Sórdida

El color ha llegado desde dentro de mí, pensó, y su vital transparencia giró tibia en torno a su propia sombra.
Deslizó una emoción uniforme y singular sobre ese trozo de nada que lo intentaría todo y mucho mas que todo hasta la hartura. Para emprender aquel espejismo, cito en su mente en las horas más oscuras.
La claridad de sus ojos entra por la calígine que irrumpe ante la noche más salvaje, a la espera de un poco de entusiasmo inconsciente por vivir.
Dedujo en un pequeño impasse retroactivo, la medida exacta de su vos libertina que ahuyentaba los espacios. Sin pensar absolutamente en nada.
Desalojando pequeñas sensaciones de placer repentino, inoculando cada filtro de aquel flujo híbrido, que pretendía un poco mas de tiempo. Corrió sin dirección por la galería y las caras de los cuadros, la seguían con la mirada, como cuando niña.
Aunque nadie le creía.
Pero nadie espera a su estresor. Es mas, aglomera sus extasiados eventos y fusiona cada intensión, diluyendo los desfasados períodos de cordura sideral.
Logra visualizar un adagio inoportuno, que extermina solemne su mirada sonriente acompañada de sus bucles plata. Clavándose un fragmento del magnificente vitral de la sala de estar. Añoraba la cara del dolor y ansiaba su imagen moribunda, repetida frente al espejo de pie. Y un rojo pronunciante intimida e invade su vientre, inundando actitudinalmente el corset beiges, digitalizando cada ángulo cuadro por cuadro de manera ideal, desde su sórdida mente.
Aquello era arte, y su final, deliciosamente perenne, anidaría en la universalidad de los espacios, como siempre lo soñó.
Una muerte con estilo.