Te amo tan de cerca, que tu mano sobre mi pecho es mía.

Te amo… tan de cerca, que tu mano sobre mi pecho es mía…

Trato de imaginar el momento en que se cumple esta expresión entre nosotros, es la parte de cierre del soneto XVII de Neruda que te envié recientemente.

Ahora que lo pienso, es raro que pongas una de tus manos sobre mi pecho, pero aunque ha habido momentos en que lo haces, como cuando ambos estamos recostados y leo alguna novela para ti o simplemente conversamos, me abrazas y pasas tu mano derecha hasta mi hombro o la descansas sobre mi pecho al tiempo en que recargas tu cabeza en mi hombro derecho, no pienso que sea uno que cumpla esta expresión.

¿Cómo es que un hombre puede sentirse dueño de la mano de su amor por el hecho de sentirla sobre su pecho? ¿En qué momento puede estar seguro de que esa mano es de él?

Nos hemos sumido varias veces en un abrazo sincero, limpio, solo así, rodeándonos con nuestros brazos y apretándonos suavemente uno contra el otro. Nos regalamos a nosotros mismos en un abrazo, frente a frente rodeándonos como queriendo compenetrar nuestros seres y unirlos en uno solo, tratando de abrazar el amor entre nosotros, de materializar nuestros pensamientos, de olvidar los malos momentos del día y reposar, respirar nuestro amor, entregar esos pedacitos de cariño que acumulamos para nosotros mismos. Este podría ser el momento en que mis manos se vuelven tuyas y tus manos se vuelven mías, pero creo que hay otra entrega que se acerca más a esta expresión.

Para mi, sucede en ese abrazo que es tan de nosotros amor mío. Te abrazo por la espalda, ambos recostados, en esa oscuridad secreta en que suavemente te acerco a mi pecho mientras mis brazos te rodean hasta tocar tu dorso, entonces te mantengo tan de cerca que tu espalda acaricia mi pecho, es aquí cuando viene el momento mágico, el momento en que tus manos se posan sobre las mías y entrelazas tus dedos con los míos, como aprobando la belleza de este abrazo y la entrega de cariño que se encierra en él. Así entonces, tus manos son mías y tuyas son mis manos, no queda nada más que decir, solo sentirnos, solo entregarnos, solo abrazarnos...

Te amo Mujer de mi vida, te amo de todas las formas.

 

Te adoro, qué bella forma de amar. Mónica es una bendición en tu vida. Amigo desde aquí mis bendiciones y a todo aquello que escribes. A todo lo que haces. Eres admirable Daniel. Ánimo y cuídate, por favor.

 

Daniel me ha encantado, con que gusto he recorrido tus letras. Me van envolviendo de principio a fin. Para tu mi amigo todas las estrellas.

 

Qué palabras Tinne, gracias, amiga.

Un abrazo cálido desde México al Perú.

Daniel.

 

Oh, Nancy, que atenta eres, muchas gracias por ser así. Gracias también por tu comentario y tus estrellas.

Un abrazo Nancy.

Daniel.