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Su paisaje

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Moisés Hernández González, 12 de Octubre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 504

  1. Moisés Hernández González

    Moisés Hernández González Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    14 de Julio de 2011
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    Un tumulto enervante, una florida centella que cae furiosamente, un resplandor curioso que salpica su vida en la oscuridad; eso fue ella. Comunicaba verbalmente lo que su cuerpo lograba en la visión primera, inolvidable e inquietante sensación que erizaba la columna.
    Yo solo me dedicaba a mirar y contemplar la inamovible resistencia de los arboles al aire, un monte inundado de neblina y orgullosamente enhiesto en la pureza única del horizonte. Miraba la primavera en una visión invisible que se formaba de hojas fulgentemente verdes, de flores ansiosamente aromosas, de tallos vigorosamente húmedos y de la natura en general.
    Convencido ya de que la marca que mis sentidos dejaban en mi mente era total y imprevisiblemente inigualable, me vi caminar entre la frescura de la brisa de la mañana y con movimientos lentos que incrementaban la paz que moraba en aquel recinto silencioso y áspero de mensajes, movimientos inagotables y sencillos, como la inimaginable e intrasmisible sensación de pureza corporal al moverse a través del aire y el respirar vientos fríos del norte, el peso suave del sol sobre los hombros que marca con su haz de luz un calor puro y lento de transmitir, las nubes en su alarde de formas necias y múltiples, que hacen recordar mil proezas elaboradas por al imaginación y la experiencia en tiempos pasados, la madera que se postra respetuosa y silenciosa como intentando conservar su poca vida, la oscuridad en el paisaje que, marcada por pequeñas manchas, picoteaba en mi curiosidad humana por lo oculto, todo en el paisaje demolía lo absurdo y por un instante todo cobró un sentido único y agradable; un sentido particular y circularmente marcado en los ojos.
    Ella apareció en mi visión del horizonte como una parte más del escenario pulcro y pintoresco, como fusionada entre las ramas que escondía el hosco roble. Era agua en ese instante, con sus formas aleatorias de fluir sobre todo el marco ocasional, se movía como ondas de sonido, se vertía en el recipiente de la visión completa, la natura era ella, y ella formaba parte de la natura, en un todo con leves variaciones pero en equilibrio perfecto.
    Pero el detalle de su mirada marcó la diferencia entre el paisaje exaltado por cada una de sus partes y ella misma, su visión esparció fuego ardiente hacia mi visión, sus cabellos eran arena volando en un huracán de brillante circunferencia y delineado por velocidades simples, su boca era un relámpago que brillando, se apoderaba de todo lo que tocaba, su piel marcó un nuevo paisaje en el que brotaron mil espíritus y almas que exclamaban los más ardientes versos, su manos recordaron las manos creadoras de dioses, las infinitas manos recónditas en el abismo.
    Pero el apacible escenario terminó por hacerse basto cuando lanzó como un cometa su sonora voz; ese momento fue un morir en el vacio buscando salidas que no existen, su voz, una voz diferente a todas las voces que habían poblado cualquier escenario posible, mostró el derrocamiento perfecto y absoluto de todo lo contenido en tal escenario puro, surgió y aplastó sin piedad cada partícula hermosa de paisaje, lo aplastó mi dilecta mujer única cuando de su garganta surgió como aves encendidas en un eterno y suave placer por consumirse; surgió su inolvidable canto.
     
    #1

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