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Tiburcia (La chica del Perú), en redacción.

Tema en 'Relatos extensos (novelas...)' comenzado por yagami, 24 de Septiembre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 1366

  1. yagami

    yagami Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    Introducción
    El presente relato narra la historia de una jovencita de nacionalidad peruana, dedicada a labores de las granjas hasta que en un momento su vida da un vuelco.

    Capítulo 1
    "Despertar"


    Eran apenas las 7 de la mañana y Tiburcia acababa las faenas de la pequeña granja en la que vivía con su abuelo; Tiburcia era una chica de 15 años, que desde que sus padres habían emigrado del Perú a buscar el sueño americano, había tenido que hacerse cargo de su abuelo, un señor de 70 años, y de la granja en la que ellos poseían: 3 vacas, 15 gallinas, 10 conejos y una pequeña huerta donde cultivaban vegetales varios. La vida de Tiburcia transcurría tranquila, vivía sin ambiciones y sin preocupaciones, con una rutina bastante primitiva.

    Se levantaba a las 5 de la mañana a ordeñar sus vacas, luego a retirar los huevos que habían puesto las gallinas, después alimentarlos a todos, limpiar la granja y el resto se la pasaba pescando o descansando a la orilla de un arroyuelo que corría cerca de su granja.

    Describir a Tiburcia físicamente....mmmm: no era físicamente muy atractiva pero fea no era; media cerca de 170 de estatura y de complexión hombruna debido a que desde los 10 años tenía que trabajar como un hombre; su abuelo don Gregorio la ayudaba en lo que podía aunque no fuera mucho pero ella no se quejaba, ni cuando tenía que recorrer medio kilometro varias veces con grandes cubetas de agua para el uso diario.

    Ese día, justamente a las 7 de la mañana, se presentaron en la granja dos personas y tocaron a la barda que delimitaba la granja; Tiburcia salió a ver, aún con la canasta donde recolectaba los huevos que era casi la última de las faenas, solo le faltaba traer el agua y alimentar a las vacas; ella presintió lo peor, que algo malo les había pasado a sus papás o algo así, y pregunto:

    - ¿Qué desean? ¿qué buscan?

    - Buscamos a don Gregorio Torre ¿se encuentra él?.

    Aquí contestó don Goyo mientras se recargaba en la puerta para seguir hacia afuera.

    - ¿Podemos hablar con usted?

    Don Goyo asintió mientras decía:

    - Hijita ábreles la reja y ve a traer el agua al arroyo.

    La chica de un brinco saltó la mini jaula improvisada, sin tirar lo que cargaba, le puso la canastilla en las manos al abuelo, agarró una vara como de metro y medio y las 2 cubetas, se acercó a abrir la reja y sin decir una palabra se alejó rumbo al arroyo.

    Mientras las dos señoras avanzaban al interior de la casa, don Goyo les ofreció café y, mientras lo preparaba, la más joven dijo:

    -Linda chica.
    -Y muy obediente, tambien replicó la otra, ¿es su hija?

    Don Goyo asintió sin decir palabra, el veía el logotipo de Ministerio de Educación del Perú en los sacos de las señoras y urgaba en sus miradas tratando de adivinar qué sería lo que deseaban.

    - Verá, volvió a decir la más joven, mi nombre es Blanca Guillón y vengo en representacion del Ministerio de Educación, estamos en campaña de educación visitando los pueblos pobres, viendo que no haya chicos sin asistir a la escuela.

    - ¡¡BASTA, HE OÍDO SUFICIENTE¡¡ exclamó don Goyo, mientras se levantaba;

    - espere, habló la mayor.

    - ¡¡YO NUNCA NECESITÉ ESCUELA¡¡, salgan de aquí.

    - Le aconsejo que nos escuche o podría perder a su nieta.

    Don Goyo cayó vencido a la silla y no dijo nada más.

    - Verá usted, comenzó Blanca, sabemos que Tiburcia no es Garza como usted sino López, hija de Tiburcio lopez y de su hija Claudia Sánchez; pero no se preocupe, no venimos a perjudicarles sino a hacerle un bien a la chica; ella necesita educación, ser alguien, lo comentó su mamá en esta carta, y si se niega pues se le asignará a la chica un tutor responsable, piénselo bien por favor, ella seguirá viviendo con usted y cumpliendo sus labores pero es necesario que tenga educación.

    - Está bien, dijo don Goyo con voz apagada, lo pensaré.

    - Muchas gracias por pensar en su nieta, le dijo la señora más mayor mientras estrechaba su mano.

    Salieron de la casa y abandonaron la granja propiedad de don Goyo

    A él se le salían las lágrimas, habían pasado 5 años sin tener noticias de su hija, la madre de Tiburcia y al fin sabía que estaban vivos, viviendo en San José, ambos trabajando y llevando una vida digna. Allá Claudia había terminado el colegio y trabajaba en una fábrica de focos y Tiburcio de repartidor de una empresa privada de correos, mejor no les podía ir; pero en la carta Claudia le suplicaba a don Goyo que le diera educación a su hija, que iban a empezar a mandarles dinero desde Estados Unidos. Don Goyo siempre le dijo a Claudia que sin educación y con dinero la gente tiende a perderse. Acababa de leer la carta cuando Tiburcia le vio los ojos llenos de lágrimas y tiró las cubetas con agua y corrió a abrazar a su abuelo.

    - Abuelo ¿estás bien?
    - Sí, hija, pero ¿por qué tiraste el agua?

    Tiburcia le preguntó:

    - ¿qué querían esas señoras? ¿qué estabas leyedo? ¿ por qué llorabas?

    Don Goyo la abrazó tiernamente pero con voz enérgica le dijo:

    - Ve por más agua, y besó su cabeza, cuando vuelvas te explico.

    Don goyo aún necesitaba tiempo para acomodar sus ideas y la cantidad de información que había recibido.


    Continuará...
     
    #1
    Última modificación por un moderador: 29 de Enero de 2016
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