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Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por alumine, 4 de Septiembre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 556

  1. alumine

    alumine Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    17 de Agosto de 2011
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    El departamento era pequeño. Era uno de esos largos días en que el cansancio se hacía sentir.
    Trataba de concentrarme en la voz al otro lado del teléfono, pero el traqueteo del triciclo de mi hijo era de un volumen más elevado.
    -TOMÁS BASTA!- grité tapando el micro. Limitada por el cable,y con las manos ocupadas los pronósticos furibundos que emanaban de mis ojos apuntando al niño y su máquina infernal para cuando terminara la comunicación eran casi terroríficos. La escena era repetida y el castigo nunca impartido: El triciclo iría a parar al altillo! ¡Esta vez lo haría!
    La voz al otro lado seguía insistiendo en lo conveniente que sería que me apersonara en media hora para terminar de completar los formularios de inscripción a los cursos que yo promovía (menudo día había elegido esta señora).
    La cabeza estaba a punto de estallar, aseguré que allí estaría. Colgué el receptor y con los brazos hacia adelante y las manos formando dos semi círculos dispuestos a cerrarse me dirigí al piloto y su máquina. La cara de horror y la rapidez de sus piernas salvaron al niño de que descargara en él todas mis salvajes e instintivas intenciones. Pero el triciclo no tuvo la misma suerte. Así que, cerré mis manos sobre él, lo levanté y transporté a lo que sería su última morada: El altillo.
    Volví hasta donde mi hijo me miraba hacer con los ojos y la boca tan abiertos que parecían haber perdido musculatura y quedarían así por siempre, pero no emitió ningún sonido (mejor para él pensé).
    Media hora después estábamos tocando a la puerta de mi cliente. La señora con gesto reverencioso nos invitó a pasar indicando el interior de la casa. Ya acomodados y atentamente convidados con café y gaseosa para mi hijo,me concentré en explicar los beneficios de tener un profesor en casa para cursar cualquier materia del programa primario o secundario con coordinación de horarios convenientes, que hacía que el precio pareciera económico.
    -Las cuotas- alcancé a decir, cuando el chirrido metálico que había percibido lejano, de pronto, estaba tan cerca que penetraba hasta mi cerebro. Giré la cabeza con la intención de fusilar con la mirada al objeto de tal aturdimiento .
    -Este es Juan- dijo la señora, señalando al niño en la silla de ruedas -Para él es el programa de estudios. Esto le ahorraría las incomodidades de traslado y algunas burlas. Ud sabe como son los chicos...-
    Todo el tiempo que permanecí en la casa a partir de ese momento fue como una nebulosa, las voces mezcladas con el chirrido de la silla de ruedas con la que Juan deambulaba por la casa, seguía en mis oídos.
    El regreso hacia la nuestra fue tan silencioso como la partida. Entramos y enseguida deposité el triciclo en el comedor bajo la mirada agradecida de mi hijo.
     
    #1
    Última modificación: 4 de Septiembre de 2011

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