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Subterfugio

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por tyngui, 16 de Abril de 2013. Respuestas: 2 | Visitas: 819

  1. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    El hecho de poseer una invaluable fortuna, lo habilitaba a tomarse algunas licencias.
    Su denodado temor al contacto con la gente, lo había obligado a excluirse de las sociedades del mundo.
    Lo abrumaba esa vorágine patológica de felicidad, la que según él, envolvía a la humanidad.
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    No tendría una mejor oportunidad, dejó soltar su imaginación para plasmar semejante maniobra.
    A modo de ejercicio, deambuló como transeúnte por el patio de comidas que albergaba el paseo de compras, inaugurado hacía poco tiempo.
    Pidió solo una gaseosa, y se limitó a observar el calvario de la muchedumbre feliz solo por comer y comprar.
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Horas antes había estado sacando varias fotos, en las principales plazas de la ciudad.
    Quería entender la sonrisa de la gente.
    ¿Que la provocaba?
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Instalado en la fría hibernidad de su mansión, en la mas absoluta soledad, con estamentos basados en el enriquecimiento intelectual, incorporando todo tipo de herramientas para nutrirse de sabiduría.
    No lograba descubrir la faceta de la felicidad.
    Ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Coleccionaba los mejores Films de todos los tiempos, leyó libros de diferentes autores, e idiomas, de los lugares más recónditos, incluyendo lenguas muertas, indagó en la amplia variedad de estilos, que encerraban tanto el aparato cinematográfico mundial, como el literario, que provocaban diferentes grados de felicidad en los espectadores y, o lectores.
    Incursionó en teatros, espectáculos circenses, teatro callejero, magia.
    Revisó la programación mundial de televisión, pues tenía demasiado tiempo.
    Aun así no lograba descubrir, la faceta de la felicidad.
    Ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Ejerció distintos deportes, juegos de mesa, video juegos, deportes extremos.
    Navegación, paracaidismo, escalamiento, para fomentar la adrenalina, que leyó alguna vez, era un estado de felicidad.
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Se sintió sinceramente en la búsqueda de la felicidad, leyó por ahí, que la felicidad se encontraba en las diferentes religiones, practicó gran cantidad de ellas.
    Experimentó terapia individual y grupal.
    Participó de talleres literarios, de teatro y de pintura.
    Conoció gran cantidad de gente, vía mail, chat, incursionando en las diferentes redes sociales de comunicación.
    Que según percibió generaban algún grado de felicidad.
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.


    Concurrió por recomendación a eventos de organizaciones de diferente calibre sectario y sicalíptico.
    Swingers, homosexuales, punks, nacionalistas, sadomasoquistas, góticos, ambientalistas, veganos, masónicos, fascistas, asexuados, otakus.
    Incursionado en mega fiestas extremas, ingiriendo todo tipo de aditivos, inmerso en el vicio y el descontrol desmedido de las adicciones.
    Y no encontró la veta feliz que esperaba.
    No comprendió tal felicidad.
    Quería conocer ese rasgo de la humanidad, que no se le había concedido.

    Escuchó a un grupo de trastornados, filosofar sobre el escape a la felicidad, no era otro que la auto flagelación extrema, elevada generalmente a su máxima expresión, en fiestas absolutamente privadas con invitados selectos, dispuestos a todo, que debían sortear diferentes tipos de experiencias para ser admitidos.
    Dichas fiestas se llamaban Subterfugio.
    Y una vez dentro, no habría regreso.
    Generalmente los invitados no volvían, pues encontraban la felicidad en la muerte, saliendo de esta supervivencia inmersa en el martirio de sus días.

    El hombre cedió toda su fortuna a Fausto, su asistente personal y con el tiempo amigo, que había dedicado su entera vida, al servicio de sus confidencias, secretos, negocios y tristezas.

    Desde años tempranos, Fausto descubrió en los grandes ojos de aquel niño, una enorme tristeza, que con el transcurso del tiempo, se fue agudizando, hasta transportarlo a la obsesiva búsqueda de la felicidad.
    Fausto lo acompañó en su búsqueda guardando celosamente sus salidas y viajes a diferentes lugares del mundo.

    Con el testamento le dejó una carta que entre otras cosas decía.

    Fausto, si no vuelvo mañana, sabrás comprender que encontré la felicidad.
    ¡Esa que tanto se me ha negado!
    Ese rasgo de la humanidad, que no se me ha concedido.

    Efectivamente, el hombre no volvió, y los ojos llorosos de Fausto.
    Lloraron lágrimas de una triste felicidad, como la que había acompañado a aquel hombre solitario a lo largo de su vida.


    CLAUDIO SANCHEZ
     
    #1
    A Évano y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Rara vez nadie consigue ya no la felicidad, sino saber qué es la felicidad.

    Una prosa serena y grata de leer.

    Se le saluda.
     
    #2
  3. tyngui

    tyngui Poeta que considera el portal su segunda casa

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    gracias por leer esta colección de angustias, plasmada en estas líneas.
    saludos
     
    #3

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