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Suerte en la estación

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Kr_mar, 11 de Mayo de 2010. Respuestas: 0 | Visitas: 430

  1. Kr_mar

    Kr_mar Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Noviembre de 2009
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    18
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    Caminaba a través de la gente. Los pitidos y las llantas pasando por charcos, no le inmutaban en lo más mínimo. Una ráfaga de viento le despeinó su cabello castaño, se estremeció, se frotó los brazos y apresuró el paso. Aunque realmente no sabía a dónde iba. Al cruzar la calle se dirigió a una banca en la cual encontró descanso.
    El viaje a la ciudad había casi concluido. Aunque claro, aún tenía mucho que recorrer. Los vagones temblaban ligueramente al paso que se reducía la velocidad. Terminaba de leer el periódico. Debajo de las nubes grises, el tren avanzaba con un paso constante. Haciendo a un lado todo paisaje maravilloso que el bosque, aún no tocado por la cuidad, podía ofrecer. Mientras tanto cambiaba de página al periódico. Antes de leer el primer encabezado observó su reloj ansioso. Quince minutos, se repitió.
    La lluvia cesó, así que terminó el descanso. La muchacha se levantó y miró el camino empedrado. Las flores y los árboles tenían un aire tétrico. Suspiró y avanzó con la poca luz que las farolas podían otorgarle. Poco tiempo después una niña se sentó en la misma banca agitando sus pies mientras esperaba a que su madre la alcanzase. Le dijo que debían de avanzar, ella se quedó quieta y bajó su cabeza. Le dijo que quería la muñeca de la juguetería. La señora le prometió comprársela, entonces la niña se paró y corrió felizmente entre los adoquines. Para entonces la muchacha estaba cerca de la estación de trenes. Se recogió un mechón acomodándoselo detrás de la oreja. Observó el gran letrero, y sin más entró.
    La gente comenzaba a bajar, aunque había una gran fila. Se impacientó, en su lugar iba de un lado a otro; sin moverse más de unos centímetros. Avanzaban lentamente, y esto le generaba mayor ansiedad. Volvió a mirar el boleto que esperaba utilizará en un momento. “Fila 13B, Hora de Entrada: 22:35”.
    Se perdió al ver tantos letreros anunciando salidas a diferentes lugares. Se acercó al mostrador y pidió un boleto para cualquier destino. Guardó éste en su bolsa mientras se formaba. Realmente no le importaba esperar. Eran una multitud formada, todos con manías diferentes. Algunos miraban las noticias por los pequeños televisores dispuestos en las esquinas de la habitación. Mientras que otros hacían llamadas telefónicas arreglando últimos detalles. Y los guardias, cansados y deseando el cambio de turno, indicaban qué se podía introducir al tren. Uno de ellos, con el uniforme azul marino manchado en la parte superior de gotas de café, miró a la muchacha con curiosidad. No llevaba maletas. Ella se encogió de hombros y él se rió mientras iba por otro café.
    Vio a un oficial pasar. Le preguntó si faltaría mucho para abordar, y él –cansado de la misma pregunta- le respondió que no era así con la cabeza. Prosiguió a avanzar ignorando al señor que le hacía más preguntas. Él se enojo naturalmente, miró su reloj y se sintió preocupado. No regreso aquí, se repitió. Una llamada a su móvil, el periódico cayó al suelo. Decidió no contestar.
    Notó que el señor estaba muy atareado como para agacharse, así que le dio el periódico. Él sonrió y le agradeció, ella le correspondió la sonrisa. Avanzó su fila y subió al tren sentándose cerca de la ventana.
    Resignado ya de perder su próximo viaje se dispuso de nuevo a leer el periódico. Suspiró. Qué lenta la fila, pensó.
     
    #1

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