Sucedió en el siglo XIX

SUCEDIÓ EN EL SIGLO XIX


Una vez, estando de jarana en la taberna más distante hasta mi hogar, bebía acompañado de poetas sin talento, poetisas sin amor y prosistas como yo, inéditos. Sería, a la cuarta de las jarras del sabroso vino tinto, cual el borracho de la izquierda, o tal vez de mi derecha, sugirió una propuesta llamativa.

—Propongo un reto ¡Pintar el cuadro más genial y realista que nunca se ha plasmado!

Todos brindamos aceptando el acuerdo en enorme interés, ya que artistas nos creíamos, acordando volver a reunirnos solo al término del lienzo.

Después de aquello, pasaron las semanas, cada uno inmerso en su dibujo. No me aportó mucho tiempo concluir mi pintura haciendo la espera del reencuentro, insoportable.

El 23 de noviembre al fin las obras se ultimaron y, en las paredes de la confortable taberna colgaban los cuadros. Ninguno de ellos causo tal estupor como el exhibido por mí. Es posible que no yaciera bien pintado sin embargo dominaba la situación, el ego me embriagaba contemplando al resto de aquellos seres humanos que se anulaban ante mi colosal obra maestra. Horripilados, se tornaban buscándome con la mirada, salí entonces de las sombras donde había estado oculto aumentado así el misterio. Al asombro de todos los presentes de esa noche, mostré el rostro altamente cadavérico a falta de la carne, y casi castañeando los dientes por la ausencia de mis labios, pude hablar.

—Contemporáneos, en esta anochecida de 1874 muestro el cuadro titulado “Mi cara”.

"Cuentista 2017".