Sumisión proscrita

Viene vestida en inmaculada oscuridad y arrastra tras de si su capa, cuajada en brillantes, jades y ópalos. Adora encontrarme ovillada a sus pies cuando abre sus ojos de ónice. Yo la contento porque la amo, yo me arrastro en los pliegues de su falda de negro terciopelo y paso las yemas de mis dedos por la tela bordada en gemidos.
Ella me ampara en sus brazos de puro ébano, ella es mi madre y mi diosa. Me esconde en su pecho y enredo los dedos níveos en sus rizos azabache. Ella, mi noche, mi sombra, mi cuna… Ella me exige total postración a su voluntad y yo la obedezco por que la idolatro.
Pero ella sabe que yo me escapo para entrevistarme como visitante clandestina en el terreno pantanoso de tus sueños. Ella me permite hacer fugaces visitas en el reino de la dama que tú idolatras. Y es entonces cuando te encuentro, encogido a los pies de esa dama oscura igual a la mía, sollozando en sus pies de nogal. Y alzas el rostro trémulo para hallarme como espejismo, aparición nocturna, en uno de los vuelos melancólicos de las enaguas de tu lúgubre diosa matriz.
A penas rozo tus labios temblorosos con mis dedos te fundes como nacarada tez de porcelana arrojada al fuego y las sayas negras de tu noche me envuelven y me ahogan para despertar lejos, apartada nuevamente de tu lado. Alzo la vista para contemplar el rostro pétreo de la inerte deidad nocturna que me tiende su protección, mas yo ya no la quiero, ya no me contenta ovillarme a sus pies y acariciar la tela de su vestido. Ya no me sirve pasear la noche como un espectro vano y etéreo.
Se alza entonces el quejido del segundo minuto de ese Allegro Agitato lamentado en un piano que llora bajo la mano de quien lo acaricia; y me paso las manos convulsas por el rostro inundado en lágrimas para comprobar que efectivamente han fluido inconmensurables.
Se apaga poco a poco el piano, un minueto febril para abandonarme nuevamente en el frío suelo de mi soledad. Me azoro hecha trizas, envuelta en mi propia desesperación, abrazando con mis dedos las rosas que he cultivado, insensible a las espinas que se clavan en mi carne, desgarrando un reguero carmesí.
…Te añoro para sobrevivir, por que mi vida es evocarte…
Y entonces siento las manos crudas de la noche alzarme en alto y susurrarme en la voz de las aves matutinas una nana de resurrección. Se acaba mi reino y el tuyo: renace una nueva alba.
Me escondo en ese manto coagulado de alhajas de la luz hiriente del nuevo día, para esperar a que me permita en la nueva noche escabullirme hasta los pies de la celda en la que lloras y lamer tus suspiros como una visión o espectro.
Aguardo el momento de nuestro encuentro, atesorando los estertores, los afligidos llantos y la sangre derramada en el interior de mi alma destartalada…
…Para que, cuando te encuentre, abras el cofre de mis demonios…

Sincèrement,

Âme Noire

 

Despréciame, aborrece, si lo quieres,
este amor que encendiste, vida mía,
el triste corazón que siempre hieres
morirá bendiciendo su agonía.

Por eso siempre a tí vuela mi acento,
por eso el alma con amor te nombra;
quiero regar tus huellas con mi llanto,
y quiero darte mi alma por alfombra​

 

Son palabras que vuelan,
alondra traicionera,
de tus dedos a mi boca.

Y releo cada verso,
evocando las palabas.
Dagas que permanecerán en mi memoria.

Gracias por marcar mis versos con tan deliciosas rimas.

Sincèrement,

Âme Noire