Triste III

Por algún lugar de la noche perdí los antídotos para tu no existencia. Enfermo, indócil, con el sistema endocrino atestado de vos caí en la única desgracia que tiene recordarte, me fui confundiendo con la pared al punto tal de convertirnos en un erial.

Llovieron las tentaciones, así como las acuarelas de los días no sentidos y absolutamente todo careció de importancia. Los limones que arrojan sus ojos, la torpe inclinación a prender fuego los lunares, los falsos escenarios en que ella cubierta de talco sonrojaba a la noche mas negra.

Por algún lugar del olvido quise arrancarme las venas, las vendas con que la pienso y maldigo. Las tardes llenas de hipocresía donde crecíamos hacia abajo y cada gesto era una estatua orgánica pero vacía de mañanas.

No es un dolor triste, es una interpretación de afecto sin afección. En el fondo estar enfermo es la cura y la única vuelta de vulva que existe en la coraza corazón.