1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Timoul

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Starsev Ionich, 4 de Junio de 2021. Respuestas: 2 | Visitas: 389

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2011
    Mensajes:
    354
    Me gusta recibidos:
    216
    Timoúl


    Observaba como mi hermano tendía a llorar en algún momento crucial del tiempo en que mi madre lo alimentaba con leche Klim 1+ –por cierto, mucho tiempo después descubrí que klim es milk pero escrito al revés-. Era un momento en que podíamos decir que estaba relativamente calmado y era un niño sosegado más, en brazos de mamá.


    Su tetero poco a poco descendía en volumen. Al succionar con impaciencia la punta de goma al ser alimentado, un sonido agonizante producía un eco que destemplaría hasta las cuerdas más tensadas. Mi hermano poco a poco empezaba a relacionar de alguna forma este sonido a los últimos tragos de su bebida. También relacionaba el final de esta, con las tiernas y condescendientes palabras de nuestra madre: -ya son las últimas y acabas- Luego del final de una de sus siete comidas, iniciaba el estruendo, el llanto profundo y desconsolado de mi hermanito, y mis primeros pinitos de empatía; no podía verlo llorar de esa manera sin sentir algo de su pequeña frustración al enfrentarse al final de su refrigerio.


    Tras algunos gimoteos tiernamente orquestados, tanto el, como yo, empezábamos a entender y sentir las palabras de mamá, como una especie de bálsamo para algunas situaciones que NO nos gustarían a lo largo de nuestra existencia. También, empezaríamos a generar un entendimiento sobre el significado de esas palabras y su función en el mundo: “ya son las últimas y acabas”. Es decir, si algo está pronto a terminarse o queda muy poco de ello, nos referimos a eso como lo último (el último pan, la última copa de la botella).


    Ese grupo de palabras tiene un sentido mucho más amplio en esta historia. Pero por ahora, puedo decir que íbamos formando como una especie de red de relaciones entre las experiencias que vivíamos y como nos referíamos a estas, por medio de nuestro lenguaje. Por ende, comenzábamos a construir una especie de relación de temporalidad entre las primeras partes de algo, y sus partes posteriores que se acercarían a un final o a nada. Estas “partes finales” se referirían con palabras como últimos, últimas, de las cuales resultarían otras como ultimar, últimamente y todo un abanico de posibilidades. El resultado de su uso en un momento determinado, anunciaría la probabilidad de que algo terminara, acabara, se extinguiera o dejara de existir.


    En general, no me fue difícil enfrentarme a las situaciones en las cuales se aproximaba un resultado de que algo acabase. La última vez que podía subir al rodadero…, el último mordisco…, el último dulce…, fueron enfrentados con los llantos y suplicios esperados para un niño de mi edad. No puedo decir lo mismo de mi hermano. Él llegó al mundo con un temperamento lábil, escabroso. Pero así mismo mi madre hacía todo lo posible por regularlo.


    Alrededor de los cinco años, cuando su entendimiento no daba pie para la duda, en reuniones familiares, en el colegio, o el parque, la certeza de que era su última oportunidad era peor que un jalón de orejas, peor que un correazo. Mi madre trababa de anticipar este momento con palabras más sutiles: -ya casi nos debemos ir y luego tendrás la oportunidad de volver a hacerlo- Al principio funcionaba, pero luego era como si las palabras ocultas “última oportunidad” fueran tatuadas con una vara caliente para ganado. Había golpes, patadas, escupitajos y palabras de alto calibre no esperables para un niño de prekinder.



    Lo que no esperé fue que “última vez”, tuviera un resultado tan trascendente para mi vida. Pensé que sería un problema de mi hermano. No pensé luchar tanto contra una simple palabra. La resistencia de mi hermano hacía esos vocablos tal vez anunciaban una tendencia irrevocable hacia la aversión, como lo que sientes cuando los perros abandonados escarban la basura, la miseria humana, con sus orejas caídas y sus colas agitadas.


    Cuando mi hermano tenía diez años y yo tres más, mi madre tuvo que asumir nuestra crianza tanto económica como emocionalmente absolutamente sola. De mi padre no se supo nada más desde mi quinto mes de gestación. Mi padrastro, aunque no estaba totalmente presente en el crecimiento de mi hermano, si apoyaba económicamente a mi madre, hasta que un día murió en un accidente de tránsito. Era ciclista y por andar en el carril izquierdo de la autopista un camionero lo cerró, expulsándolo como un proyectil desde un puente de 8 metros de altura. Muerte fulminante.


    Por lo absurdo e impactante del suceso, mi madre nunca pudo recuperarse de la muerte de su compañero. Poco a poco fue refugiándose en el alcohol y le se agotaba la paciencia ante los berrinches de mi hermano. Conoció a mi segundo padrastro, un abusador que no le sumaba mucho, si acaso uno que otro moretón en su rostro. Mi madre se tornaba día a día mas sentenciosa e intolerable, y nosotros éramos dos niños traviesos contemporáneos en edad, peleando por los juguetes, por ser el preferido; esto sumado al carácter difícil de mi hermano a nivel emocional y mi frustración por tener que permitir un padrastro abusador, una madre que prefería una botella a mis necesidades escolares y un hermano caprichoso y obstinado. Las peleas fueron poco a poco más constantes en la mesa de nuestra casa y la paciencia poco a poco se fue alejando como ingrediente en la resolución de nuestros problemas diarios.


