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Tornolocura

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Starsev Ionich, 14 de Febrero de 2025. Respuestas: 1 | Visitas: 126

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    26 de Marzo de 2011
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    Tornolocura

    “Labrar sobre antiguas huellas es una tarea estricta para quien vive exhausto ante la zozobra del mañana. Y a pesar de que, se creía, no existían recorridos; yace un rastro, la esencia de una historia que hierve y reverbera...”
    Me quedan dos minutos más para re-accionar la manivela. Pronto escucharé el pitido verde de la fábrica recordándonos quienes somos y para que estamos hechos. Las palomas susurran sobres las formas, desde el tejado; mientras que respiro moronas de acero neblinoso que van a parar al corazón de mis suspiros, en montoncitos orgullosos que recuerdan colmenas de hormigas presuntuosas.
    Mi brazo gira de manera autómata. - ¿Realmente es mi brazo? - Las cuchillas realizan su trabajo perfilando la materia. Rebanando la vida. La máquina no podría dar forma cónica al cúmulo de átomos sin mi conciencia de creación. Torno y cuerpo somos uno solo dando vida a piezas cilíndricas, trapezoidales, redondeadas e inocentes. Las formas son ideadas, primero, en mi mente, antes de que puedan existir tangibles en el mundo. Salir de las cavernas.
    Mi brazo continúa infatigable a pesar del ligero hormigueo… Yo podría adolecer de agua, incluso, con tal de perseguir mi objetivo. Desde que mi brazo tenga un motivo para seguir moviéndose yo tengo vida… Girar, reproducir el sonido de mi anhelo en los moldes; son acciones suficientes para no morir de sed. Nací para ser uno con el torno.
    “Poco a poco la historia se reconfigura. Se abstrae, se arma y se perfila mucho antes que fuera nada. Desde el primer intento la historia cuenta con una intención sin saberlo. Expele matices de infancia, códigos en donde las palabras congenian y confabulan”.
    El jefe de producción me obliga a descansar. Pero mi miembro fantasmal se niega a hacer la pausa en medio de la jornada… Las condiciones laborales han mejorado desde que mi brazo izquierdo fue a parar debajo del torno. El perro que cuida en las noches fue más rápido que todos: sintió el olor metálico y alcanzó a agarrarlo con su hocico, echando a perder -por medio de un mordisco temeroso- varios ligamentos… Podría ofrecer en un plato de sopa mi otro brazo al canido. Pues en sus ladridos siento validado mi dolor. Su ladrido también es infatigable, al igual que el brazo que me queda. El movimiento de mi único brazo y su ladrar constante define en nuestra otredad tan parecida.
    Me dicen el loco del torno seis…
    Nino está preocupado por mí. Lideramos durante un tiempo el sindicato para mejorar las condiciones -y que según él- no se volvieran a repetir tragedias como las mías. Luego yo me desconecté y comenzó mi obsesión. Pero lo que conseguimos es ganancia.
    Aun así, él me acompaña…
    Volvemos a nuestras casas siguiendo el camino otoñal de las hojas. Me pregunto si las hojas que se han perdido conservan su autonomía, si comparten la conciencia con su árbol. Si se niegan a convertirse en hojarasca. ¿Las hojas en el suelo son brazos cercenados?

    El eco de la fábrica con sus ruidos covalentes. Las piezas que se configuran y que un día nos abandonarán como un lote ingrato a la deriva; el chirrido de las aspas y las escobillas: todo ese smog audible nos priva del arrullo real del exterior en nuestro regreso a casa. Los pájaros en sus árboles son como risas grabadas en un show de comedia vespertino: una luz artificial que musicaliza nuestro plano abierto.
    -No me pasa nada Nino. Y estás equivocado, no hay duelo que superar… Tampoco es la tarea repetitiva la que me está alienando. Solo es como una especie de conexión espiritual con el torno. Algo así como quien adora a los gatos o como quien encuentra un propósito luego de observar la tierra desde la luna.
    Nino intenta descifrarme, intenta sostener comunicación con, al menos, una hebra de la poca cordura que piensa que me queda. Me mira con el ceño fruncido esperando rescatarme con sus preguntas.
    - ¿Y Claudia y el niño? Hace rato no les veo. Tienes que tráeme uno de los pasteles que hace tu esposa. ¿Si le ha sacado jugo a la freidora? Pablo… Creo que mereces más por parte de la empresa… Tú mereces una indemnización justa por la pérdida de tu b… No el pañito de agua tibia con esa freidora-.
    - Pues no podría haber sido mejor la indemnización. La Claudia me ayuda a completar los gastos del mes con los bollos y los pasteles. El niño como siempre, curioso e hiperactivo. Ya está leyendo de corrido. Pasó a segundo grado.
    -Mario… Escuché que llegarán las nuevas máquinas en quince. Las condiciones mejoran día a día… Son automáticas. Solo accionarás un botón para que el torno haga su magia. Seremos ahora como un auxiliar, un jefe de máquina y no su esclavo… ¿Qué piensas?
    -Pues no me quedaré de brazo cruzado mirando como la tecnología me quita mi trabajo. Soy operario de máquina, no centinela. SI seguimos así, en un futuro le preguntaremos a una maquina el porqué de cada cosa.
    -Necesitas aprovechar tu brazo hombre… dejar la obsesión con la manivela Mario…
    -Nino soltá el trabajo, mañana será un nuevo día-
    - Es verdad. Me alegro que todo ande bien en casa… Cualquier cosa me avisas… Si necesitas ayuda con Claudia. Estoy para bancarte. Nos vemos mañana Mario.
    -Gracias por preguntar Nino. Que descanses…-
    Llego a casa… El mocoso no me recibe con el pelotazo de siempre. No escucho sus risas, ni sus chantajes. De todas maneras, no le compré los Stickles que tanto le gustan…
    No he entrado y ya escucho como se reproducen sus risas, sus voces en los moldes.
    En la mitad del comedor ya no está la gran mesa, con su candelabro en el centro y nuestras tres sillas. Lo arrumé todo, junto con otros rastros. Con otros recuerdos. En la mitad se encuentra colosal mi invención.
    El torno definitivo. Al lado está la materia prima. Más hacia la cocina las primeras piezas. Mi brazo se saborea imaginando el movimiento. Imprimiendo sus voces, sus risas y sus llantos en los moldes. Sobra decir que la Claudia tampoco está, ni la freidora. Huyó agotada. Se cansó de mí. Se hubiera esforzado un poquito más por entenderme. Perder un brazo no es cosa fácil… Y ante las tragedias conseguimos consuelo en las distracciones, en las obsesiones. En la nada…

    “Cuando llego al final, siento que no conté lo que debería haber contado. Eso ocurre con las historias que nunca existieron o que desaparecieron a medio camino”.

    ¿Quién los necesita? Con mi brazo puedo reproducirlos en serie. Ya será un trabajo adicional pintarles la sonrisa, el rímel, el labial. Las lágrimas de frustración de la infancia. Muevo enérgico mi brazo. Las cuchillas se quedan sin filo. ¡Qué difícil contornear las caderas de mi ex-esposa!... Imprimir su movimiento. Su movimiento sobre mi pelvis… Esos recuerdos me hacen llorar… Debo poner mi corazón para que la esencia se grave en este nuevo elemento… Será una noche larga.

    Fin
     
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    Un gran relato en donde descansa una gran enseñanza.

    Saludos
     
    #2

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