sombría que era casi indescriptible.
    Hasta que encontró un fémur ungido en restos óseos y fango.
    Así fueron sucediéndose las restantes piezas del osar.
    No creí que fuera ella hasta que reconocí una prenda que llevaba el día de su expiración.
    Quizás el momento más tétrico de la escena, fue cuando Luis se desplazó hurgante lentamente hacia su derecha, en busca de los pies.
    Después de palpar por unos segundos, sus dedos hicieron contacto con dos medias, de postura encimada, típica de una apariencia postmortem.
    Luis Abrió la palma de su mano izquierda, dejó caer el contenido de cada una de las calcetas, como volcaban las bolsas de monedas de oro, en las viejas películas de western.
    Solo que esta vez fueron pequeños huesos que deduje, eran de sus pies.
    Todo el contenido de la tumba lo iba colocando dentro de un oxidado fuentón de zinc.
    Extrañamente faltaba el cráneo, que dejó presumo para lo último, con la intención de menguar espantes. Que para el caso ya estábamos algo habituados.
    Con denodada avidez de ir terminando, zambulló sus manos baquianas entre el azabache húmedo parcelario.
    Así fue que del barroso sedimento, extrajo el peculiar cráneo de mi madre.
    Luis sorprendido observó dos líneas bastante pronunciadas a la altura de los parietales, como si nunca hubiera visto nada igual en otros cráneos, levantó sus cejas expresivamente, y continuó colocándolo junto a las otras partes de mi vieja en el fuentón.
    Luego lavó los huesos, uno por uno.
    Los secó con un trapo, y los fue poniendo dentro de una bolsa de arpillera plástica color blanco marfil.
    Por unos instantes se detuvo mi mente, presa de tan desdichada imagen.
    En la vida pensé en volver a verla y menos de una forma tan mísera.

    Luis esperaba su recompensa.
    Mi viejo solventaba el reclamo.

    Detenidamente mi imaginación sobrevoló abrumada la secuencia, y cayó en picada sobre los grises alfeizarse entre mausoleos.
    Luego que mis ojos se detuvieron en el pozo vacío, que hasta hacia un rato, había sido el hogar de mi madre durante los últimos 6 años.
    Fanaticé por escasos segundos, posé los ojos sobre las miles de cruces, con adrenalina parkour, como si algo me persiguiese, corrí sin mirar hacia atrás, sufrí en simultaneo micro sueños, con grumosa piel de pollo, escalofriantes zumbidos al borde del desmayo.
    Es increíble la capacidad de imaginar situaciones que tiene la mente.
    Fue entonces que mi viejo dijo.
    VAMOS!!
    Mientras Luis se despedía
    Levante la bolsa con los huesos de mi vieja, y nos fuimos caminando en silencio con dirección a la salida.
    Después de ahí tomamos un colectivo, no recuerdo bien que línea, hasta la estación de Flores, y desde allí, el tren hasta Moreno, y otro colectivo hasta la casa de la tía.
    Un poco paralizados emprendimos la travesía.
    Viajamos en familia, como nunca lo hicimos, solo que esta vez, mama estaba dentro de una bolsa.
     
    #1
    A Évano y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muy buena narración, señor Tinguy, buen vocabulario y buenas escenas.

    Un placer haberle leído y saludarle.

    Quizá falte algún acento, por lo demás, genial.
     
    #2
  3. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    muy amable, agradezco sus apreciaciones y su tiempo dedicado a estos escritos, el placer es mio
    abrazo enorme.
    tyngui sanchez
     
    #3

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