    - ¡Es la última vez que les digo que dejen de tirarse la comida y jugar con ella! - espetaba con esa mirada fulminante.

    - ¡Pero Má!, ¡Marcos empezó, además no queremos más lentejas, están agrias y me producen dolor de barriga! -

    - ¡Pero que decís! ¡Fuiste tú el que empezaste a jugar a la play doh, con tu mano haciendo de manivela en la oreja y tu masa asquerosa de lentejas saliendo por el hocico, y luego me la escupiste porque no me resultó gracioso! ¡La última vez que lo hiciste me enseñaste que la masa debía volver a la boca! –

    -Pues hoy te la escupo por tarado. No siempre puedes esperar a que todo ocurra a tu manera y hacer un berrinche para que todo siga como tú quieres.


    Yo empecé a perpetuar ese patrón desorganizado, violento de mi madre. La ansiedad de mi hermano volaba cada vez más, no daba tregua. Los problemas en el colegio comenzaron, mi hermano fue matoneado durante un año, se volvió más irascible, no aguantaba un no, pero a la vez se puso más retraído en casa, no nos hablaba, y yo, por asistir a una escuela pública diferente a la de él, nunca me enteré de su karma diario por culpa de unos compañeros de clase que se burlaban de él, y lo molestaban hasta el punto de empezar a violentarlo física y psicológicamente por su lunar paterno en el rostro, animando a otros compañeros a que también lo hicieran. Nunca imaginé que un día dejaría de escuchar su risa.


    Mi madre ya no se daba por enterada de lo que pasaba conmigo y con mi hermano. Solo tenía tiempo para tomar, para evitar ser golpeada por su pareja, para perdonarle, y para liberar toda su tensión con sus golpes sobre nosotros. Entre su amor a medias, sus amenazas, su falta de consistencia, que un día sí…, que un día no; un día, amorosa, o un día era-la-última-vez-que-soportaba-que-jugáramos-con-la-comida-y-luego-de-la-advertencia-nos-quemaba-con-la-colilla-en-la-nuca, o un día, absorta en sus pensamientos. De todo ese desorden, yo me fui habituando a que la última vez podría significar casi siempre un madrazo, pero veces remotamente, un esbozo de amor.


    Una tarde llamaron a casa, pero no imaginamos que una tardanza para llegar a almorzar fuera la tristeza para nuestras vidas. Mi hermano no aguantó el abuso de unos compañeros descorazonados que no reconocieron sus facultades, que solo pensaron en el deseo de dominar sobre el más débil, el diferente. Por mucho tiempo yo fui para mi hermano en casa uno más de ellos. Mi hermano esa tarde salto desde un quinto piso, seguro de que era la última vez que lo haría y contradictoriamente eso le brindo la paz que no encontró en este mundo.



    Hoy me sigo torturando de vez en cuando, al visitar su tumba. Han pasado muchos años y aún me sigue doliendo el hecho de que alguien se despida, sin aclarar que va a ser el último adiós. Y no he podido asumir esto solo. Asisto dos veces por semana por ataques de pánico impredecibles y ansiedad cuando las señales ambientales denotan la posibilidad de que algo acabe: cuando se acercan las últimas horas del día, cuando casi finalizo un trabajo o actividad, cuando se acaba algo tan fundamental y fácil de reemplazar como un rollo de papel higiénico. Mi terapeuta me explica que en sí mismas, las últimas horas de un suceso, los últimos momentos no son el problema, sino mi forma de responder a estos.


    Por esto en parte, su trabajo es situarme imaginariamente en los primeros momentos de alegría y tristeza en los cuales yo entendía el dolor de mi hermano. Me ayuda a aceptar el dolor y resignificar una palabra, que puede tener muchas acepciones y no siempre dolorosas, como las últimas flores que caen de un árbol en otoño que florecerá de nuevo radiante en primavera. Me enseña que el significado emocional de las palabras se va formando a lo largo de nuestra historia, pero que cuando este se reaviva, tenemos opciones para recordar que solo es una palabra que para nosotros de niños no tenía realmente un significado. Me invita a imaginar a “último” como solo un simple nombre del señor bonachon que nos abre la puerta del conjunto, o me motiva a que repita la palabra varias veces, para que pierda su significado simbólico y adquiera un significado literal: últimoúltimoúltimoúl-timoúl-timo… Yo logro conciliar un día más el sueño imaginando un timoúl zangoloteándose en el lodo de mis pesadillas.
     
    #1
    Última modificación: 6 de Junio de 2021
    A Alizée le gusta esto.
  2. Anamer

    Anamer Poeta veterano en el portal Equipo Revista "Eco y latido"

    Se incorporó:
    3 de Abril de 2017
    Mensajes:
    13.095
    Me gusta recibidos:
    12.695
    Género:
    Mujer
    Muy triste este relato, a veces es necesario escondernos detrás de los
    simbolismos para sobrevivir. Un gran trabajo nos dejas en el foro,
    gracias. Besitos cariñosos apretados en tus mejillas.
     
    #2
  3. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

    Se incorporó:
    26 de Marzo de 2011
    Mensajes:
    354
    Me gusta recibidos:
    216
    Gracias por el grato comerntario...
     
    #3

Comparte esta página