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Timón

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Asklepios, 1 de Julio de 2023. Respuestas: 0 | Visitas: 266

  1. Asklepios

    Asklepios Incinerando envidias

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    Timón con rumbo a miles de puertos de nave que, incansable, surca los mares, sin jamás tomar tierra, supo de halcones y golondrinas; de águilas y papagayos; de flores aromáticas… y venenosas; de hombres y mujeres… Pero de lo que más sabía y más le gustaba era de los vientos.

    El suyo era olor a mar y los vientos, unos olían a canela, clavo, vainilla; otros a café, hierba; los más desagradables olían a industria, polución, grasa, desperdicios… Y los que más le gustaban eran los que no olían a nada. Eran sus preferidos. Cuando se cruzaba con ellos, enseguida se comunicaban sin perder ni un segundo. Al estar con ellos le invadían claridad, belleza, pureza, alegría, virginidad… y, normalmente, le resultaba muy difícil disimular sus lágrimas cuando lloraba, que era así siempre que se encontraban. Pero un lloro de la más pura felicidad.

    Es muy fácil preguntarse: ¿cómo es que el timón de un barco es capaz de saber de todas esas cosas si vive bajo el agua? Pues no es tan complicado. A pesar de estar, la mayor parte del tiempo sumergido, ello no le impide comunicarse con otras partes del navío. Todos los componentes de un navío son la propia embarcación. Todo son uno y Uno es Todo.

    Siempre tenía interesantes temas de conversación cuando coincidía con sus amigas y corrientes favoritas. La época del año y la zona geográfica en la que se encontraban, ofrecían más temas de conversación de los que podían abordar, dado el siempre escaso tiempo que podían pasar juntas. Jamás perdieron ni un segundo en sus reuniones a lo largo de los años. Y se hablaba de todo: de los indígenas de tal sitio; del marfil cargado en tal otro; del escorbuto que afectó a la tripulación durante tal ruta; de la rotura del sextante durante una enorme tormenta en el Mar de X; de la belleza de los mapas que el capitán guardaba bajo llave; de lo que habló con tal y cual viento cuando se los encontró y que recuerdos de su parte… O de lo que a las corrientes les había pasado durante los días que habían pasado sin verse: de esa suavidad o violencia que las acompañaba, de ciertos días que pasaban en compañía de una incómoda y constante lluvia que, a veces, se convertía en feroz tormenta…

    Sus encuentros, al final, siempre dejaban en todos incómodos sentimientos de tristeza. La vida es como es y nada se podía hacer al respecto.

    Fueron pasando los años con sus regulares y puntuales encuentros dentro de la gran inmensidad del mar, hasta que, durante uno de tantos encuentros,-no sé qué viento fue. No recuerdo si fue una brisa, una ventisca, un torbellino, un ventarrón, un vendaval…-, alguien cuestionó qué era lo que les impedía verse con más frecuencia; que a excepción del timón, el resto tenían la capacidad de desplazarse casi a voluntad… De repente, se hizo un largo y tenso silencio que algunos aprovecharon para reflexionar y otros, los más tranquilos y sosegados se mantuvieron a la espera. Finalmente, -¿un tornado, una galerna?-, tomó la palabra, que apoyó en una expresión de ineludible imposibilidad que todos entendieron. “No es tanta nuestra independencia, ni nuestra libertad. Estamos sujetos al funcionamiento de un todo, donde cada uno realiza una función. Si cualquiera de las partes no cumple como se espera que lo haga, no tardaría mucho tiempo en generarse el más grande desconcierto. Podríamos ser los causantes del caos total. Y.. ¿nadie quiere eso, verdad?”. Todos estuvieron de acuerdo. Se dio por zanjado el tema y, al ver que apenas les quedaba tiempo para despedirse hasta el próximo encuentro y eso hicieron.

    El siguiente año fue muy especial para Timón. Su embarcación quedó en puerto. Tenían que realizar una serie de reparaciones al barco y, aquel año, no pudo encontrarse con todos sus amigos.

    Tanto tiempo sin saber de los suyos, provocó que la nueva singladura de un barco recién reparado fuera algo casi inaguantable para Timón por las ganas de ver a sus compañeros.

    Por fin llegó el gran momento… pero algo había cambiado, aunque no por culpa suya. Lo cierto es que la nave realizaba el mismo y largo recorrido cada año, pero durante aquella campaña, ciertos recorridos fueron nuevos para él. Tras preguntar a ésta y aquella parte del buque pudo saber que, debido al cambio climático, ciertas corrientes marinas habían cambiado, por lo que se veían obligados también a cambiar algunas partes de su habitual recorrido, y cumplir así con los objetivos que la compañía naviera tenía comprometidos para con el barco.
    Y este fue el comienzo del cruel e involuntario distanciamiento de este grupo de viejos y buenos amigos.

    Pocos años después, la empresa dueña del barco de Timón, decidió prescindir se sus servicios y la embarcación fue enviada al desguace. Desde entonces Timón, ocupa la parte más alta de una gran montonera de chatarra en una inmensa chatarrería que, al menos, tiene vistas al mar Desde entonces, Timón llora todos, todos los días recordando otros tiempos y a sus viejos compañeros.
     
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