Transparental

La llegada del invierno lo dejó tranquilo, a sabiendas de su inclinación por el frío y los días grises.
Se propuso comprar todas las provisiones necesarias, on line, en función de palear la estación más solitaria del año.
Hurgueteaba desde la ventana, dibujando pequeños duendes, en los vidrios del ventanal empañado; un hábito que traía desde niño.
Con algo de nostalgia de sueños reprimidos, ilimitaba sus imágenes. Proyectándose en la aventura de sus recuerdos felices y recreando momentos ideales, que solo convivían en su mente.
Atrás quedaron los tiempos en que compartía asiduas salidas con amigos.
Esta fobia maldita que lo abrazaba a la casa, eclipsando inmaculados relámpagos de placer, lo obligaba a alejarse del mundo real.

De pronto obstaculizado por un frenesí en la inmediatez del absurdo; observó con asombro, como sus manos comenzaron a programar los vericuetos caóticos de su clarividencia, plasmando sobre el universo transparental la vida que imaginó inconsciente.

Ese mundo de luz, infiltrado por resabios de aerobio, que supo librar la batalla inyectando de lleno virulencia en cuerpo y masa; invadió a los seres transparentes, sembrando la malicia por los nanosiglos venideros.
Las dominantes valquirias querían someter a los duendes luminosos, sedientas de venganza por arrebatarles las noches de agasajos, en su paraíso nocturno, conocido como El Valhalla.
Convirtiendo un mundo soñado, como el reino transparental, en odio, violencia y estulticia.

La batalla fue tan real frente a sus ojos, que obnubiló su extrasensorial presente, cuando se encontró en territorio transparente, en el foco de la lucha.

Corrió desaforadamente a ocultarse, tras un montículo de cristal, con el afán de pensar en lo sucedido.
¿Como había llegado a esta dimensión?
Dado el balance personal de su magra vida.
Como un simple ventanal se convirtió automáticamente, en su nuevo cosmos.
Así fue, como los duendes luminosos, lo tomaron como un ser supremo, una divinidad.
La profecía luminosa se había cumplido, y la paz regresaría al reino de su mano.
Pidió hablar con el fascinador luminoso, quien tenía el oráculo mágico, que oficiaba de portal, en donde pudo ver su vida anterior, y al verse con un presente de superhombre, se puso la causa luminosa en la espalda, y juró oprimir al invasor nocturno, hasta expulsarlo del reino transparental, su nuevo mundo.