Sueño intranquilo

Llevaba durmiendo mal toda la semana por culpa de las pesadillas; no era de extrañar, pues estando despierto se oían historias de crueldades y matanzas, para mi espíritu sensible era lo último que deseaba escuchar.
Me di otra vuelta en mi confortable aposento intentando olvidar el insano apetito de matanza de nuestros enemigos ancestrales, que fácil había sido negar su existencia una y otra vez mientras no se atrevían a llegar a nuestro hermoso pueblo.
Sus ritos de destrucción eran conocidos muy bien por mis hermanos y tomábamos todas las medidas posibles para que no nos encontrasen.
Pero en algunos lugares del pueblo morían vevinos míos sin piedad, atacados por la fiebre sangrienta de nuestros enemigos, al despertar nos reuníamos en la plaza del pueblo y cada vez éramos menos, nuestros salvajes rivales dejaban bien a las claras los instintos sanguinarios que poseían.
Estos pensamientos me tuvieron en duermevela sin poder conciliar el sueño durante todo el día.
Llega la noche y abandono mi ataúd contento de no tener una estaca de madera en el corazón clavada por esos mortales que de nuevo tienen verdadero afán de acabar conmigo y mis hermanos vampiros, que buscan acabar con la paz que teníamos en este pueblo abandonado y su imperial castillo. Sueñan con descubrir nuestros cómodos aposentos y confortables ataúdes estando durmiendo dentro y rompiendo la tapa exponernos a la mortal luz del sol para así exterminaros. Su crueldad se comenta entre susurros entre los míos.
Son terroríficos pero pueden estar seguros de que no acabarán fácilmente con nosotros, buscaremos su yugular y beberemos su sangre antes de que nos exterminen como hicieron con otra colonia de no vivos como nosotros.