Temo no ser yo

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Es difícil deshacernos del prolongado paso y de su profunda huella en la memoria.

Tampoco es fácil cortar las alas a esas aves carroñeras que esperan en lo alto a nuestra caída, a su graznido imperturbable, impasible ante los errores y los fracasos, nadie es perfecto mas no hace falta perdonarse porque el jurado ya dictó sentencia y eres culpable de avanzar sin ninguna meta, de intentar vivir en la felicidad del optimismo, o de ser opresor de todos los días malos, de no dar nada por sentado, de volver la mirada y ver aquel con quien lloras y ríes, con quien conversas cada uno de los días y te examina cuando te acuestas y que a veces es tu peor enemigo, también sé que alguna de ellas se declarará como un amigo.

Temo sobrevivir a esos instantes felices que alimentan el alma, tengo miedo de que queden suspendidos en la magnitud de la edad y encuentren mejor destino, o peor, como el agua en el filamento de una hoja, gota a gota, erosione el alma y se libere de sus cadenas. Entonces seré un cascarón vacío en medio de un inmenso mar, en medio del cauce de un profundo río, un espejo sin imagen en una habitación oscura dentro de un mundo que pacientemente espera al amanecer.

Todos sonríen y yo me sorprendo del cacareo de mi carcajada, de la empatía hacia el entorno que me rodea porque para sonreír a veces solo es necesario reírse de uno mismo, de darte cuenta que poco se necesita para ningunear al dolor con pequeñas bromas, ser un faro para los demás mientras en la mente luchan lo justo y lo injusto, la verdad de lo imposible, la luz inánime de las farolas en calles vacías o el fulgor del sol en medio de la nada, saber del amor lo justo y necesario para recordar aquellos que por sus pasos dejados, que con sus huellas pintan con el color del arrebol la memoria, son destino de conversaciones intrascendentales que con ninguna información intentan arreglar el destino del mundo, y bajo el verbo de lo que nos une en este camino a veces somos testigos del mayor de los regalos: El amor.

Temo al nuevo amanecer cuando sin dormirme imagino la esperanza, escucho la melodía sutil de la lluvia sobre el tejado, y con la promesa de volver algún día me abrigo entre las sábanas, las manos protectoras de los sueños y de los viajeros que sin billete van en busca de un destino inalcanzable en la inmensidad de un universo que alberga el corazón. Temo que al amanecer las ventanas queden cerradas y aquella sombra que persigo baile en las manos del viento y se eleve sobre el mar en compañía de mis suspiros y recuerdos.

Temo al correr de la vida que cae desbocada hacia el ocaso, a volver a sentirse uno vivo en el renglón de una mirada, a tejer las ideas a cada uno de los kilómetros que vas recorriendo y a las huellas que vas dejando en el camino, pero entre los momentos que llegan y las heridas que van cicatrizando por la edad solo me queda respirar el aire de tus pulmones, observar la ribera del río con tus ojos, y volar, flotar enredado en los pétalos de tus pensamientos, ser la manecilla en el reloj que alberga la diatriba de tu memoria que con cada tic tac, que con un dejado ademán olvida darle cuerda y este queda varado con la hora del recuerdo, solo me queda ser tú en cada una de mis disculpas y en cada fracaso, vivir con cada latido los pliegues de aquello que un día fuimos y hoy tememos olvidar.

Temo despertar en medio de la nada y descubrir en el cascarón vacío que la nada soy yo. Temo que el mañana solo sea una palabra sin contenido, un proceso en la forja de nuestra herrería donde el fuego es la derivada a los sentimientos, donde el martillo golpe a golpe va forjando el recuerdo de días felices ahora lejanos, donde el pasado, como lava ardiente baja sin destino por la montaña quemando los brotes verdes del recuerdo y sobre el yunque, con el templado cariño de quien nos amó y de los que no nos olvidarán se crean formas felices.

Temo cuando me ría, mis carcajadas queden silenciadas en la tempestad del olvido.

Temo decir cuanto te necesito y al despertar verme a solas entre las manos de la liviana esperanza, sentir el aroma de tu piel enredándose en mi imaginación y saber que no volveré a disfrutar del sabor de tus labios.

Temo que llegue el día que al mirar atrás no sonría, que al alcanzar mi sombra el sendero en el mar de trigo sea capaz de caer naufrago entre sus olas, que me hunda sin remisión, que atado al gobierno como Ulises al timón y con las velas al pairo luche y en medio de la tormenta de mi final grite embravecido al mundo que aquí estoy, desnudo de riqueza y ropaje, entre los surcos de una vida instalada en una perpetua primavera, imperturbable, y allí donde los hábitos que caen entre los rápidos de un río insolente que denostado fabricará sus sueños en los corales del mar, temo vivir en las constantes declaraciones de guerra y en las nacaradas crestas que se vierten de mi corazón desgastado por los sueños y las esperanzas, también temo a un impasible paisaje otoñal que poco a poco va matando las hojas que cuelgan de mi alma y estas engañadas serán la simiente de un futuro que se difuminará nítido en el desencanto del mañana.