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Tenaz.

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Arre-ola, 15 de Enero de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 678

  1. Arre-ola

    Arre-ola Poeta recién llegado

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    28 de Diciembre de 2010
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    Tenaz

    Don Rogelio vio a doña Carmelita sentada junto a la fuente del jardín, no pudo dejar de sentir un pequeño vuelco en el estómago y tampoco pudo evitar que una sonrisa se le dibujara en su rostro. Tomó la rosa del pequeño jarrón de su buró, le quitó el exceso de agua en el tallo, aspiró el aroma y suspiró profundamente. Se arregló el mechón de cabello que no terminaba por quedarse quieto y se encaminó, lentamente, hasta las bancas del jardín donde sabía que siempre a esa hora, iba a encontrar descansando la mujer que le había arrebatado la tranquilidad y que sin duda alguna, era verdadero amor de su vida.
    A cada paso sentía que el corazón se le escapaba y silbaba quedito una tonada romántica, para disimular un poco la flacidez de sus cachetes, ocultar su nerviosismo y darse valor. Movía los brazos rítmicamente, como en aquellos tiempos en que disfrutaba los ejercicios diarios en su carrera como militar, aunque hacía mucho tiempo de su retiro. En su mano izquierda, portaba con orgullo y emoción, la rosa roja que la enfermera, amiga y cómplice, se encargaba de tenerle en su cajonera todos los días, tal y como él se lo había encargado.
    Hizo un alto. Se alisó las ropas, intentó nuevamente aplacar el mechón rebelde en su cabello y revisó que sus pantuflas estuvieran presentables. Suspiró y siguió caminando lentamente, hasta colocarse frente a ella.
    —Doña Carmelita, ¡qué hermosa se ve hoy!
    —Muchas gracias don Rogelio, usted siempre tan atento y tan caballeroso. No sabe el bien que me hacen sus palabras, me levantan el ánimo y la moral.
    —Por favor no me lo agradezca doña Carmelita, no hago más que decirle la verdad. Tenga esta rosa como muestra de mi sincero afecto y cariño.
    —¡Muchas gracias, usted siempre tan amable y tan detallista! Fíjese que en mi cuarto siempre tengo algunas rosas rojas, como la que usted me trajo hoy, A mí se me hace que es la enfermera la que me las pone, ya ve usted que Mariquita, es muy buena gente y muy considerada. Pero ¿quiere usted decirme algo Don Rogelio? lo noto un poco nervioso, ¿no habrá recibido malas noticias de algún familiar? ¿Alguien se ha puesto grave?
    —No, no se trata de eso.
    —¿Entonces?
    —Doña Carmelita, quiero que sepa lo que siento, traigo un sentimiento que no me deja dormir. No sabría como explicárselo con claridad, pero sépase que estoy perdidamente enamorado de usted. Puede que no me crea, pero no miento cuando le digo que soy capaz de olvidar el encierro, la espantosa comida, a las enfermeras que nos tratan como si fuéramos idiotas y hasta el olvido de quienes ya nos olvidaron en este lugar.
    —¡Don Rogelio! ¡Me toma usted por sorpresa!...
    —Es que nada más la miro y siento que mi corazón se acelera, las manos me sudan y me vuelven las ganas de vivir… usted es mi único motivo para despertar y mire que a éstas alturas, despertar, siempre es un martirio.
    —¿Se ha puesto a pensar en lo que van a decir los demás?
    —Usted ilumina mi vida, le inyecta nuevas energías, la gente no me da de comer y sólo me importa lo que diga usted.
    —Le ruego don Rogelio, que no me esté maloriando que usted ya trae su fama de don Juan. Si bien que lo he visto de picos pardos con las otras muchachas o ¿cree que no me doy cuenta de que se anda secreteando con la resbalosa esa de Lupita, la enfermera?
    —No haga caso doña Carmelita, esos son chismes nada más, ya sabe usted que me gusta mucho el baile y ni modo que baile con los señores. Mire como muestra de que mi amor es sincero, le di la rosa. Una más. No es mucho lo que le ofrezco, pero mis intensiones son buenas… Uno, aunque viejo, no debería perder el derecho de ser feliz, aunque el tiempo no sea nuestro mejor aliado.
    —Es que… una ya no está para andar en boca de nadie o como dicen en mi pueblo: la yegua ya no está para esos trotes.
    —Doña Carmelita, por favor, dese cuenta que a nuestra edad cada minuto que pasa es muy importante. Dios no lo quiera, pero podríamos ya no amanecer mañana.
    —Además, don Rogelio, bien sabe que las lenguas viperinas nos van a convertir en la comidilla de todos. Ya ve usted a las del pabellón B, hasta lo que no comen les hace daño. Mire que ya no estamos para hacer desfiguros.
    —Por favor acépteme. Se lo ruego. Prometo hacerla feliz el tiempo que nos quede de vida. Déme la oportunidad. No se haga del rogar, mire que se lo estoy pidiendo con una rodilla en la tierra y mi corazón en la mano, ¿qué me dice?
    —No sé. No sé. Así de sopetón no podría darle una respuesta, tengo que meditarlo con mucha calma, comprenda que esas no son cosas que se resuelven así nomás. Déjeme pensarlo y mañana le digo.
    Transcurrió la hora destinada para asolearse y doña Carmelita fue conducida a la sala para recibir su terapia diaria. Don Rogelio se negó a seguir a su cuidadora y se fue con pasos lentos a sentar a la orilla de la fuente, la enfermera que seguía con interés la historia, se sentó a su lado.
    —¿Y porqué esa cara? No se me agüite ni se me desanime don Rogelio, ¿qué le dijo doña Carmelita? ¿Le respondió? ¿Le dijo que sí? cuénteme.
    —Qué le digo Lupita, lo mismo de todos los días, que lo va a pensar y que mañana sin falta me da su respuesta.
    —¿Entonces… le consigo otra rosa para mañana?
    —Pues sí, si me hace el favor, se lo voy a agradecer mucho. A ver si otra vez no se le olvida, como siempre.
     
    #1
  2. mujerbonita

    mujerbonita Poeta que no puede vivir sin el portal

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    28 de Noviembre de 2009
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    Hola ¡que bonita historia¡, buena trama de principio a fin he disrutado, ando en mis cinco minutos de romanticismo, gracias por compartir. Saludos y estrellas
    ¡SONRIE
     
    #2
  3. ROSA

    ROSA Invitado

    #3

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