Tengo un malestar frívolo

En sustancia, la importancia de las cosas es relativa, agresiva, indolente, pero ante todo es con una importancia direccionada a la creencia activa de los actos, podré hablar, dirigir mi mirada y admiración por cosas gigantes, pero en sustancia estoy en un mundo pequeño encerrado dirigiendo mi atención hacia lo fícto, lo imaginable, una mentira postrada en una silla que se reduce a un paso insaciable de desgastar sus horas de vida, su milagrosa salud, su debil vista y los cada vez más cesantes latidos de corazón, con obesidad morbida y con una amargura utópica que busca ser el pan de todos los dioses.

Pues ante todo soy iconforme, con la injustica, de lo que yo creo cómo ley, de lo que debiera regir el circular de mi mundo pequeño, también imperante y deseoso de dirigir la vida de terceros, de imaginar cómo se transforma poco a poco, imaginar es un acto ilimitado, un hilo infinito de diferentes gruesos y colores, casi gratis que sólo cuestan tiempo de vida, tiempo de frustración ante esa incapacidad de mirar fijamente un objeto para que suceda una metamorfosis, porque así somos, así digo yo que tú eres, así creo que tú me juzgas, así te supongo, así te saboreo, me distraes, te pongo sobre la mira de mis actos y de la fabulosa voluntad volumétrica que integra partículas, atomos, metafísica ignorante de mis mistisismos, chamanismos de magia, ocultismos, de lecciones, deidades de mis miedos más grandes, entre ellos descubrirme por completo, caminar desnudo en la interperie y en la soledad de un mundo pintado con miles de fragmentos y colores que he diseñado con gran dedicación, porque un artista necesita espectadores, no se puede ser actor y espectador al mismo tiempo, la vida es una obra que nadie ve, nadie vigila, nadie leerá como testimonio entre millones de letras que se producen por segundo en la humanidad, en esta fabulosa red de pesca que multiplica los efectos de sedación en aguas negras movidas por ballenas que nos deboran.

Es frívolo e indolente el enfoque, esa magia de prestar atención a lo que más brilla en las necesidades básicas, básicas bajo tela de juicio, básicas sobre y bajo la dignidad propia, son valores de los cuales no hay más que cenizas y que celebramos si se embarra un poco de ellos en los zapatos rotos, en sustancia a veces quiero guardar rios completos con las dos palmas de mi mano entre abiertas, debajo de todas esas estrellas que cobijaron a nuestros ancestros mientras se consumía una fogata y todas esas piedras se resguardaron para clamar, para penitencias, para tocarlas y dejar el mundo en ellas, hoy gozo de escalofríos y de un miedo feroz a lo oculto, a lo verdadero que no puede ser nombrado, a lo tangible que no puede imaginarse, al tiempo que trae tiempo consigo de un rodar atemporal, es una mujerzuela vestida de rojo que tiene una lengua gigante que se arrastra por los suelos que cobra una renta por su cuerpo a cambio succionar toda tu vida y la de tu desendencia, que con un gruñido y grito feroz hueco hiperónico interdimensional en el futuro, desdeña misterio y un signo de interrogación con sangre, tú conoces muy bien a esa mujerzuela rastrera de fuego roja como la sangre en el sol, es la puta realidad.