SUCRE RAMOS....POETA ATORMENTADO

El 9 de junio de 1890 Don Jerónimo Ramos Martínez y Doña Rita Sucre Mora, sobrina nieta del Gran Mariscal de Ayacucho, vieron nacer a su hijo: José Antonio Ramos Sucre. Sin saberlo, presenciaron la llegada al mundo de un personaje que desarrollaría una obra poética tan extraordinaria y atormentada como su propia vida.

Su capacidad intelectual y su pasión –quizás obsesión- por el estudio permitieron que Ramos Sucre cumpliera en tres meses los exámenes correspondientes a los cuatro años de Derecho. Además, desde muy joven se dedicó al estudio de los idiomas, logrando el dominio de latín, griego, danés, inglés, francés, alemán, italiano, sueco y holandés.

Mientras se ganaba la vida como profesor de latín e historia universal en liceos y como traductor de diversas lenguas en la Cancillería, Ramos Sucre desarrolló una obra poética cuya primera expresión fue el libro Trizas de papel en 1921. Paralelamente, su salud se deterioraba y comenzaba a sufrir de un insomnio permanente.

En 1923 publica el ensayo Sobre las huellas de Humboldt, pero sería La torre de Timón (1925) el libro que comenzaría a definir el estilo de este poeta. Guillermo Sucre, escritor y crítico literario, lo describe así: “un libro que es ya lo que una conciencia poética requiere para darnos la impresión de un universo verbal con su propia trama de significaciones”.

Su obra poética se completó con la publicación, en 1929, de Las formas del fuego y El cielo de esmalte. Un año después, al cumplir cuarenta años de vida, se envenena y muere cuatro días después -el 13 de junio de 1930- en Ginebra (Suiza), donde desempeñaba el cargo de Cónsul de Venezuela.

La calidad de la obra de Ramos Sucre es indiscutible, pero sus contemporáneos no lograron reconocerla. En aquella época de vanguardias, “a nadie le pasaba por la cabeza entonces, sólo al atormentado Ramos Sucre, que lo anacrónico, que el pasado clásico, que la Edad Media, podían ser trabajadas con severidad y genio” sentenció Rafael Arráiz Lucca.

Al respecto, Tomás Eloy Martínez afirma que “lo habían definido como un poeta cerebral, impermeable a las respiraciones de la vida, y por tanto, condenado a la creación de paisajes irreales o abstractos. Sus textos permitían adivinar, sin embargo, detrás de un sutil enmascaramiento, una historia de soledad, neurosis y desinteligencia con el medio”.

A pesar del rechazo de la crítica de su época, Ramos Sucre estuvo consciente de la trascendencia de su poesía. En una carta a su hermano Lorenzo, el 25 de octubre de 1929, escribió “creo en la potencia de mi facultad lírica. Sé muy bien que he creado una obra inmortal y que siquiera el triste consuelo de la gloria me recompensará de tantos dolores”.


Reconocimiento póstumo

En 1956, veintiseis años después de la muerte de Ramos Sucre, el Ministerio de Educación editó sus obras en la colección Biblioteca Popular Venezolana. Esto permitió a los jóvenes literatos de la época leer los poermas en prosa de este escritor cumanés y, desde entonces, no han dejado de surgir elogios hacia su obra.

En efecto, los jóvenes escritores de la década de 1960 fueron los encargados de recuperar para la memoria colectiva los poemas de Ramos Sucre. El interés que ellos demostraron por su obra, generó un reconocimiento que hizo posible la publicación de la Antología Poética en 1969 (Monte Ávila) y de sus Obras Completas en 1980 (Biblioteca Ayacucho).


Casa natal de Ramos Sucre, ahora convertido en museo.

Entre las caracterísitcas de la obra de Ramos Sucre destaca el dolor, la crueldad y la muerte como constantes. A pesar de esto, Ana María Carrano (El Nacional 06-12-98) advierte que “no se trata de una escritura abrupta ni agresiva. Es una poesía llena de desesperación, pero de una desesperación reposada, asumida, mil veces conocida, más terrible”.

En esta misma línea, Carmen Boullosa -en La Jornada Semanal (México)- asegura que Ramos Sucre “escribe con la premura, con el aplomo, con la fuerza, con el desconcierto, con la serenidad de estar convencido de que él es el único testigo de una realidad que le es profundamente extraña y que él comprende atroz”.

Otro rasgo distintivo de la poesía de Ramos Sucre es la utilización de la historia desde un punto de vista crítico. Francisco Rivera, en Diez Fragmentos sobre Ramos Sucre, explica que en la obra del cumanés la cultura y la historia “se convierten en sustancia poética forzosamente falsificable, realidad imaginal que el poema convertirá en visión dramática”.

Destaca igualmente en sus poemas el perfeccionismo gramatical. En este sentido, Eugenio Montejo –en Nueva aproximación a Ramos Sucre- estima que el poeta cumanés “es a su modo un lúcido exponente de la llamada estética de la construcción, porque concede, como otros herederos del simbolismo, mayor predominio consciente al acto creador”.

Juan Liscano también alabó la escritura de este poeta cumanés. Para él, Ramos Sucre “es un refinado, un aristócrata del lenguaje, un hombre nutrido de una cultura clásica y romántica cuya escritura asume en tono trascendente y suscita sentimientos nobles de desespero, soledad y elevación”.

Francisco Pérez Perdomo lo definió como “el poeta del dolor, un poeta que siente una hipnótica fascinación por lo oscuro y los abismos, un poeta alucinado que sufre en su soledad”. Para José Balza, Ramos Sucre fue capaz de “mirar su vida como la insuficiencia de un proyecto estético, el fracaso de saberse envuelto en ese estupor de un mal infinito”.

Fuentes

Biblioteca Cervantes Virtual
http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/Sucre/index.html

Fundación José Antonio Ramos Sucre
http://www.fundacionramossucre.org/

El Insomne Visionario
http://members.tripod.com/analid/