Tormenta de luces

He visto mil veces los mismos destellos alumbrando la larga noche del espacio, fogonazos que recorren el eterno vacío de esta nada que nos rodea, parecen luciérnagas que iluminan la oscuridad entre las lejanas estrellas, flases intermitentes, efímeros, desaparecen de la vista sin dejar más rastro que un explosión de luz que dura segundos, un baile de luces sublimes que anuncian otra detonación, otra explosión, otra nave perdida con toda su tripulación. La batalla en todo su apogeo demuestra la belleza del combate, cualquier espectador miraría embelesado como se desarrolla la matanza.

- Señor, un comunicado del acorazado Atius.
- ¿Sí?
- Solicitan instrucciones se hallan al otro lado de la luna del planeta, ocultos, pueden atacar al enemigo por su retaguardia.
- Ordéneles que no se muevan, deben permanecer a la espera.
- Sí, señor.
- Marcus, deberías enviarlo a la batalla, estamos perdiendo, necesitamos todas las naves.
- Lo sé.
- ¿Lo sabes?
- Por supuesto, la batalla está perdida.
- Pero..., entonces ordena la retirada, aún pueden salvarse algunas naves.
- No.
- ¿No?
- Sí, el resto de la flota está atacando Vecta 9 y tardará unos días en alcanzar este sector.
- ¿Entonces mayor razón para retirarnos y reagrupar nuestras fuerzas?
- No lo entiendes, Seito, todas esas naves han sido elegidas para esta batalla porque son prescindibles, ellas y sus tripulaciones. No habrá ni rendición ni retirada por nuestra parte, deben combatir hasta el fin, es su destino. La desesperación, amigo mío, a veces conduce a actos de heroísmo que no existirían de otra forma. Observa como combaten ferozmente nuestras naves, se sacrifican gustosamente por el Imperio, que mayor honor puede haber. Y si con ello mermamos las fuerzas de nuestro enemigo y les hacemos creer que nuestras naves son viejas y están mal equipadas cuando les asestemos el golpe decisivo quedarán a nuestra merced.
- Entiendo... y para cuando está previsto ese desenlace.
- Dentro de dos semanas la flota habrá alcanzado Sigma 2, el planeta madre de nuestros enemigos, mientras nosotros les entretenemos con este simulacro de batalla, nuestras naves arrasarán su planeta con lo que la victoria será nuestra.
- Señor, otro comunicado del acorazado Atius, solicita de nuevo instrucciones.
- Ordéneles que se retiren de la batalla y se aproximen a nuestra nave, deben actuar de escolta mientras nos alejamos de este sector. Pongan rumbo a la base de Oeri.
- Marcus, ¿y las demás naves?, verán que nos retiramos de la batalla.
- A estas alturas no tiene importancia, están demasiado enzarzados en el combate, si alguna decide retirarse deberá tener mucha suerte para salir con vida de la batalla.

La oscuridad del espacio impide ver toda la batalla, las naves demasiado lejos apenas se perciben por algún fogonazo al activarse los motores o lanzarse algún misil. El preciado combustible de las naves hace que se ahorre hasta la última gota, como antaño los barcos navegaban los mares así hoy en día las naves surcan el vacío del cosmos, lentamente, aprovechando al máximo la energía de sus motores recorren las distancias que les separan, danzando entre las estrellas a cámara lenta. Un chorro para acercarse, otro para alejarse, son títeres sin hilos, espantapájaros que usan sus mísiles UXD para destruir al enemigo. Las naves apenas se mueven, permanecen en sus posiciones ahorrando el tan preciado combustible y permitiendo que los mísiles las alcancen fácilmente. Así es la guerra en el espacio, un tiro al blanco que gana normalmente quien dispone de más naves.