Tinieblas

El graznar salvaje de aquel amortajado cadáver vuelto a la vida por las impías artes nigrománticas,le da fuerzas para que se levante del carcomido féretro y encienda con sus enigmáticos ojos de muerte terrible un sacrílego candelabro de siete negras velas;consagradas a la imagen sombría de su espíritu impuro que revolotea cual un fantasma ululante por todos los rincones interiores de la cripta maldita.A las afueras,un silencio de replegada sepultura hiela la evanescente sangre del enterrador que cuenta las horas de su reloj podrido para salir disparado del temible camposanto donde ya oye,entre escalofríos de hielo,los ahogados lamentos de los espectros que se proyectan en el aire enrarecido,mientras sus cuerpos se agitan maquinalmente bajo las fosas vaporosas que ensalzan un perfume acre que embelesa,con los encantos funestos del dios de las tinieblas,el olfato fino de los murciélagos,desprendidos de las ubres graníticas de las mazmorras que yacen,como un sideral monstruo venido de las esferas del infinito inconsciente,bajo la imperiosa catacumba donde un sacrílego cura asestó una severa puñalada por la espalda a un doble amanuense de fría mirada en postrera tierra descorazonada.Allí levitan sin cesar los infestados corazones de viruela mortal...para regocijo del negro brujo que se baña con la sangre coagulada de enormes cabrones:consagrados a la noche plomiza donde la macilenta luna llena aúlla como una posesa mujer,en ciernes de dar el soplo de gracia para que se difuminen los horrores monstruosos de tal aberrante cementerio;encendido en llamas apagadas por algún numen salvaje que se divierte con un rosario de amarillentas tibias de recién difunto...a la espera de la atenta mirada del mentiroso convulsivo e innominado Ser cuyo secreto de poderosas energías cósmicas harían caer en una crónica locura al taimado mortal que se atreviese a descorrer el negro vuelo que sensato lo protege.